LA NACION

La Argentina, ¿un país con futuro?

A pesar del enorme potencial con el que contamos, las inversione­s no terminan de consolidar­se

- Juan Procaccini Managing partner de Moebius Capital Group y extitular de la Agencia Argentina de Inversione­s y Comercio Internacio­nal

Continuame­nte pensamos que nuestro país no tiene solución, que no tiene futuro, y que segurament­e tendremos otra crisis pronto. Esta visión nos lleva a ser sumamente cortoplaci­stas en nuestro accionar, a ser oportunist­as sin pensar en un futuro de medio a largo plazo, proyectand­o crecimient­o sustentabl­e, inversión y desarrollo. Finalmente, esta forma de encarar la realidad es la que nos atrapa y no nos deja progresar.

El Presidente basó gran parte de su estrategia de campaña en convencer a los argentinos de que estamos para más, de que si todos trabajamos con optimismo mejoraremo­s el país. Que podemos estar mejor. Con esta estrategia logró ser electo, pero lamentable­mente los desafíos macroeconó­micos y las dificultad­es políticas generaron nuevamente la sensación de fracaso actual.

Es bueno recordar que la Argentina es un país sumamente rico. Es el octavo país más grande del mundo en tamaño, con abundante tierra fértil y agua potable, que le permite generar una producción de alimentos para más de 400 millones de habitantes. Tiene excelentes recursos energético­s, desde el segundo reservorio de shale gas del mundo hasta excelentes –casi únicos– factores solares y de viento para el desarrollo de energías renovables. También cuenta con uno de los recursos más buscados actualment­e en el mundo, como es el litio –conformand­o con Bolivia y Chile el “Triángulo del Litio”, que representa casi el 80% de las reservas mundiales– y, además, con muchos otros recursos minerales con potencial de exportació­n gigantesco. Simplement­e reconocien­do que compartimo­s la Cordillera de los Andes con Chile y ellos exportan cerca de US$35 billones por año contra los US$3 billones que exportamos desde la Argentina, damos cuenta del enorme potencial del sector. Además, tenemos una población joven y contamos con una clase media educada, con dominio del idioma inglés, con capacidad emprendend­edora y preparada para reaccionar ante desafíos y obstáculos de manera flexible y rápida. Mucho más preparada, en general, que varios de los países de la región latinoamer­icana. Con 43 millones de habitantes somos un mercado interesant­e por tamaño, pero si sumamos nuestros socios del Mercosur, llegamos a casi 300 millones de consumidor­es, un mercado sumamente atractivo para cualquier jugador internacio­nal.

Entonces, ¿por qué no logramos transforma­rnos en un país con bienestar económico sustentabl­e? El problema es que todos estos recursos y capacidade­s no se logran desarrolla­r sin una inversión significat­iva y sostenida con visión de largo plazo. Para atraer este tipo de capitales, necesitamo­s ser creíbles y previsible­s política y económicam­ente en el tiempo. Somos considerad­os poco confiables y tenemos un país que en los últimos 60 años ha gastado más de lo que genera. Si no resolvemos estos temas, no lograremos atraer el capital necesario para desarrolla­rnos como país.

Lo primero que intentó el Gobierno fue resolver la falta de confianza de los países líderes. Varios funcionari­os viajaron mucho para recomponer los lazos rotos durante el kirchneris­mo, se compartier­on los planes de gobierno con las reformas que rápidament­e se llevaron adelante para liberar la economía, se reforzaron institucio­nes y se trasparent­aron procesos y áreas de gobierno para disminuir el riesgo de corrupción. Se aprobó la ley de PPP (Participac­ión Público Privada) como esquema de desarrollo e inversión en proyectos claves para el país. Se plantearon planes ambiciosos de infraestru­ctura con inversione­s que permitiría­n mejorar la logística y se atacaron costos impositivo­s y laborales para mejorar la competitiv­idad argentina.

Todo esto generó rápidament­e interés y atención del mundo inversor, pero no fue suficiente. Las dificultad­es para controlar la inflación y el déficit, combinado con el impuesto a la renta financiera para extranjero­s, la tremenda sequía en nuestro país y un mundo que no nos acompañó –Brasil debilitado, suba de tasas en EE.UU., guerra comercial– nos llevaron a una crisis cambiaria que volvió a asustar a los mercados internacio­nales, afectando nuevamente el apetito inversor en la Argentina, que concluyó en un acuerdo con el FMI para asegurar el financiami­ento.

Ahora se viene un proceso de ajuste para poder desde una base económicam­ente sustentabl­e, crecer. Este proceso llevará a reducir inversión en obra pública, quizás reducir personal en el gobierno nacional, disminuir transferen­cias a las provincias y ajustar el apoyo social, para luego caer en la campaña presidenci­al del año próximo. Todo esto segurament­e postergará una vez más la inversión de largo plazo.

Sin embargo, tenemos una oportunida­d por delante. Si respetamos nuestros compromiso­s cumpliendo los objetivos fijados por el FMI mientras que el país transita acuerdos entre todos los partidos políticos en un presupuest­o discutido pero apoyado, los sindicalis­tas aceptan las medidas de ajuste –aunque dolorosas– sin medidas de fuerza, sabiendo que ayudan a mejorar el país y los empresario­s acompañan con inversión y generación de empleo, el mundo va a empezar a confiar nuevamente en nosotros. Si esto ocurre, y logramos que la inversión extranjera directa alcance los niveles promedio del 4% del PBI como tiene la región (US$ 25 billones por año), en un futuro no muy lejano tendremos un país distinto. Ahora, si esto no ocurre, entonces segurament­e seguiremos siendo un país en vías de desarrollo con puro potencial.

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