A la búsqueda de un género extraviado
la hora del tango
bueno. colaboración creativa y guion: Irene Amuchástegui. fotografía: Fernando Acatto. dirección musical: Pablo Agri. edición: Gabriela Núñez, Ayelén Cornejo, Manuel Díaz Carrasco. producción artística: Laura Mazzei y Karina Barrozo. producción general y dirección artística: Gustavo Mozzi. Por la TV Pública, los sábados, a las 22.
Ante todo, hay que agradecerle a La hora del tango el haberle devuelto a la televisión abierta el verdadero sentido del término “gala”, de uso tan degradado durante los últimos años en el mundo de los reality shows. El diccionario la asocia a una fiesta en la que se exige cierto tipo de vestimenta selecta y exquisita. Pero por sobre todo la identifica con una “actuación artística de carácter excepcional”.
Hay que detenerse en esta última definición para entender el sentido profundo de esta producción, seguramente la más ambiciosa de todas las iniciativas oficiales puestas al servicio de la TV Pública en los últimos tiempos. En todo sentido, La hora del tango es una sucesión de grandes funciones de gala. Trece emisiones pensadas como una suerte de antología de lo mejor que el tango puede ofrecerle hoy al público argentino, desde su historia y su presente. Una vidriera que podría funcionar al mismo tiempo como anticipo o ensayo general de la gran programación musical en continuado que la televisión abierta de la Argentina espera.
Necesitamos recuperar, con la letra y el espíritu del siglo XXI, aquella gran tradición musical que supo lucir la pantalla chica local en décadas pasadas y que hoy está aquí en extinción mientras perdura en otros países como España e Italia. Un modelo que en el caso del tango pueda darle una continuidad natural a lo que este ciclo muestra con demasiada conciencia de su excepcionalidad. Si queremos rescatar al género musical del olvido, lo primero que hay que hacer es devolverle cierta naturalidad. La convicción de que un programa de este tipo se puede hacer en cualquier momento y con perspectivas prolongadas, no solo a partir de la idea de una sucesión de grandes emisiones “especiales” con plazo fijo.
La hora del tango funciona a partir de este último concepto. Es la suma de grandes momentos de la historia del género, presentados con esmero visual, perfección sonora y hasta momentos de genuino lujo televisivo. Por suerte no hay aquí ni la nostalgia vacía de Grandes valores ni el elaborado pintoresquismo de los shows para turistas, aunque por momentos se abuse del recurso coreográfico del llamado tango fantasía, algún instrumentista se exceda en innecesarios virtuosismos y las charlas en un escenario transformado en living no funcionen del todo. Más allá de esos desniveles, el comienzo del ciclo nos dejó varios momentos muy logrados, como el tributo a Troilo de la mano de José Colángelo y, en general, el aporte de la excelente orquesta típica dirigida por Pablo Agri.
Con genuino fervor, los conductores Sandra Guida y Luis Brandoni expresan el orgullo de un rescate. Quieren invitarnos a disfrutar de nuevo de un patrimonio cultural que la TV argentina había olvidado y decidió recuperar. Ese regreso no debería darse por concluido al término de este ciclo de generosa producción. La hora del tango dejará un sello mucho más valioso si funciona antes que nada como inmejorable punto de partida para que el tango y desde allí otros géneros musicales puedan tener la continuidad que supieron disfrutar en otros tiempos mejores de nuestra televisión.