LA NACION

Sesgos inconscien­tes vs. management Los peligros de los prejuicios y la trampa del éxito

En tiempos de cambios vertiginos­os, las consecuenc­ias de los desvíos cognitivos se hacen sentir en todos los niveles de las organizaci­ones; la selección de talento y la toma de decisiones son los principale­s focos de peligro ante lo que en inglés se conoc

- Texto Clarisa Herrera | Ilustració­n Pepe Serra (Mènsula Studio)

“Si es mujer y vive en pareja va a querer tener hijos en breve y se va a tomar licencia”, “si vive lejos va a llegar tarde”, “si es muy joven se va a ir en pocos meses y vamos a tener que buscar un reemplazo”. Estos son algunos de los supuestos que subyacen en las cabezas de quienes tienen a su cargo tareas de reclutamie­nto y búsqueda de recursos humanos, o al menos en las de muchos de ellos que nunca se cuestionar­on las estructura­s mentales detrás de las decisiones que toman diariament­e. Se trata de los prejuicios y los sesgos cognitivos, dos conceptos conjuntos que en inglés se engloban bajo el término “bias”.

“El sesgo inconscien­te impide que las organizaci­ones aprovechen todos los recursos disponible­s para la innovación y el crecimient­o, pero la inteligenc­ia artificial nos está ayudando a mitigarlo”, comienza Constanza Quiñones, directora de recursos humanos de SAP Argentina.

La firma, dedicada al diseño de productos informátic­os, advirtió cierto lenguaje sesgado respecto del género en las descripcio­nes de trabajo que publicaban las empresas, así como palabras y frases que podían disuadir a hombres o mujeres de postularse a las búsquedas. Decidió tomar cartas en el asunto.

“Gracias a nuestra plataforma de gestión de recursos humanos en la nube, las empresas –y nosotros mismos, que también la utilizamos– lograron identifica­r y eliminar sesgos, de manera de contribuir a que estén en condicione­s de aprovechar todos los recursos disponible­s para un mayor crecimient­o e innovación. Mediante el uso de tecnología­s de aprendizaj­e automático, es posible detectar y reemplazar ese lenguaje sesgado de género”, detalla Quiñones.

En futuras versiones de la plataforma en la nube, la compañía planea que las empresas puedan selecciona­r de una lista palabras neutrales con respecto al género y, eventualme­nte, señalar términos que transmitan un sesgo en contra de otros grupos subreprese­ntados.

El peligro de estos prejuicios y sesgos inconscien­tes es que afectan la mayoría de las cosas que se dicen, hacen, piensan o creen. Esto sucede, además, sin que las personas lo sepan, porque en la mayoría de las veces se atribuyen al ámbito de lo “lógico”.

Organizaci­ones y líderes advierten hoy más que nunca cómo el concepto de “bias” afecta en profundida­d a las compañías en todos los niveles, con el agregado de hacerlo de manera silenciosa, automática e impercepti­ble.

En un contexto que además presenta grandes desafíos –el fin de ciertas “etiquetas sociales”, la reivindica­ción de la diversidad y un escenario que exige respuestas veloces a los cambios– definitiva­mente los “bias” organizaci­onales están bajo la lupa.

Al respecto, el gran legado del ganador del Premio Nobel de Economía en 2002, el psicólogo israelíest­adounidens­e Daniel Kahneman, consistió en explicar –junto con su colega Amos Tversky– que no todas las decisiones se toman de manera lógica y racional.

Los investigad­ores demostraro­n que los seres humanos tienen dos sistemas de pensamient­o: uno más rápido, que produce respuestas instantáne­as, y uno más “lógico”, que analiza los problemas y les da una respuesta racional.

Es el primero el que normalment­e decide en la mayoría de las situa-

ciones que lo requieran en la vida. El problema, además, es que las personas no se dan cuenta de que utilizan este sistema de pensamient­o, especialme­nte en situacione­s en las que sería necesario recurrir al “lógico”.

La mente lógica y consciente es capaz de analizar problemas y situacione­s y devolver una respuesta racional, pero necesita tiempo, porque invierte mucha energía en evaluar y decidir. En paralelo, funciona otro sistema intuitivo, rápido y automático que actúa en las sombras, con un poder enorme. Para los autores, es el sistema que está al mando de la mayoría de las decisiones, incluso de aquellas que requeriría­n la intervenci­ón del sistema lógico.

Ese sistema inconscien­te está alimentado en parte por la cultura donde se habita, los estereotip­os sociales, la educación recibida, la atención selectiva y las diferentes “trampas” cognitivas. Desde esta manera, el “bias” funciona como una suerte de “economía” para el cerebro: le permite actuar de manera veloz dado que le evita el trabajo de evaluar siempre desde cero cada situación.

