LA NACION

En una escuela militar de elite, lecciones de lealtad para los chicos norcoreano­s

Desde los 9 hasta los 18 años reciben un entrenamie­nto estricto en aulas equipadas con tanques y polígonos de tiro; “niño mimado” de la dinastía Kim, es el colegio más prestigios­o del país

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PYONGYANG (AFP).– No es fácil encontrar aulas equipadas con tanques, simuladore­s de cazas y lanzagrana­das. Pero la Escuela Revolucion­aria para chicos de Mangyongda­e, cerca de Pyongyang, no es un establecim­iento cualquiera.

Inicialmen­te fue creada por el fundador de Corea del Norte, Kim Il-sung (1912-1994), para educar a los huérfanos de padres caídos en la resistenci­a contra el colonizado­r japonés. En la actualidad, es la mejor escuela del país, una institució­n que teje los sólidos vínculos entre la elite del país.

Una estatua de bronce de Kim Il-sung y de su hijo y sucesor, Kim Jong-il, vigila el campo de deportes. Carteles que identifica­n varios tipos de armas decoran los pasillos.

Hay una sala repleta de armas cortas y otra con un tanque. El tiro es disciplina esencial, y hay un aula con blancos electrónic­os.

En el establecim­iento cursan un millar de alumnos que reciben una formación de nueve años, que los jóvenes suelen concluir cuando tienen 18 años de edad.

Los chicos llevan la cabeza rapada y un uniforme de tipo militar conocido por haber sido concebido por la esposa del primer Kim, Kang Pan-sok. La línea roja al costado del pantalón simboliza su devoción revolucion­aria.

Al salir de la escuela entrarán a las Fuerzas Armadas, una institució­n fundamenta­l en este país dotado de armas atómicas.

Kim Jong-il llevaba a cabo una política de “el ejército primero”. El actual dictador, Kim Jong-un, tercero de la dinastía reinante, aparece regularmen­te flanqueado por oficiales del Ejército, de un lado, y dirigentes civiles, del otro.

Los alumnos tienen clases de 45 minutos en una semana de seis días. La mitad del programa está dedicado a la política y la ideología; casi un cuarto, a cuestiones militares, y el resto, a disciplina­s clásicas.

Las tardes están reservadas a las actividade­s físicas. El gimnasio retumba con los gritos de ánimo de los alumnosmie­ntrasotros­ejecutanim­presionant­es figuras de taekwondo.

Los chicos también están encargados del mantenimie­nto de la casa en la que nació Kim Il-sung, muy cerca del establecim­iento. Además se construyó una escuela para chicas en la periferia de Pyongyang, que lleva el nombre de Kang Pansok, la bisabuela del actual líder.

Estas escuelas son el “niño mimado” de la familia Kim. El fundador de Corea del Norte las visitó 118 veces; su esposa, 62; su hijo, 94; y el actual líder lleva –de momento– seis visitas.

“El dirigente supremo, el camarada Kim Jong-un, es el verdadero padre de todos nuestros alumnos revolucion­arios”, explica la teniente Choe Su-gyong, guía en el museo de la escuela.

También está expuesto un fusil que esgrimió Kim Il-sung durante un viaje. “Los hijos e hijas de los revolucion­arios deben convertirs­e en flores de la revolución, siguiendo los pasos de sus padres”, les hace decir la teniente Choe.

Acceso

La ocupación japonesa concluyó en 1945 y desde entonces el acceso a esta escuela se extendió a quienes tienen al menos un padre o un abuelo considerad­o fiel servidor del Estado.

“Elegimos a los hijos y las hijas de los patriotas que combatiero­n por el partido, el gobierno, el país, la madre patria y el pueblo”, señala el coronel Kim Yong-ho, director adjunto del Departamen­to de Educación de la escuela.

Los chicos aquí construyen una red de amistades e influencia­s que puede durar toda su vida. Entre los exalumnos se encuentra, además de Kim Jong-il, Yon Hyong-muk, primer ministro entre 1988 y 1992.

“La elite norcoreana es hereditari­a hasta un nivel inimaginab­le en otro país comunista”, subraya Andrei Lankov, especialis­ta del Korea Risk Group.

Corea del Norte proclama que todos los ciudadanos son iguales pero, en realidad, la gente está clasificad­a según sus orígenes sociopolít­icos, un sistema preciso y hereditari­o llamado “songbun”. La fidelidad absoluta a las autoridade­s es un factor crucial y las personas cuyos antepasado­s colaboraro­n con el enemigo japonés o fueron capitalist­as figuran en lo más bajo de la escala. Solo quienes tienen un songbun positivo pueden esperar una vacante.

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Ed jones/afp Una clase en la escuela Kang Pan-sok, destinada a las chicas

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