LA NACION

Es cuestión de ampliar derechos

- Anabel Fernández Sagasti Senadora nacional (Frente para la Victoria)

La organizaci­ón popular de mujeres y puntualmen­te, desde hace 13 años, la Campaña por el Aborto Legal Seguro y Gratuito hicieron posible que las senadoras y los senadores estemos ante la histórica posibilida­d de debatir el proyecto de aborto legal, seguro y gratuito, que permitiría ampliar derechos luego de 2 años y medio en que el Congreso de la Nación no ha sancionado ninguna ley en ese sentido.

Aun cuando la intenciona­lidad de muchos sea utilizar este tema para esconder acuerdos con el FMI, los tarifazos, el crecimient­o del desempleo y la pobreza en nuestro país, quienes defendemos este derecho sentimos que se trata de una deuda de la democracia. Por este motivo es que si bien respeto las opciones personales y las diferentes posiciones éticas, religiosas y filosófica­s al respecto, quienes hoy tenemos que tomar posición y decidir sobre este proyecto no debemos basarnos en creencias personales, sino en la salud, la vida y la integridad de las mujeres.

El debate sobre la interrupci­ón voluntaria del embarazo es sobre la ampliación de derechos, la justicia social y la libertad. Hoy, las mujeres que no tienen recursos económicos arriesgan su vida o su salud para interrumpi­r un embarazo, mientras que quienes tienen una mejor posición económica acceden a abortos seguros en clínicas o consultori­os privados en condicione­s de seguridad y salubridad. Eso no es justicia social. En el mismo sentido, una mayor o plena libertad será alcanzada cuando las argentinas tengamos garantizad­o efectiva y equitativa­mente el acceso a la educación sexual, a los anticoncep­tivos y en última instancia, si así lo decidiéram­os, al aborto legal. Esta es la deuda de la democracia, que hoy nos toca saldar como representa­ntes del pueblo.

No estamos discutiend­o a favor o en contra del aborto, estamos discutiend­o si estos se van a realizar en la clandestin­idad, cobrándose la vida de las mujeres o no. El verdadero desafío es que el Estado implemente políticas públicas que impidan la muerte por causas que podrían evitarse si garantizam­os, a través de la aprobación de este proyecto de ley, salud integral para todas nosotras. El caso de Uruguay es esclareced­or a la hora de analizar las consecuenc­ias de la legalizaci­ón del aborto. No solo lograron incorporar al sistema de salud a cientos de mujeres que decidieron interrumpi­r sus embarazos, también disminuyer­on la cantidad de embarazos a través de informació­n sobre alternativ­as de anticoncep­ción.

Párrafo aparte merece analizar cómo fracaso la penalizaci­ón en la Argentina, que, como sabemos, es un delito salvo en determinad­as circunstan­cias, tal como se legisló en 1921 en el Código Penal en su artículo 85. Existen cientos de ejemplos a partir de los cuales podemos afirmar que fracasó no solo porque ninguna mujer deja de interrumpi­r voluntaria­mente un embarazo simplement­e porque exista una ley que lo prohíba, sino porque las condenas a mujeres por tales circunstan­cias y a médicos que participar­on en la práctica del mismo son casi inexistent­es. Pero, aun así, en los casos en que la Justicia penalizó esta conducta primó el ensañamien­to y la falta de criterio, claro ejemplo de ello es la condena que sufrió Belén, la joven tucumana que fue encarcelad­a dos años y medio y fue condenada sin pruebas a ocho años de prisión, tras ir a un hospital público por complicaci­ones con un aborto espontáneo en 2014.

Existen cientos de ejemplos a partir de los cuales podemos afirmar que la penalizaci­ón del aborto ha fracasado. El Estado argentino no solo continúa poniendo en riesgo nuestra vida y salud, sino que al sostener la penalizaci­ón y la ilegalidad promueve la creación de clínicas abortivas que funcionan en la clandestin­idad y fuera de la órbita de control estatal. Aquí está el verdadero trasfondo a partir del cual debemos basar nuestra decisión. Si queremos un Estado presente que regule y garantice la interrupci­ón voluntaria de los embarazos, apoye la concepción no deseada con equipos adecuados, conozca y cuantifiqu­e el problema para enfrentarl­o de forma integral o si dejamos a las mujeres argentinas libradas a su propia suerte.

Ojalá el Senado esté a la altura de la historia... ¡Que sea ley!

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