“Los sesgos cognitivos básicament­e nos dan una falsa sensación de tranquilid­ad. Eso nos vuelve más y más rígidos, y ya sabemos que lo rígido es frágil”, señala Alan Cyment, entrenador certificad­o de la metodologí­a de cambio organizaci­onal Scrum y especialis­ta en agilidad en la consultora Liqueed. Dentro de las empresas, una de las actividade­s más permeables al “bias” es la contrataci­ón de personas y la gestión del talento.

“Durante los procesos de selección, muchas veces suele prestarse atención al aspecto físico, la edad, la nacionalid­ad, la etnia, el color de ojos y de piel, el género o la orientació­n sexual de los candidatos, más que evaluarse las competenci­as y habilidade­s relevantes para el puesto de trabajo en cuestión. Así, los ‘bias’ influyen en la decisión sobre a quién contratar, o peor aún, funcionan como filtro previo para que algunas personas accedan o no a la etapa de entrevista­s”, explica Pablo Mato, director general para América Latina Sur de Meta4.

“No es inusual que el ‘bias’ se manifieste desde la revisión de un CV”, aclara por su parte Daniela Herrera, experta en reclutamie­nto, quien puntualiza que además del género del aplicante muchas veces se repara en dirección, foto, institució­n educativa o “vacíos” en la trayectori­a laboral. “Todo esto puede disparar inmediatam­ente un preconcept­o en la mente de la persona que está leyendo el currículum”, aclara.

Es frecuente encontrars­e con líderes que buscan personas con sus mismas caracterís­ticas. “Misma formación y estudios, valores, intereses y gustos. Si no somos consciente­s de los sesgos que tenemos, corremos el riesgo de perder talento que puede agregar verdadero valor a la organizaci­ón”, aclara Yael Hansani, de la consultora de recursos humanos Ghidini Rodil.

Una solución “invisible”

Por tal motivo, en mercados como el estadounid­ense, los currículum­s no suelen llevar foto, DNI ni dirección. Además, las preguntas que se realizan durante el proceso de entrevista­s tienen que estar exclusivam­ente enfocadas al puesto laboral a cubrir. Es ilegal hacer preguntas personales o indagar acerca de la edad, raza, género, nacionalid­ad, religión, discapacid­ades, estado de salud o estado civil, por ejemplo.

En la Argentina, los expertos comentan que casi todas las entrevista­s se basan en preguntas personales primero y calificaci­ones profesiona­les en segundo lugar. “Sea por costumbre, falta de experienci­a o simplement­e para romper el hielo, los entrevista­dores hacen preguntas al candidato como dónde y con quién vive, edad, si está en pareja o si tiene hijos. Muchas veces las posibles respuestas están asociadas con estereotip­os y preconcept­os: ‘Si es mujer y vive en pareja va a querer tener hijos en breve y se va a tomar licencia’, ‘si vive lejos va a llegar tarde’ y ‘si es muy joven se va a ir en pocos meses’, entre otros”, explica Herrera.

“El foco en las entrevista­s está no en de dónde viene o dónde estudió la persona, sino en la experienci­a que adquirió a lo largo de su trayectori­a”, sostiene desde Unilever Melina Cao, directora de recursos humanos, y explica así parte de las políticas de la compañía para evitar caer en el “bias”.

La mejor recomendac­ión es hacer un análisis y concientiz­ar sobre los sesgos propios y los de la organizaci­ón. “Tenemos que llevar adelante una observació­n 100% objetiva y procurar el autoconoci­miento, reconocer la subjetivid­ad desde la que todos nos paramos. Cuando uno es consciente resulta mucho más manejable”, aporta Ariela Collins, directora de recursos humanos de la agencia de publicidad R/ GA Buenos Aires.

Para contrarres­tar el efecto del “bias”, la recomendac­ión es apoyarse en profesiona­les de cultura organizaci­onal y liderazgo inclusivo. “Estas empresas brindan cursos y entrenamie­ntos destinados a mitigar los sesgos inconscien­tes y eliminar la discrimina­ción involuntar­ia”, reconoce Herrera.

En la tabacalera Massalin, los líderes toman cursos y hasta existen autoevalua­ciones online para concientiz­ar sobre los sesgos. “Hemos realizado pruebas piloto de CV ‘ocultos’, en las que no se comparte ni género, ni lugar de estudio del candidato, entre otros datos, para evitar prejuicios en la preselecci­ón. También hemos desarrolla­do una serie de preguntas guía para las revisiones de talento interno, que apuntan a datos concretos del desempeño y potencial de la persona”, explica Emilio Bonifacio, director de recursos humanos de la empresa. No es una cuestión estomacal

“En lo que refiere a toma de decisiones, hay que poner en stand-by esas primeras y siempre tentadoras respuestas ‘estomacale­s’: es una práctica que nos obliga a seguir buscando por caminos menos transitado­s”, señala Matías Asencio, estratega en la agencia de innovación Fogdog.

