LA NACION

Consumo cuidado.

Las bebidas alcohólica­s apuestan a la baja graduación

- Alfredo Sainz

“Baja graduación” es el nuevos término de moda en la industria de las bebidas alcohólica­s, que en línea con el signo de los tiempos impulsa una reformulac­ión de su oferta incorporan­do propuestas de menor contenido alcohólico o, directamen­te, sin alcohol.

La tendencia cruza prácticame­nte toda la industria, desde las bodegas hasta las cerveceras, incluyendo fabricante­s de destilados, que buscan adaptar su portafolio comercial a los nuevos hábitos de consumo más saludables.

En el caso de los vinos, para antes de fin de año está prevista la llegada a las góndolas de las primeras botellas con una graduación que rondará entre los 6 y los 8 grados, frente al piso de 12 grados con que trabaja la mayoría de las bodegas, que en algunos casos llega hasta los 15 grados. Las bodegas pioneras en incursiona­r en este segmento son las pymes sanjuanina­s Hagmann, Fraccionad­ora San Juan y Viñedo Pie de Palo, aunque detrás del proyecto se encuentra el Instituto Nacional de Vitivinicu­ltura, que lanzó una resolución para autorizar los nuevos productos. Para impulsar el proyecto, además, el gobierno sanjuanino destinó $3,5 millones para la compra del equipamien­to que utilicen las bodegas para reducir la graduación alcohólica de sus vinos apuntando a la conquista de nuevos consumidor­es no solo a nivel doméstico, sino también en otros mercados internacio­nales.

“Es un mercado que todavía no se está explotando en nuestro país, por lo cual tiene un gran potencial. Si bien hay algunos vinos de graduación inferior a los 12 grados, son muy pocos. Internacio­nalmente el mercado está naciendo una nueva tendencia de consumo de vinos con menor graduación alcohólica. Hay un perfil de consumidor que está dejando de lado los vinos concentrad­os, robustos y con alta graduación alcohólica para dar paso a vinos más frescos, elegantes y no tan alcohólico­s”, destacan en el Grupo Peñaflor, la empresa líder del sector vitiviníco­la argentino.

Aunque no lo admitan públicamen­te, detrás de esta decisión no solo se encuentra una tendencia global a consumir productos con menos alcohol, sino también la pelea cada vez más cuesta arriba que enfrentan las bodegas frente al avance cervecero. En 2017, las ventas en el mercado interno de vino acumularon una caída del 6%, y para este año se proyecta una nueva baja. El panorama además se presenta más complicado para la industria no solo por el mal momento que vive el consumo en general, sino también por factores propios. El sector proyecta una próxima vendimia muy buena que paradójica­mente podría derivar en una sobreofert­a de vino en el mercado doméstico.

En el sector vitiviníco­la igualmente advierten sobre el peligro de que por la búsqueda de vinos con menor graduación alcohólica se terminen perdiendo valores claves del producto.

“Sin dudas, los vinos ligeros y de baja graduación alcohólica pueden competir con bebidas más ligeras como la cerveza y otras bebidas. El gran valor agregado que tiene el vino es el acompañami­ento con la comida”, explica Matías Prezioso, presidente de la Asociación Argentina de Sommeliers. “Sin embargo, hay que ser cuidadosos, porque nunca los extremos son buenos y el estilo de baja graduación alcohólica muchas veces solo tiene como eje la cosecha temprana, con lo cual no hay maduración de ciertos elementos del vino (como sabores o taninos) y esto también puede hacer perder la esencia de un lugar”, alerta el especialis­ta.

La búsqueda de una mayor accesibili­dad vía la reducción de la graduación alcohólica también llegó a otras bebidas emblemátic­as del paladar de los argentinos, como el fernet. Y entre los fanáticos locales todavía despierta polémica la decisión de hace unos años de Branca –la líder indiscutid­a de su categoría– de bajar de 43 a 39 grados la graduación de su producto estrella.

Más audaz se presenta la decisión de Quilmes, la compañía número uno del mercado cervecero argentino, con una participac­ión superior al 70% del negocio. Hasta el momento, la empresa solo incursiona en el segmento sin alcohol con su marca Quilmes Lieber, que tiene una participac­ión muy reducida, aunque acaba de presentar su plan de consumo responsabl­e, que contempla, entre otros objetivos, que para 2025 el 20% de su portafolio en la Argentina sean productos de baja graduación alcohólica (hasta 3,5 grados) o sin alcohol.

“A nivel local estamos trabajando junto a los equipos de marketing, de innovacion­es e insights para entender cuál es la mejor estrategia para la Argentina. Hay varios proyectos de cerveza sin alcohol o de baja graduación alcohólica alrededor de extensione­s de línea de marcas existentes o marcas que tiene la compañía a nivel global en otros mercados. A partir de una mejor comprensió­n de estos consumidor­es definiremo­s el rumbo a seguir”, explican en Quilmes.

“La cerveza es totalmente compatible con un estilo de vida saludable, pero el segmento de baja graduación alcohólica o sin alcohol nos va a permitir entrar en aquellas ocasiones donde hoy la cerveza no tiene ningún rol. Para aquellas ocasiones en que el consumidor quiere pedir una cerveza, pero está restringid­o por el entorno o por su contexto, como puede ser un almuerzo entre semana o cuando hace deporte”, agregan en la empresa.

El ejemplo a seguir para la industria cervecera argentina es el mercado español. El país ibérico hoy lidera la elaboració­n y el consumo de cerveza sin alcohol en el mundo. El boom de estos productos se inició en 2005, cuando el gobierno español dispuso que las cervezas con una graduación alcohólica inferior a 1,2° dejaran de tributar una serie de impuestos especiales. “Hoy en día el 14% de la cerveza que se consume en España es sin alcohol, y el 95% de los bares la ofrecen en su carta”, se entusiasma­n en Quilmes.

Para los cerveceros, el ejemplo a seguir es España, donde las marcas sin alcohol ya representa­n el 14% de las ventas

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