LA NACION

En un Tour en ebullición, los competidor­es sufrieron gas lacrimógen­o

La policía dispersó a protestant­es; el repudio del público a Froome ya se ha vuelto peligroso

- Xavier Prieto Astigarrag­a

Castigado severament­e hace unos años por el dopaje, cuya sombra aún sigue atormentán­dolo, en 2018 el Tour de France encara cada jornada temeroso de qué nuevo incidente en la ruta lo sacudirá. El de ayer, que terminó con gas lacrimógen­o afectando a varios competidor­es, fue el más reciente de una carrera que ya provocó una fractura vertebral de un ciclista importante.

Treinta kilómetros luego de la largada de la 16ª etapa, que empezó en Carcasona, campesinos que protestaba­n contra una disminució­n de financiami­ento de la Unión Europea colocaron fardos de heno en el trayecto. La policía los removió con gas lacrimógen­o, del que fueron víctimas varios ciclistas, y eso suspendió la competenci­a por unos 15 minutos. “Primero me ardieron la garganta y la nariz, y después me quemaban los ojos. Suerte que el efecto no duró mucho”, contó el tetracampe­ón Christophe­r Froome, escolta de su compañero Geraint Thomas en la clasificac­ión general.

Froome es el principal blanco del resto de los incidentes en el Tour. El público, mayoritari­amente francés, no le perdona al británico las intensas sospechas de dopaje y lo abuchea, lo saliva y hasta en algún caso lo ha empujado y tratado de hacerlo caer, por ahora sin éxito. La hostilidad para con su equipo, Sky, es tal que algunos rivales prefieren circular lejos de los integrante­s de esa escudería, para evitar problemas.

El gerente de Sky criticó al público, pero Froome y Thomas se mostraron prudentes. “Nos sentimos seguros. No todos los aficionado­s están con nosotros en los ascensos, pero no nos sentimos amenazados. No es fácil competir en ruta abierta. Esto no es fútbol. Confiamos en que todos se comporten bien y nos dejen correr”, apaciguó el galés Thomas, que acepta los abucheos pero reclama que no haya agresiones físicas.

El repudio a Froome, que fue exonerado antes del Tour respecto a dos excesos en niveles de salbutamol, es el más grave de los percances de una carrera en la que bengalas afectaron a protagonis­tas en el famoso ascenso a Alpe d’Huez (la policía las prohibió por el resto de la carrera) y que le costó al italiano Vincenzo Nibali, campeón de 2014, una fractura de vértebra por la caída que le causó enganchars­e su bicicleta con la correa de la cámara de un espectador invasivo. Así, el Tour se quedó sin uno de sus favoritos.

Tal el costo de un público en varios casos desatado en 2018. Por ahora, el puntero es Thomas, pero como miembro de Sky y compañero de Froome debe cuidarse de algo más que sus contendien­tes por la victoria final...

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