Macron sale al cruce del escándalo por su exjefe de seguridad
“El único responsable soy yo”, dijo el presidente; su popularidad, afectada por el caso
PARÍS.– Alexandre Benalla “no tenía un departamento de 300 m², no ganaba un salario de 10.000 euros, no es mi amante ni tenía protección”. Tras una semana de mutismo y una estrategia de evitación que resultó ser catastrófica para su imagen, el presidente francés, Emmanuel Macron, hizo ayer su primera declaración sobre el escándalo que amenaza con echar por tierra sus promesas de probidad y de cambio.
“Si buscan un responsable, el único responsable soy yo y únicamente yo. [Si la oposición quiere pelea] que vengan a buscarme”, agregó el jefe de Estado en una reunión improvisada con parlamentarios del partido La República en Marcha, la mayoría presidencial.
Macron realizó esa visita imprevista a la Casa de América Latina, donde se realizaba un cóctel de los diputados del partido gubernamental, organizado para cerrar la sesión parlamentaria. El presidente ingresó por una puerta lateral para eludir la presencia de la prensa audiovisual, que se encontraba en la entrada de la fastuosa mansión ubicada en el Boulevard Saint-Germain, a pocos pasos de la Asamblea Nacional.
“Lo que ocurrió el 1º de mayo fue para mí una traición”, comentó el presidente, según un tuit divulgado por el diputado Bruno Fuchs.
“Soy yo quien deposité mi confianza” en Benalla, encargado de su seguridad en el Palacio del Elíseo, insistió.
Ese personaje de 26 años, que había sido habilitado incluso para intervenir en actividades privadas del matrimonio presidencial, fue suspendido durante 15 días sin goce de sueldo por haber usurpado funciones policiales durante la manifestación del 1º de mayo, en la cual fue filmado mientras golpeaba y pateaba a un manifestante.
“También fui yo quien confirmó la sanción”, agregó el jefe de Estado en su conversación con los parlamentarios de su partido, indicó en un mensaje de su cuenta de Twitter la diputada Manon Rescan.
Esa afirmación contradijo parcialmente las declaraciones formuladas pocas horas antes por su jefe de Gabinete, Patrick Strzoda, durante su intervención ante la comisión investigadora del Parlamento. “La decisión de sancionar [a Benalla] la tomé solo, en alma y conciencia. Jamás hablé con el jefe de Estado, que estaba a 10.000 kilómetros”, realizando una visita oficial a Australia. Strzoda había explicado, sin embargo, que sometió su propuesta al secretario general del Elíseo, Alexis Kohler, que por su parte habló con Macron.
En un discurso de pocos minutos, pero particularmente ofensivo, Macron fustigó “la República de los fusiles, la República del odio”, indicaron por su parte otros participantes.
“¿Qué sería la República si al primer ventarrón yo dijera que no fui yo, sino mi colaborador? Algunos olvidaron el gaullismo y su dignidad”, dijo el presidente, que nunca se reivindicó oficialmente como heredero del general Charles de Gaulle.
“No entregaré ninguna cabeza. Yo no funciono así. Solo tomaré decisiones profundas de modificación de estructuras”, anticipó en respuesta a la presión de numerosos parlamentarios de la oposición que reclamaron la renuncia o el despido de sus principales colaboradores.
Poco antes, el partido conservador Los Republicanos (LR) decidió presentar una moción de censura contra el gobierno por su gestión del “caso Benalla”, según anunció el presidente de su grupo parlamentario, Christian Jacob.
Esa crisis, que la mayoría de los opositores prefieren definir como un “escándalo de Estado”, comenzó a dañar profundamente la imagen presidencial. Desde que estalló ese caso, Macron perdió 4% de opiniones favorables y su caudal de popularidad quedó reducido a 32%, según una encuesta del instituto Ifop, que será publicada por el semanario Le Point.
Se trata de su nivel de popularidad más bajo desde que llegó al poder, hace 14 meses.
Las opiniones negativas sobre el jefe de Estado también alcanzaron un nivel récord: 60% de la población tiene una mala opinión contra el 27% que tenía cuando ganó las elecciones, en mayo del año pasado.