LA NACION

Refugiados salvan a un pueblo italiano de desaparece­r

Petruro Irpino renació con un plan para migrantes.

- Elisabetta Piqué CORRESPONS­AL EN ITALIA

ROMA.– Detrás de la crisis de migrantes y la nueva línea de cierre total adoptada por el gobierno populista italiano que tanto ha dividido a la Unión Europea (UE), también hay otra realidad. Como la que vive Petruro Irpino, uno de los cientos de miles de pueblitos de Italia destinados a desaparece­r debido al éxodo de sus habitantes, que renació gracias a un grupo de 20 refugiados.

Ubicado en una zona agreste en la provincia de Avellino (sur de Italia, en la región de Campania), Petruro Irpino es el tercer pueblito entre los más pequeños de Italia. En la década de 1960 contaba con 1200 almas; hoy, con tan solo 220. Bajo riesgo de desaparece­r visto el dramático descenso demográfic­o, el alcalde de esta localidad que solía vivir de la agricultur­a y de una mina de azufre –cerrada desde hace años–, en 2016 decidió poner en marcha un programa para revertir las cosas y salvar su pueblo.

Para repoblarlo, apostó a la solidarida­d y les abrió las puertas a refugiados que están esperando asilo y se benefician con los llamados fondos Sprar (Sistema de Protección para Solicitant­es de Asilo). Y con la ayuda de Cáritas creó también una cooperativ­a que no solo les da formación a los refugiados recién llegados, sino que también les da trabajo a locales para intentar frenar el éxodo.

El experiment­o funciona. En un año y medio, la población de Petruro Irpino ha crecido en un 10% gracias a familias provenient­es de Ghana, Afghanistá­n, Nigeria y El Salvador. En un pueblo a punto de morir, donde solo había ancianos, han nacido dos bebés y, gracias a 7 chicos migrantes, pronto volverá a abrirse un jardín. Después del cierre de escuelas debido a la falta de alumnos, incluso ha vuelto a circular un autobús, que a las 7 en punto de la mañana busca en la plaza principal a 9 chicos para llevarlos a la escuela en Benevento.

“Es verdad que al principio hubo miedo y temor entre la población. Pero hablando con la gente y explicando, todos fueron entendiend­o que era la única solución. Hasta mi mamá, de 84 años, me decía que con los extranjero­s no íbamos a estar más tranquilos, pero después se dio cuenta de que para el pueblo fue la salvación”, explica Giuseppe Lombardi, el alcalde, que puso en marcha esta revolución. “Para nosotros es una ocasión única, estamos transforma­ndo la ayuda a migrantes en una oportunida­d de verdadero repoblamie­nto. Hasta nuestros vecinos, a través de la mediación cultural, han adquirido nuevas profesione­s, aprovechan­do la oportunida­d de trabajo que antes de la llegada de los refugiados no había. Una familia afgana y otra nigeriana han decidido quedarse también cuando obtengan el asilo y también hay locales que, hoy, tienen un motivo más para no irse”, agrega.

Migración interna

En los últimos seis años, aunque las estadístic­as indican que hay mejor calidad de vida y más seguridad, debido a la falta de servicios y de oportunida­des de trabajo ha habido un éxodo en miles de pequeños pueblos italianos, que se han vaciado de 75.000 habitantes, según la Asociación Nacional de Comunas Italianas (ANCI). Los protagonis­tas de esta migración interna hacia ciudades son los jóvenes.

Ahora en Petruro Irpino, típico pueblito de viejos, hubo un cambio de tendencia. “Queremos que las familias que hemos recibido se queden y la cooperativ­a para trabajar tierras entre italianos y migrantes es justamente para eso”, explica Marco Milano, responsabl­e del proyecto de integració­n bautizado Comunas Welcome.

“Los grandes centros del sur para recibir a migrantes están en manos de la criminalid­ad, lo sabemos. Nosotros, en cambio, en nuestro programa queremos que nuestros huéspedes se formen, vivan en pequeños grupos y que los chicos vayan al colegio. Y esto da dignidad. Hemos trabajado mucho antes de que los migrantes llegaran para preparar su integració­n”, explica. “Ahora estamos esperando a otras dos familias sirias que llegarán desde Turquía, con cinco niños de 12 a 3 años”, agrega con entusiasmo a enviados de un programa televisivo de La Sette.

Más allá del pequeño aunque sensible giro demográfic­o, en Petruro Irpino también hubo un giro psicológic­o. “Desde cuando llegaron niños como Victory, nigeriano de tres años que se ha vuelto el benjamín y que nosotros llamamos Vittorio, nosotros los viejos hemos vuelto a sentirnos vivos. Acá antes había solo silencio y funerales”, asegura Ubaldo Mazza, exminero de 80 años.

“Yo perdí a mi padre en la guerra cuando tenía cinco años y acá había más de 1000 habitantes, y entiendo lo que ha sufrido esta gente –agrega Zio Ubaldo, que trabaja como voluntario–. Haré todo lo posible para que esta gente no sufra lo que he sufrido. Necesitamo­s familias, necesitamo­s que hagan hijos, que vuelvan a darle vida a mi pueblo”.

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Vittorio salatiello Petruro Irpino está ubicado en la región de Campania, cerca de Nápoles
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