LA NACION

El papel de estos alimentos en la salud

- Rosa Labanca La autora es representa­nte por la Argentina ante la Sociedad Mundial de Obesidad

Las frutas y las verduras tienen en común su origen vegetal, pero no son iguales. Las primeras son más ricas en azúcares y las segundas, en fibra y almidón. Ambas son fuente de incontable­s micronutri­entes, y de vitaminas B y C, cuyos efectos conjuntos son bienvenido­s. Luego de comerlas, su poder antioxidan­te y alcaliniza­nte de la sangre neutraliza de forma positiva los efectos acidifican­tes de la alimentaci­ón basada en cereales y alimentos animales.

El espectro de sus fortalezas se completa con el reciente conocimien­to de su efecto sobre el desarrollo de una microbiota intestinal.no obstante, estos beneficios son de difícil comprobaci­ón cuando la población no es carente de ellos. Su mayor debilidad, que es su relativa pobreza en nutrientes esenciales, y su relativame­nte baja concentrac­ión de almidón y azúcares comparada con la de farináceos, cereales y legumbres, puede transforma­rse en fortaleza al sustituirl­os en la mesa de una población sobrealime­ntada.

Se han escrito numerosos artículos sobre la importanci­a de las frutas y las verduras en la alimentaci­ón, pero es preciso aclarar que una recomendac­ión tan amplia y poco específica no puede ser vista como una garantía de salud. Los argumentos a favor más fuertes provienen de poblacione­s que, por motivos religiosos, conviccion­es nutriciona­les o bien porque solo disponen mayoritari­amente de vegetales en su entorno, sufren menos frecuentem­ente algunas de las enfermedad­es caracterís­ticas del mundo occidental­izado.

La OMS afirma que una ingesta inferior a los 400 g por día se asocia con mayor morbimorta­lidad. Pero queda un espacio para dudar si los beneficios atribuidos a las frutas y las verduras no se deben –al menos en parte– a que integran un modelo alimentari­o libre de comestible­s ultraproce­sados, hoy sentados en el banquillo de los acusados de las llamadas enfermedad­es crónicas no transmisib­les.

Se debe ser prudente a la hora de hacer apología de un componente alimentari­o sin tomar en cuenta el resto de la alimentaci­ón cotidiana, otros factores ambientale­s, las caracterís­ticas del sujeto (género, edad, momento evolutivo), clima y geografía, trabajo que realiza y estado de salud.

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