Hannah Gadsby empuña su sentido del humor como un arma
Su espectáculo Nanette, en el que habla de bullying, abuso sexual y de la misoginia de Picasso, la convirtió en estrella
LOS ÁNGELES.– Tal vez ya se hayan enterado ya: Hannah Gadsby esta furiosa, y es sorprendente.
La comediante australiana es la creadora de Nanette, un espectáculo de stand-up que Netflix convirtió en un especial de éxito global y que es una lacerante crítica al modo en que las mujeres y las personas queer como ella –al igual que el resto de quienes actúan o parecen “raros”– son tratados, rechazados y silenciados. Gadsby es despiadada en sus críticas sobre el abuso que ellos –que ella– han sufrido, y sobre las normas culturales que permiten esos abusos. Y desafía a los hombres, a los poderosos y a todos nosotros.
Con total franqueza, Gadsby revela sus propios traumas y no invita a la gente a reírse de ellos. Nanette es el especial de comedia más comentado, reseñado y compartido en muchos años, en exquisita sintonía con la era del #Metoo. Y con su éxito, Gadsby tal vez haya encaminado el arte del stand up hacia una dirección completamente original, por más que haya prometido repetidamente sobre el escenario que ahora piensa dedicarse a otra cosa.
“He construido mi carrera sobre la base de reírme de mí misma, y no quiero hacerlo más”, dice en Nanette. “¿Saben lo que significa reírse de sí misma cuando una es marginalizada? No es humildad: es humillación”.
El éxito de Nanette “excede mi entendimiento”, dice Gadsby. Acaba de llegar de Australia a Los Ángeles y todavía sufre los efectos del jet lag: está cansada y, no solo del viaje, sino también de la gira con su unipersonal, que ya pasó por Nueva York y Londres, entre otras ciudades, y que en 2017 se alzó con todos los premios en el Festival Internacional de Comedia de melbourne y en el Edinburgh Fringe.
“Hice más de 250 funciones de ese show, y se cobró su precio–dice –. Necesitoun año entero de siesta ”. la despedida de su show fue anoche, en el festival Just for Laughs de montreal.
La creación de Nanette fue como un sueño afiebrado impulsado por el virulento debate que se dio en Australia antes del referéndum sobre la legalización del matrimonio igualitario, y poco después de que Gadsby recibiera la confirmación de que tenía un trastorno del espectro autista y de déficit de atención. Sumados, esos hechos le dieron claridad sobre su vida y sobre los tormentos que sufría, y también sobre el modo en que todo podría ser diferente si el mundo mostrase más aceptación hacia las personas como ella.
“mientras escribía el guión pensé que me volvía loca –dice Gadsby, de 40 años–. Estaba en ebullición y al mismo tiempo totalmente confundida. En mi cabeza se habían cristalizado un montón de ideas, ¡y tenía que sacar todo eso afuera!”. más que ningún otro espectáculo en sus más de diez años de carrera, Nanette es una manifestación del modo en que funciona su mente, confiesa la artista, y agrega que interpretarlo no fue precisamente terapéutico. “Era muy duro, muy difícil de hacer, pero con el tiempo empezó a tomar forma, y me di cuenta de que la gente podía contener mi dolor. Eso nunca me había pasado, nunca. Y creo que eso sí fue muy sanador”.
Gadsby aborda sus inseguridades con honestidad. Creció en un pequeño pueblo en la isla de Tasmania, donde fue dos veces campeona de golf. Empezó a practicar el deporte de chica, en un pequeño club donde su madre trabajaba como personal de limpieza y donde a las mujeres no se les permitía ser socios plenos: solo podían jugar un par de hoyos cuando no interferían con la práctica de los varones. A veces, debían dejar de jugar para servirles el té.
Incluso en el circuito de competición, a Gadsby le hacían saber cuál era su lugar. Cuando su hermano ganó un torneo, le regalaron un equipo completo de golf para alentarlo. “A mí me regalaron una batería de cocina, como para que fuera completando la dote”, recuerda con sorna.
Luego estudió Historia del arte y curaduría en la Universidad Nacional de Australia en Canberra.
Trabajó como proyeccionista al aire libre y trabajadora rural. A los 30 años, tuvo el impulso de anotarse en un concurso de micrófono abierto. Fue una decisión rara, pero en aquel entonces tomaba muchas decisiones por el estilo.
Gadsby sabía que era graciosa. “Era mi modo de participar de la vida sin ser parte de ella”, dice. La primera vez que estuvo frente al micrófono, hizo una rutina totalmente surrealista sobre freezar un perro muerto. Llegó a la final. “Las interacciones individuales con la gente me atemorizan, pero puedo hablar ante una sala llena de gente sin problemas. Supongo que tengo los cables cruzados”, dice.
Uno delos aspectos más ingeniosos de la comediante es el modo en que lanza chistes al público mientras está hablando de las cosas más dolorosas y perturbadoras de su vida, involucrando así a la audiencia en la deconstrucción del poder de la comedia para relajar la tensión.
Algunos puristas dicen que Nanette no es stand-up por más que así sea promocionado por Netflix. Según ellos, faltan chistes. Pero Gadsby refutó esas críticas en Twitter: “Que quede bien claro: mi show no es stand-up comedy, porque el stand upes una forma de arte creada por los hombres y para los hombres. Y las artistas solemos desafiar los géneros”.
En Nanette, hace una larga digresión sobre la misoginia de Pablo Picasso, conectándola con la de Donald Trump (esto se debe, explica, a su mente autista, que trabaja buscando patrones). Sus primeros monólogos eran autobiográficos, pero no tan cerebrales. Hablaba sobre su peso y sobre su homosexualidad. Trabajó en clubes de comedia de Australia e Inglaterra, pero no lo pasó bien. “No es seguro para una mujer. No tengo interés en conversar con hombres borrachos. Ya lo hice cuando era chica” en sus años en el country de Tasmania. “No me gustó”.
Algunos de los blancos de sus observaciones son Bill Cosby, condenado por abuso sexual, y Harvey Weinstein, acusado de acoso y violación. Hablamos también de Louis C.K., cuyo estilo nunca le interesó, incluso antes de que admitiera que se había masturbado frente a colegas mujeres. El éxito de Nannette le confirmó que hay “una enorme demanda de otro tipo de voces”. Volvió a mencionar a Louis C.K. y la posibilidad de que pudiera regresar a los escenarios. “No quiero impedírselo –dice.– Vale la pena esperar y ver si todavía tiene una audiencia”.
Quedan 18 segundos en la cinta de mi grabador. “Si Louis C.K. tiene una audiencia, entonces no voy a dejar el stand-up”, afirmó, entre risas. “Si Louis C.K. tiene un público, no dejaré la comedia. Significa que mi trabajo no terminó. Escribí que lo dije con una sonrisa pícara”, terminó, y se levantó de la mesa.