El sex symbol y estrella del cricket reconvertido en figura política
El legendario jugador de cricket y sex symbol internacional Imran Khan podría ser el nuevo primer ministro de Paquistán, una república islámica con armas nucleares.
Khan se hizo famoso en las canchas de cricket del mundo y en las pistas de baile de los boliches de Londres. Pero en las dos décadas que pasaron desde que se volcó a la política y empezó a luchar para convertirse en el máximo líder de su país, Khan fue manifestando una compleja transformación.
Desde entonces, Khan abrazó la práctica devota del islam, despotricó contra Estados Unidos, y dejó atrás su vida de fiestas, aunque el símbolo de su partido político aún es un palo de cricket. Y para las elecciones que se celebraron ayer en Paquistán, Khan era el líder partidario con mayores chances de emerger con posibilidades de formar gobierno y convertirse en primer ministro (ver aparte).
Khan goza de una genuina popularidad en todo el país y mantiene relaciones cordiales con las poderosas fuerzas militares. Usó su celebridad, su carisma y su dinero para hacer campaña contra la corrupción, tal vez el mayor punto de consenso en una nación pobre y muy fragmentada.
Los paquistaníes han visto cómo una dinastía tras otra se enriquecían mientras el país se iba al tacho. La decadencia y falta de mantenimiento de los hospitales públicos es alarmante, la mortalidad infantil alcanza los niveles más altos del continente asiático y miles de jóvenes paquistaníes escapan al extranjero para trabajar como choferes, empleados de limpieza o albañiles, debido a la falta de trabajo en su país.
Khan se presenta a sí mismo como el antídoto populista para todo eso. “No está involucrado en ningún escándalo de corrupción, algo muy raro en Paquistán, especialmente entre los políticos”, dice Raza Rumo, un prestigioso periodista paquistaní y analista político del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad Cornell.
Pero en este caso, el éxito de Khan no se explica simplemente por su historial impecable. Hay crecientes evidencias de una extensa manipulación política por parte de los altos mandos militares del país. Las asociaciones civiles y los adversarios políticos de Khan acusan a los militares de apuntarles selectivamente a los opositores del candidato y de acallar a la prensa crítica.
Hace menos de dos semanas, fue encarcelado Nawaz Sharif, tres veces primer ministro y líder del que fue el principal partido político del país, la Liga Musulmana de Paquistán (LMP-N). Sharif fue destituido hace un año por la Corte Suprema, a través de un fallo que, según el consenso mayoritario, se debió a las presiones del ejército.
A pesar de sus ventajas, Khan no había obtenido hasta ahora grandes éxitos en su carrera política, pero ahora, finalmente, tal vez tenga demasiado a favor como para fracasar. Khan tiene una voz grave y un hablar confiado y relajado, con los pies en la tierra, y al mismo tiempo un poco lejano. Y no se cansa de repetir que no es el candidato del ejército, aunque manifiesta su apoyo a los militares, quienes gobernaron el país durante gran parte de su historia.
Muchos analistas desconfían de la independencia de Khan. “Es un títere”, dice Christine Fair, politóloga de la Universidad de Georgetown. “Llegó a donde llegó por el ejército y el servicio de inteligencia militar, que organizaron chanchullos preelectorales de todo tipo, y lo harán también el día de las elecciones, para asegurarse el triunfo de la coalición liderada por Khan”, añade.
¿Cómo gobernaría, entonces, Khan? Paquistán es país crucial: es la sexta nación más poblada del mundo, tiene armas nucleares y es un punto geopolítico candente, debido a su larga enemistad con la India y su apoyo a milicias en terceros países, como los talibanes en Afganistán.
Khan ha dicho que le gustaría hacer las paces con la India. Y aunque criticó la violencia de los talibanes, también defendió públicamente los objetivos de la agrupación. En ese sentido, critica duramente a Estados Unidos y se quejó en fuertes términos por los ataques con drones sobre Paquistán, al calificar como “una locura” la guerra contra el terrorismo.
En el plano interno, Khan la tendrá complicada. La economía de Paquistán sigue cuesta abajo y gran parte de la infraestructura pública está al borde del colapso, incluido el suministro eléctrico y de agua potable.
Aunque los atributos personales de Khan para gobernar son todavía desconocidos, desde 2013 su partido gobierna la inmensa pero poco poblada provincia de Khyber Pakhtunkhwa. Si su partido no ganara por aplastante mayoría, las cosas podrían complicarse. El resultado dejaría un Parlamento fracturado.
Khan tiene 65 años y tuvo una vida fascinante, aunque no siempre coherente. Nacido en el seno de una familia privilegiada, se educó en Oxford, fue amante de numerosas mujeres bellas y famosas, y fue una superestrella del deporte, considerado como uno de los mejores jugadores de cricket de la historia: su experiencia de vida no podría ser más distinta a la del pueblo paquistaní.
Pero ahora muchos musulmanes conservadores de Paquistán le perdonan su licencioso pasado. “Lo que haya hecho en el pasado es asunto suyo”, dice Tanveer Haider, un operador de grúa paquistaní que trabaja en Medio Oriente y que este fin de semana se hizo una escapada a Paquistán para poder votar por Khan. “Me parece importante lo que puede hacer por el país. De todos los políticos, es el que más puede hacer”.
Los analistas dicen que los paquistaníes quieren desesperadamente un cambio, y que Khan representa eso.
“Los grandes sectores urbanos, no todos los paquistaníes, están cansados del bipartidismo”, señala el periodista y analista político Rumi. “Sienten que hay que pasar a otra cosa, y que Khan es la salida”.