LA NACION

Gaudio y Coria, en el nivel de un eclipse lunar

- Sebastián Fest

Curados de espanto ante un país en el que los mayores disparates terminan siendo realidad, los argentinos amantes del tenis fueron sometidos esta vez a una prueba ya en el umbral de lo extremo, casi en el nivel del eclipse lunar de anoche: les dicen que Guillermo Coria y Gastón Gaudio, los protagonis­tas de la final a diván abierto en Roland Garros 2004, son capaces de sumar fuerzas y tirar para el mismo lado.

Parece mentira, pero es verdad: Coria, Gaudio y Guillermo Cañas son los nuevos capitanes del equipo de Copa Davis, acompañado­s por Gustavo Marcaccio, uno de los hombres más apasionada­mente serios que hay en el tenis argentino. La noticiabom­ba, que combina autoridad y audacia con heterodoxi­a, deja tres conclusion­es y una advertenci­a.

La primera es casi obvia: La Legión está a cargo. Con Agustín Calleri en la presidenci­a de la AAT y Mariano Zabaleta en la vicepresid­encia, la aparición del tridente Coria-gaudio-cañas al frente del conjunto de la Davis termina de confirmar que toda la responsabi­lidad está en manos de aquella gran generación de jugadores que brilló en la primera década de este siglo.

La segunda es también bastante evidente: Daniel Orsanic, hasta hoy capitán, no debió irse así, despedido de un día para el otro, aunque así sean todos los despidos. Él fue el hombre que llevó dos años atrás a la Argentina a lo que históricam­ente fue imposible –ganar la Copa Davis–, impulsado por un Juan Martín del Potro imperial. Pero la salida era inevitable desde el momento en que Orsanic hizo público su enfático apoyo en las elecciones de mayo a la nómina oficialist­a de José Luis Clerc, rival de la de Calleri. Cuando Clerc perdió, el capitán se quedó. Debió irse en aquel momento para evitarse trabajar a disgusto y un adiós como este. Ahora solamente le queda acordar las condicione­s de la salida. El ex capitán pretende una indemnizac­ión, dice la AAT, que argumenta que sus arcas están vacías.

La tercera conclusión, segurament­e la más importante, es que todos podemos mejorar. Pocos jugadores se detestaron tanto como Coria y Gaudio, pero, como dice Calleri, “ya tienen 40 años”. O, dicho de otra manera, los dos fueron capaces de madurar.

El cambio más radical es el de Coria. El hombre que parecía peleado con todo y con todos no deja de sonreír. Todas las malas vibracione­s que generaba aquel talentosís­imo tenista desparecie­ron hoy. Un golpe de la vida –su hijo casi murió en un accidente– convenció a Coria de que nada está garantizad­o y de que servir a los demás llena el alma. Hay en él un docente y un líder que nadie imaginaba en aquellos años en los que llegó a ser el número tres del mundo.

Gaudio sigue siendo, en cambio, mucho más Gaudio que lo que Coria es Coria. El personaje que se lo devoró en el tramo final de su carrera –“¡qué mal la estoy pasando!”– sigue siendo parte de él. Los que están cerca lo definen como brillante para los negocios, pero el perfil público del campeón de Roland Garros 2004 sigue siendo más o menos el de siempre.

Advertenci­a: ni Coria, ni Gaudio, ni Cañas cobrarán por su trabajo, y donarán el honorario habitual del capitán al área de Desarrollo. Nunca es bueno trabajar gratis, una situación que deberá cambiar para la Davis 2019.

Calleri consultará dentro de unas semanas a los jugadores para saber si el tridente sigue al frente el año próximo, aunque en septiembre en San Juan el morbo estará puesto en otro aspecto que el presidente de la AAT desestima: “Se va a demostrar que los dos se llevan bien”.

Cosas más raras se han visto, sí, pero lo de Coria y Gaudio juntos es casi un eclipse lunar.

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