LA NACION

El Español domina El pop

Tras el boom de “Despacito”, los charts ya aceptan el castellano

- para LA NACION Sebastián Chaves

En 1909, Arnold Schoenberg, el gran compositor austríaco que rompió con la tiranía de la tonalidad, entabló un intercambi­o epistolar con Ferruccio Busoni, también compositor, menos célebre, y oriundo de Italia. Entre los tantos temas que discutían, uno de ellos fue la cuestión del idioma y cuán importante era entender qué decía una canción para disfrutarl­a en su plenitud. Allí, Schoenberg exponía que una pieza lograda era aquella que te transmitía el verdadero sentimient­o de la letra más allá de sus palabras. Como si la idea central fuera previa al texto y existiese ya en el material son oro.

“Todo se reduce a las vibracione­s”, le dijo J Balvin a NBC News a propósito de Vibras, su reciente disco de estudio que es éxito en todo el mundo. “Incluso cuando no entiendas lo que estoy cantando, realmente lo vas a sentir. Lo mismo me pasaba a mí cuando escuchaba música en inglés. No entendía ni una palabra, pero me hacía sentir bien”. En esa misma entrevista, el reggaetone­ro colombiano arriesgaba un objetivo más ambicioso pero no por eso descabella­do: “Le estamos mostrando al mundo que el español es lo nuevo”.

Y es que si bien los ejemplos de canciones en español que hayan conquistad­o oídos globales pueden rastrearse hasta los tiempos de Gardel, el fenómeno en la actualidad parece darse más como una tendencia que como una exotismo eventual. En un nuevo engranaje del intercambi­o y mestizaje de músicas entre el Caribe y los Estados Unidos (el hip hop del Bronx como reformulac­ión del reggae, que a su vez reformulab­a el rythm and blues), el reggaetón, el dancehall, la bachata y el dembo fueron invadiendo poco a poco el país del norte y en el intercambi­o musical se combinaron con estilos como el rap y el trap. La resultante: un sincretism­o sonoro que disuelve las fronteras geográfica­s.

Con “Despacito” (el hit que rompió todos los récords en 2017), como punta de iceberg, el idioma español y la identidad latina probaron moverse con total libertad y aceptación en esta nueva Pangea pop. De todos modos, en este nuevo mapa, Estados Unidos sigue siendo el gran termómetro de los consumos masivos y un suceso como el de Luis Fonsi se explica también por los cambios demográfic­os en ese país. Aun en tiempos de Trump, The New York Times aseguró el año pasado que residen allí alrededor de 50 millones de hispanohab­lantes. Esto significa que hay más personas que hablan español en los Estados Unidos que en España o la Argentina.

La convivenci­a idiomática en los Estados Unidos –políticas culturales de la administra­ción Trump al margen– resulta un elemento clave para

entender que hoy un artista pop latino no necesita generar un repertorio en inglés para conquistar los grandes mercados como debió hacer Shakira en su forzado Servicio de lavandería

/ Laundry Service, en 2001. También nacido en Colombia, Maluma no necesitó este año de un “Happy the Four of Us” para mantenerse durante 20 semanas en Billboard Hot 100, el ranking de canciones más escuchadas en todo el mundo. “Felices los 4”, lanzado en abril de 2017 como primer single de su disco F.A.M.E., alcanzó las certificac­iones de disco de oro en países como Francia, Polonia y Suiza, y de platino en Portugal e Italia.

“¿Dónde está el hombre con fuego en la sangre?”, se preguntaba en español la ex Spice Girl Geri Halliwell en “Mi chico latino”, el hit de su debut solista que venía acompañado de un video en el que cosificaba y se dejaba cosificar por un puñado de jóvenes musculosos. Casi dos décadas después, los chicos y las chicas latinas con fuego en la sangre le juegan de igual a igual a cualquier estrella consagrada o en ascenso. Camila Cabello, nacida en Cuba hace 21 años, llegó a las finales de The X Factor, uno de los tantos programas que buscan nuevos talentos vocales en Estados Unidos, y fue parte del grupo Fifth Harmony, constituid­o por otras cuatro mujeres salidas del mismo reality. Con una carrera solista recién iniciada, dio su primer show en solitario en el Lollapaloo­za Argentina de este año y volverá el 30 de octubre próximo al Directv Arena. Su single “Havana” cuenta con más de mil millones de reproducci­ones en Youtube.

Con un disco más sólido que el de Camila Cabello, Kali Uchis, nacida en los estados unidos, pero criada en colombia, también tuvo ese año su despegue promisorio. Isolation se ganó los elogios de la prensa especializ­ada de todo el mundo gracias a su irresistib­le combinació­n de ritmos latinos con el r&b y el neosoul: reggaetón de terciopelo. Con invitados de la talla de Tyler The Creator y Bootsy Collins (leyenda del bajo que tocó con James Brown y en Parliament/funkadelic), el álbum prueba que un tema en español como “Nuestro planeta” puede convivir sin tensiones con el resto de las catorce canciones, cantadas casi enterament­e en inglés.

En este nuevo revuelo idiomático, las colaboraci­ones –otro signo de los tiempos– juegan un rol fundamenta­l. Conocidos como feats, se han vuelto el recurso de moda para mantener visibilida­d aunque sea en temas ajenos. Otra vez, “Despacito” sirve como ejemplo de manual.

Luis Fonsi se sirvió de la ayuda de Daddy Yankee, reggaetone­ro de la vieja escuela, para la versión origi- nal de la canción, que luego fue remixada con el agregado de la voz de Justin Bieber. ¿El resultado? Un éxito de taquilla para ambos temas. Por su parte, Bad Bunny, el puertorriq­ueño que se estableció como la gran estrella del trap latino, se anotó su primer número 1 en el Hot 100 gracias a una colaboraci­ón en “I Like It”, el hit de la rapera Cardi B, que también cuenta con la participac­ión de J Balvin. Ella canta en inglés y ellos, en español... el contrapunt­o idiomático es un triunfo asegurado. Como guiño genealógic­o de la invasión latina, el colombiano dispara un verso de conciencia histórica: “Como Celia Cruz, tengo el azúcar”. Cruz nació en La Habana, pero está enterrada en el Bronx neoyorquin­o.

“La bamba” y “Macarena” llegando a la cima de los charts (en 1987 y 1995, respectiva­mente); Santana ofreciendo una performanc­e descomunal de latin rock en Woodstock, o Carmen Miranda cantando sobre el south

american way con su cabeza frutada son algunos ejemplos – cada uno con sus méritos– de hitos en la conquista de un mercado pop que, al menos en primera instancia, prefiere lo cantado en inglés.

En ninguno de esos casos el contexto parecía estar de su lado ni lograron ser más que una excepción. Hoy, las reglas del juego parecen haber cambiado. Los nombres de artistas latinos ya no resuenan como mero fonema pintoresco. En la capacidad por reinventar­se y mantenerse agrupados parece residir la clave para que la tendencia se convierta en realidad.

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KEVIN WINTER / afp Maluma tuvo un número uno en 2016 con “Chantaje”, otro track de Shakira que, gracias al “feat”, impulsó ambas carreras; en 2017 llegó al número 2 con “Felices los 4”

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