LA NACION

Patalano, figura clave en el inicio y despedida de la cantautora

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El terreno fértil de la obra de esta gran artista fue un festín para el productor y director teatral italiano radicado en la Argentina Lino Patalano, que hace de todo lo que toca un suceso. Con una trayectori­a tan extensa en producción artística, resumir su contacto con la escritora, cantante y compositor­a, a la que conoció personalme­nte, puede llevar varias páginas, pero él lo sintetiza perfectame­nte en unas pocas palabras. “Fui el debut y la despedida de María Elena Walsh. El debut, porque cuando yo trabajaba en el Teatro Regina, que era por donde pasaba todo primero, ahí fue el primer concierto de Ástor Piazzolla, de Mercedes Sosa, del Gato Barbieri, de Ernesto Sabato y Eduardo Falú haciendo Romance de la muerte de Juan Lavalle, La vuelta manzana, de Hugo Midón, e incluso la primera actuación de María Elena. Yo era secretario privado de María Luz Regás y asistente de dirección, luego, de Luis Motura, responsabl­e de la revolución del teatro moderno a mi entender. Ellos la convencier­on de hacer una semana de espectácul­o en el Regina. Las entradas se agotaron a las pocas horas y finalmente hizo tres meses y se pasó al Embassy. De ahí al Maipo, donde estrenó El viejo varieté. Y fui parte de su despedida porque, en 1978, tomé la dirección artística del Bauen, el hotel que se hizo para el Mundial, armé un programa lleno de platos fuertes y, obviamente, la llamé. Fue la última vez que cantó en vivo. Estuve también para ver eso, era un ser espectacul­ar”.

–¿Cómo era María Elena, qué recordás de ella?

–Era muy especial, tenía un humor particular, no éramos amigos, pero teníamos un vínculo profundo en lo artístico. Era sumamente ocurrente, las salidas que tenía eran maravillos­as. Por ejemplo, se quejaba siempre en el Bauen con el sonidista y el último día le reconoció: “Disculpame, pero la verdad es que soy medio sorda de esta oreja”. Otra anécdota divertida y famosa es que una vez le dijo, en plena dictadura, a un ejecutivo del Banco Central o ministro de Economía que era muy buenmozo: “Sea bello y calle”. Eso la pinta de cuerpo entero.

–¿Cómo se gestó este espectácul­o?

–Hace uno o dos años que venimos hablando para hacerlo con la nacion. El proceso más importante comenzó cuando Sara Facio nos abrió las puertas de su legado, su archivo personal con material inédito, y nos fuimos metiendo y sorprendié­ndonos con Valeria Ambrosio de su actualidad, su gran vigencia, esa materia graciosa, ingeniosa, de la que está hecha su arte. Lo concebimos más cercano a lo que sería una reivindica­ción, a mostrar un personaje, pero no en un solo aspecto, porque muchos la conocen solo como poeta, cantautora o por la literatura infantil, y ella era multifacét­ica, infinita, abarcó mucho con interminab­le talento. Merece esto y mucho más.

–¿Creés que le hubiera gustado?

–Sí, yo no creo en la muerte. Creo que cambiamos de estado, y que ella esta acá dándonos directivas, feliz en cada ensayo, porque a ella no le gustaban los homenajes y esto no lo es. Son sus palabras vivas.

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