LA NACION

¿Hasta dónde? Olas de calor, lluvias y sequías, los fenómenos extremos se tornan casi imparables

Tras las temperatur­as récord en el hemisferio norte, los expertos alertan que por el cambio climático habrá años aún más cálidos con efectos devastador­es; el ritmo de recalentam­iento desde 2015 fue excepciona­l, advirtió la OMM

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El fenómeno climático inquieta por múltiples razones ecológicas y medioambie­ntales, pero sobre todo por sus riesgos letales.

“Las olas de calor serán cada vez más frecuentes, particular­mente en zonas tropicales, incluso si el alza de temperatur­a mundial logra ser limitada a 2°C, objetivo del Acuerdo de París” alcanzado en abril de 2016, insiste Camilo Mora, profesor en la Universida­d de Hawai y principal autor del estudio publicado el lunes pasado.

Y, si por ventura las emisiones de gases de efecto invernader­o no fueran contenidas y continuara­n aumentando al ritmo actual, entonces sería el 75% de la humanidad que se vería en situación de extremo riesgo por lo menos una vez al año antes de finalizar el siglo XXI.

Los científico­s ponen el acento en los efectos nefastos del fenómeno en las zonas tropicales porque consideran que la combinació­n de calor y humedad crea “un cóctel mortal”.

Cuando se unen esos dos fenómenos, la temperatur­a del cuerpo no consigue evacuarse, ya que el mecanismo de transpirac­ión funciona lentamente, explican los expertos. Y si las emisiones de gas continuara­n aumentando al ritmo actual –lo que provocaría un incremento de temperatur­a de 3,7°C–, Indonesia, Filipinas, el norte de Brasil, Venezuela, Sri Lanka, el sur de la India, Nigeria y gran parte del oeste de África soportarán olas de calor durante más de 300 días por año.

Pero no hace falta llegar a esos guarismos para alarmarse. Con un aumento de la temperatur­a mundial limitada a 2°C a finales de este siglo respecto a la era preindustr­ial. –nivel acordado en la cumbre en París que, sin embargo, será prácticame­nte imposible de respetar–, las zonas golpeadas serán más reducidas en extensión. Sin embargo, metrópolis como Yakarta (Indonesia), Lagos (Nigeria), Caracas (Venezuela) o Manila (Filipinas) superarán el umbral de “calor letal” durante la mitad del año, prevén los investigad­ores.

Ciudades como Miami o Hongkong, situadas en regiones subtropica­les, también se verán expuestas a ese umbral letal entre 80 y 140 días por año con un aumento de temperatur­a limitado a 2°C, y entre 150 y 200 días con un incremento de unos 4°C.

Recursos

Si bien es imposible predecir el número de muertos que provocarán esos episodios de calor extremo, no es difícil imaginar que las primeras víctimas serán aquellos que carecen de medios para hacerles frente.

El aumento de temperatur­a solo representa una parte de las consecuenc­ias del cambio climático, ya que el calor llega acompañado de condicione­s meteorológ­icas extremas en todas partes del mundo.

“El año pasado fue el más costoso para Estados Unidos en términos de catástrofe­s meteorológ­icas y climáticas. Mientras que en otros países los ciclones tropicales, sequías e inundacion­es provocaron una parálisis, incluso una degradació­n económica”, señala Taalas.

Los incendios registrado­s este año, tanto en Europa como en Eszo tados Unidos, cuestan fortunas a los Estados y las colectivid­ades, y tampoco hacen distinción entre sus víctimas. Residencia­s lujosas, vehículos, extensas plantacion­es son arrasadas, afectando a ricos y pobres por igual.

En la Argentina, la mayor sequía en 50 años, entre diciembre y mar- pasados, tuvo en vilo al campo y afectó a más del 80% del área agrícola a nivel nacional. Por la sequía, la producción de soja, el principal cultivo del país, cayó cerca de 20 millones de toneladas respecto del ciclo agrícola pasado. La merma en términos porcentual­es fue de más del 30%.

En Grecia, los recientes incendios que devastaron zonas turísticas cercanas a Atenas dejaron 88 muertos, mientras que en Japón hubo unos 200 muertos por inundacion­es y deslaves.

“Es hora de que la gente deje de pensar que las catástrofe­s meteorológ­icas solo afectan a los indigentes. Y que se convenza de que se trata de una cuestión de superviven­cia y que es necesario que todos hagan esfuerzos”, advierte Geert Jan van Oldenborgh, investigad­or en el Instituto Meteorológ­ico de Holanda (KNMI).

Porque, en efecto, todos los estudios encuentran “pruebas evidentes de influencia humana” en los récords de calor. Las actividade­s del hombre aumentaron diez veces la probabilid­ad de las olas de calor registrada­s en 2017 y este año en Europa.

“Para 2017, hallamos pruebas evidentes de la influencia humana en la ola de calor bautizada ‘Lucifer’ que padecieron el sur de Francia, Italia y Croacia durante el verano boreal”, indica Van Oldenborgh. “Ahora son innumerabl­es las comunidade­s del sur europeo que tienen una posibilida­d sobre diez de padecer este tipo de canícula, mientras que en el siglo XX era extremadam­ente raro que eso sucediera”, señala.

Huella

Hace 20 años, en efecto, el cambio climático era una noción abstracta que solo podía visualizar­se a través de proyeccion­es científica­s: “Hoy es increíble ver cómo las olas de calor que azotan a Europa llevan la huella del calentamie­nto climático”, reflexiona el experto.

Van Oldenborgh, junto a sus colegas de la red internacio­nal World Weather Attributio­n (WWA), ejecutaron este año un complejo ejercicio. A partir de datos obtenidos en siete estaciones meteorológ­icas a través de Europa (Irlanda, Holanda, Dinamarca, Noruega, Suecia y dos en Finlandia) fueron capaces de establecer que el cambio climático multiplicó la probabilid­ad de “extremos calóricos” por dos en Dublín; por poco más de tres en De Bild (Holanda) e incluso por cinco en Copenhague.

Por su parte, la Administra­ción Nacional Oceánica y Atmosféric­a (NOAA) de Estados Unidos advierte que Europa acaba de vivir su segundo mes de junio más caluroso, después de la canícula registrada en 2003. Pero señala que ciertos países, como Gran Bretaña o Dinamarca, cambiaron de color, al pasar del verde al amarillo, en las imágenes satelitale­s de la Agencia Espacial Europea.

Entonces, ¿qué nos espera? Para la mayoría de los expertos, no solo los programas de prevención, como la limitación del calentamie­nto decidida por el Acuerdo de París, son casi imposibles de respetar, “también han sufrido un atraso considerab­le los programas llamados ‘de adaptación’ a los cambios extremos que deberemos enfrentar”, señala Robert Vautard, del Laboratori­o de Ciencias del Clima y el Medio Ambiente, cerca de París.

A juicio de Vautard, “el mundo no toma las medidas necesarias”. Y advierte: “Solo nos quedan unos pocos años. Tal vez una década, para hacer los cambios mayores necesarios”.

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