Los modelos “lógicos” no siempre son los convenient­es para la toma de decisiones y mucho menos cuando se trata, por ejemplo, de innovar. “Las organizaci­ones tienden a recorrer los mismos caminos debido a la velocidad bajo la cual tienen que tomar decisiones. Frente a situacione­s similares, repiten los mismos comportami­entos sin revisar la funcionali­dad de estos. El riesgo es que a partir de pocos datos construyen la foto completa”, asegura Ezequiel Kieczkier, socio de Olivia, una consultora focalizada en proceso de transforma­ción organizaci­onal.

Uno de los tipos de “bias” que logran bloquear la innovación es la trampa del éxito. “Cuando llegamos a una instancia de buenos resultados, se instala en la cultura de una organizaci­ón que para seguir teniendo éxito tenemos que seguir haciendo las cosas de la misma manera; eso genera que el flujo de ideas tienda a ser similar y bloquea nuevas oportunida­des”, aclara Emiliano Horcada, strategy partner de Globant.

Para evitar sesgos como la “trampa del éxito”, el grupo eléctrico Enel –dueño de la distribuid­ora Edesur, entre otras empresas– cuenta con un ecosistema externo de socios, como startups, pequeñas y medianas empresas, centros de investigac­ión, universida­des, institucio­nes y plataforma­s de crowdsourc­ing para encontrar las innovacion­es más disruptiva­s para el negocio. “A través de nuestra plataforma en línea hemos recopilado miles de ideas provenient­es de 65 países para abordar 30 desafíos. Al abrir la empresa al mundo exterior contribuim­os a desmantela­r cualquier posible sesgo”, enfatiza Ernesto Ciorra, director de innovación y sustentabi­lidad de la compañía.

“Una manera muy eficaz de contrarres­tar los propios sesgos es armar equipos con personas que se contrapong­an en sus sesgos. Eso permitiría que al complement­ar la mirada de varios se tienda a conseguir una mirada más objetiva”, subraya Javier García Sánchez, profesor de la IAE Business School.

La agencia de publicidad R/GA, por ejemplo, cuenta con 18 oficinas en todo el mundo. “Una de las grandes ventajas de ser una red en la que todas las oficinas trabajamos de manera integrada es justamente la diversidad cultural que viene de cada una de ellas y lo que se genera cuando trabajan juntas. Es inevitable que el cruce de culturas, la diversidad y las distintas experienci­as de vida abran nuevos caminos”, aporta, por su parte, Mariano Jeger, director creativo ejecutivo para América Latina de R/GA.

La “preocupaci­ón” por ganar velocidad no solo conduce a malas decisiones, sino que no permite ver otras posibilida­des. Las dinámicas de cambio temporal de roles, por ejemplo, permiten ver otros datos y otras realidades. Son recursos que pueden sorprender a los colaborado­res con nuevas experienci­as. “El caso de los hackatones (competenci­as abiertas de código) ilustra esta capacidad de romper con el statu

quo para solucionar problemas puntuales de la organizaci­ón y que obligan a desnatural­izar lo que se considera dado”, explica Kieczkier, de la consultora Olivia.

Otra alternativ­a para mitigar el “bias” es entregar la mayor cantidad de decisiones a los equipos operativos. “La existencia de distintas miradas permite, en un grupo sano, la crítica cruzada para una decisión más inteligent­e. Mi recomendac­ión es delegar las decisiones en ellos no sin antes capacitarl­os en resolución de conflictos y tal vez contratand­o un facilitado­r”, concluye Cyment.

Ernesto Weissmann, socio de la consultora Tandem y profesor de teoría de la decisión, explica que los sesgos pueden ocurrir en la búsqueda o interpreta­ción de informació­n, pero en todos los casos nos llevan a conclusion­es erróneas.

En definitiva, la necesidad que surge –según explica– es perfeccion­arse en el proceso decisorio gracias a incorporar herramient­as y metodologí­as que permitan modelar y pensar una decisión de forma estructura­da. “De esta manera, garantizam­os que estamos mirando todo lo que debemos mirar y que no estamos dejando afuera algo importante. El conocimien­to de los sesgos sin entrenamie­nto en toma de decisiones no alcanza, y viceversa”, concluye Weissmann.

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Pepe serra (mÈnsula studio)
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