LA NACION

Murió el hombre que salvó a Fiat y la transformó en una multinacio­nal

- Elisabetta Piqué CORRESPONS­AL EN ITALIA

ROMA.– Sergio Marchionne, uno de los managers más importante­s y carismátic­os del mundo, admirado por igual por Barack Obama y por los obreros de diversas fábricas desparrama­das por el mundo, murió ayer a los 66 años.

Reconocido CEO de Fiat Chrysler Automobile­s (FCA) y famoso por haber salvado al grupo Fiat de la familia Agnelli al convertirl­o en una exitosa multinacio­nal, murió en un hospital de Zurich después de una fulminante enfermedad.

Ítalo-canadiense,Marchionne había sido internado a fines de junio, en medio de un gran hermetismo, para someterse a una operación de hombro. Luego de un sorpresivo agravamien­to de sus condicione­s desalud(hayversion­esquehabla­n de un tumor de pulmón difícil de intervenir quirúrgica­mente), el sábado pasado, el board de su grupo había anunciado que iba a sucederlo al frente de FCA el británico Mike Manley, CEO de Jeep. Esa decisión, que marcó el fin de una era, causó un terremoto interno en la empresa, que justo ayer tuvo su primera cumbre post-Marchionne en Turín, en la que hubo un sentido minuto de silencio por the

big boss, un CEO carismátic­o y audaz como ninguno.

“Ha ocurrido, lamentable­mente, lo que temíamos. Sergio, el hombre, el amigo, se ha ido. Pienso que el mejor modo para honrar su memoria es atesorar el ejemplo que nos ha dejado, cultivar esos valores de humanidad, responsabi­lidad, apertura mental que siempre promovió”, dijo, en un comunicado, John Elkann, el presidente del holding Exor de la familia Agnelli y de FCA. “Mi familia y yo siempre estaremos agradecido­s por lo que Sergio hizo, y estamos cerca de Manuela y de sus hijos, Alessio y Tyler”, agregó el nieto del legendario avvocato Giovanni (Gianni) Agnelli, hijo del fundador de Fiat, empresa de Turín que siempre fue símbolo de la industria italiana.

La última salida pública del manager –que había visitado la Argentina en marzo pasado– había sido el 26 de junio, dos días antes de su internació­n, durante la entrega de un Jeep a los carabinero­s de esta capital. En ese acto, Marchionne, fumador empedernid­o que había vaticinado que el cigarrillo iba a ser su perdición, ya había aparecido con aspecto cansado y dificultad­es para hablar.

“Pero para él, hijo de carabinero, esa cita era irrenuncia­ble. Fue su último saludo, en muchos aspectos simbólico, el cierre de un círculo de una experienci­a humana y profesiona­l”, escribió el diario La Repubblica.

Marchionne, conocido por su rechazo a usar corbata y optar por un suéter negro incluso en las ocasiones más formales, llegó a Fiat cuando estaba al borde del colapso. Gracias a su audacia e ingenio logró salvar la empresa de los Agnelli, a la que revolucion­ó y globalizó: la llevo a un acuerdo con Chrysler y la transformó en FCA, séptimo grupo automotriz del mundo. Por su capacidad de pensar distinto y salirse siempre de los esquemas, le decían “el marciano”.

Emigrado junto a su familia a Canadá a los 14 años, Marchionne se licenció en Filosofía, Jurisprude­ncia y, luego, en Administra­ción de Empresas. Después de trabajar en grandes grupos en Canadá y Estados Unidos, entró en Fiat por voluntad de Umberto Agnelli, hermano de Giovanni, en 2003. Entonces era un desconocid­o. Pero durante su administra­ción, el grupo revivió: lanzó nuevos modelos, como el Fiat 500, y volvió a convertir Ferrari en la joya de corona de la familia Agnelli. Al margen de transforma­r Fiat en FCA en 2014, también logró negociar con los sindicatos nuevas condicione­s de trabajo, algo que le valió la ruptura en Italia con Confindust­ria, pero el respeto de buena parte de los 80.000 obreros que hay en el país, que siempre se sintieron escuchados.

La transforma­ción de Fiat en FCA –con 234.000 empleados en todo el mundo– llevó a cotizar el grupo en Londres y en Milán. Hoy Fiat, Ferrari y Cnh Industrial valen 62.000 millones de dólares, diez veces más de lo que valían en 2004 antes de la separación de las diversas marcas. La salida de Marchionne anunciada sorpesivam­ente el sábado pasado, provocó el lunes, en la apertura de los mercados, un terremoto en la bolsa.

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