LA NACION

Tras décadas de silencio, las monjas se animan a denunciar a obispos y sacerdotes

Animadas por el #Metoo, religiosas en todo el mundo relatan sus casos de abusos y acoso sexual

- Nicole Winfield y Rodney Muhumuza

CIUDAD DEL VATICANO.– Una monja ya no se confiesa tan seguido como antes, luego de que un sacerdote italiano se aprovechó de ella cuando se encontraba en su momento más vulnerable y le contaba sus pecados en un salón de clases de la universida­d, hace casi 20 años.

En ese tiempo, la monja solo les contó lo sucedido a su superior y a su director espiritual y fue silenciada por la cultura de secreto de la Iglesia Católica, por sus votos de obediencia y por su propio miedo, repulsión y vergüenza.

“Abrió una gran herida en mi interior”, contó. “Fingí que no había sucedido”.

Luego de décadas de silencio, la monja es una de las muchas religiosas que hicieron público un asunto que la Iglesia no ha aceptado: el abuso sexual de monjas por parte de sacerdotes y obispos.

Una investigac­ión de la agencia AP encontró que han surgido casos en Europa, África, América del Sur y Asia, lo que demuestra que el problema es global y extenso, debido en gran parte a una tradición en la que las mujeres son vistas como personas de segunda clase en la Iglesia y a su arraigada subordinac­ión a los hombres que las dirigen.

Algunas monjas dieron la cara, impulsadas por el movimiento #Metoo y por el creciente reconocimi­ento de que los adultos pueden ser víctimas de abuso sexual cuando hay un desequilib­rio de poder en una relación. Las monjas hicieron públicos sus casos en parte debido a los años de inacción por parte de los jerarcas eclesiásti­cos, incluso cuando estudios importante­s sobre el problema en África fueron informados al Vaticano en la década de 1990.

El tema cobró prominenci­a en el marco de escándalos en torno al abuso sexual de menores y más recienteme­nte de adultos, incluidas revelacion­es de que uno de los cardenales más destacados de Estados Unidos, Theodore Mccarrick, abusaba sexualment­e y hostigaba a seminarist­as. Por las denuncias, el arzobispo emérito de Washington renunció ayer como miembro del colegio cardenalic­io y fue recluido por el Papa (ver aparte).

La magnitud de los abusos no está clara, al menos fuera del Vaticano. Las víctimas son reacias a reportar el abuso por temores fundados de que no les van a creer, según varios expertos. Los jefes de la Iglesia son renuentes a reconocer que algunos sacerdotes y obispos simplement­e ignoran sus votos de celibato, sabiendo que sus secretos no serán revelados.

Sin embargo, esta semana por lo menos seis monjas en una pequeña congregaci­ón religiosa de Chile hicieron públicas sus historias de abuso por parte de los sacerdotes y de otras monjas en la televisión. Relataron que sus superiores no hicieron nada para detenerlos.

Yolanda Tondreaux dijo que sufrió abusos apenas tomó los hábitos. “Un sacerdote se me acercó, me tocó el pecho y me dio besos en la cara, llegando hasta los labios”, contó. “Me manoseó. Me dio asco”, agregó. De inmediato acudió ante la madre superiora, Patricia Ibarra, y denunció lo ocurrido, pero ella, lejos de ayudarla, la trató de “mentirosa” y le ordenó confesarse con el mismo cura.

Demanda

Una monja en la India recienteme­nte interpuso una demanda en la policía en la que acusó a un obispo de violación, algo que hasta hace un año era impensable en ese país.

En África surgen casos periódicam­ente. En 2013, por ejemplo, un renombrado cura ugandés escribió una carta a sus superiores en la que habló de “sacerdotes que tienen relaciones románticas con monjas” y fue suspendido hasta que ofreció una disculpa en mayo pasado. La monja europea habló para ayudar a arrojar luz sobre el tema.

“Me entristece que haya tomado tanto tiempo el que esto salga a la luz, porque hay denuncias desde hace tiempo”, expresó Karlijn Demasure, uno de los principale­s expertos de la Iglesia en abusos sexuales y de poder. “Espero que ahora se tomen medidas para atender a las víctimas y se ponga fin a estos abusos”.

El Vaticano declinó comentar sobre qué medidas tomó, si es que tomó alguna, para abordar el alcance del problema a nivel internacio­nal, y de lo que hizo para castigar a los infractore­s y cuidar a las víctimas. Un funcionari­o del Vaticano dijo que los dirigentes de las iglesias locales son los responsabl­es de castigar a los sacerdotes que abusen sexualment­e de las monjas, pero que a menudo esos crímenes quedan impunes en las cortes civiles y canónicas. El funcionari­o habló bajo la condición de anonimato debido a que no estaba autorizado a hablar del asunto públicamen­te.

Obstáculos

El principal obstáculo que enfrentan las monjas que fueron víctimas de abusos es ser tomadas en serio, según Demasure, que hasta hace poco fue director ejecutivo del Centro de Protección del Menor de la Pontificia Universida­d Gregoriana, la principal organizaci­ón eclesiásti­ca que lidia con este tema.

“[Los sacerdotes] siempre dicen que ‘ellas querían hacerlo’”, manifestó Demasure. “Y cuesta hacer a un lado la impresión de que es siempre la mujer la que seduce al hombre, y no al revés”.

La monja que habló con AP sobre su incidente en 2000 –durante su confesión en una universida­d de Bolonia– se aferró a su rosario mientras contaba los detalles.

Cuenta que ella y el cura estaban sentados uno frente al otro en un aula de la universida­d. En determinad­o momento, el sacerdote se levantó y trató de violarla. Pequeña, pero fuerte, ella lo empujó y se lo sacó de encima.

Luego continuó la confesión. Pero el incidente, y otro episodio en el que otro cura le hizo insinuacio­nes sexuales un año después, la impulsaron a no volver a confesarse con otro cura que no fuese su padre espiritual, que vive en otro país.

“El sitio de la confesión debería ser un sitio de salvación, libertad y misericord­ia”, dijo la monja. “Por esta experienci­a, la confesión pasó a ser un sitio del pecado y de abusos de poder”.

Indicó que en una ocasión un cura al que le contó lo sucedido le ofreció disculpas “en nombre de la Iglesia”. Pero dijo que no se tomaron medidas contra su agresor, que era un prominente profesor universita­rio.

La mujer contó su historia sin saber que en ese mismo momento se llevaba a cabo el funeral del cura que intentó abusar de ella 18 años atrás.

La monja dijo que la muerte del cura combinada con su decisión de dar la cara le sacaron un gran peso de encima.

“Me libero por partida doble: me saco de encima el peso de la víctima y me libero de una mentira y de una violación de un cura”, expresó. “Espero que esto ayude a que otras monjas se liberen y se saquen este peso”, añadió.

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