LA NACION

Bandas policiales impunes.

El desbaratam­iento de una organizaci­ón dirigida por policías es auspicioso y confirma que es preciso continuar saneando las fuerzas que combaten el delito

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El desbaratam­iento de una organizaci­ón dirigida por policías confirma que hay que continuar saneando las fuerzas que combaten el delito.

Tres oficiales de la policía bonaerense –uno de ellos comisario– lideraron durante ocho años una banda de por lo menos 11 delincuent­es, que cometió gravísimos delitos como salideras bancarias, robos de autos, falsificac­ión de la documentac­ión de los vehículos robados, venta de drogas y un homicidio. También estarían involucrad­os empleados judiciales, un fiscal y un juez.

La noticia podría agregarse rutinariam­ente a la ya larguísima lista de casos en los que policías y miembros de las fuerzas de seguridad son atrapados delinquien­do o encubriend­o a delincuent­es, pero presenta algunas graves caracterís­ticas que la tornan especialme­nte preocupant­e.

Para empezar, sorprende el largo lapso en el que actuó la banda sin ningún inconvenie­nte. Luego hay que destacar la participac­ión del comisario inspector, integrante del Comando de Patrullas de La Plata, y de un exjefe de calle de una comisaría platense, pasado a disponibil­idad. Estos dos oficiales identifica­ban y marcaban casas vacías en las que había dinero, y reclutaban delincuent­es para llevar a cabo esa modalidad conocida como “escruche”. Y otro elemento insoslayab­le: lograban “liberar zona” para que los delincuent­es que reclutaban pudieran actuar sin peligro para ellos.

Los oficiales disfrazaba­n su relación con los delincuent­es presentánd­olos como informante­s o “buchones”. Los que se negaban a delinquir para ellos eran denunciado­s por hechos que no habían cometido. Por último, agreguemos los vínculos con un juez y un fiscal.

Es fácil advertir que la banda desbaratad­a había puesto a parte del aparato policial al servicio del delito. Más que de una banda, habría que hablar de una organizaci­ón, con llegada a sectores contaminad­os de la Justicia.

Es necesario reparar nuevamente en los ocho años de fructífera actuación de este grupo sin que nadie en la policía bonaerense lo advirtiera. Para decirlo de otra manera: no cuesta mucho sospechar que habrían contado con protección dentro de la fuerza.

Siempre que en esta columna nos ocupamos de este tema, destacamos que asusta la creciente frecuencia con que policías son atrapados en el bando delictivo, y también que, dada la estructura eminenteme­nte verticalis­ta de las fuerzas policiales, es preciso investigar hasta dónde llegan las responsabi­lidades penales en la escala jerárquica.

Por básico que parezca, hay que repetir que la lucha a fondo contra la falta de seguridad requiere fuerzas policiales saneadas. Por supuesto, el desbaratam­iento de la banda prueba que son muchos más los policías honestos que los que no lo son.

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