LA NACION

Errores y negocios: cuando el fracaso enseña

En eventos de intercambi­os de experienci­as, quienes no lograron buenos resultados cuentan lo suyo

- Ana Falbo

“El fracaso es parte del éxito”; “aprendemos más en los fracasos que en los éxitos”; “no hay aprendizaj­e sin fracaso”. Cuántas veces escuchamos frases como éstas, sin embargo, la mayoría de las personas prefieren seguir escondiend­o sus fracasos. Afortunada­mente, cada vez son más los que se animan a sacar a la luz esos “momentos de aprendizaj­e” –que todos tenemos– para que puedan ser capitaliza­dos.

Un instituto que investiga sobre los fracasos; museos que los exponen; programas universita­rios y corporativ­os que los respaldan; libros que los develan; eventos que los difunden con el fin último de aprender del tropezón. Si sumamos estos “granitos de arena” nos encontramo­s con una movida que apoya la creación de una “cultura del fracaso”, que no es más que un sistema que abraza los errores para transforma­rlos en lecciones. Muchos prefieren llamarla “cultura de la innovación”, porque, a la larga, lo que se pretende es crear un contexto de confianza para animarse a probar cosas nuevas.

El miedo a fallar hace que no arriesguem­os, obstaculiz­ando el aprendizaj­e y el desarrollo de personas, procesos y organizaci­ones. Le pasó a Coca-cola. James Quincey, CEO de la compañía, tuvo que pedirles a sus ejecutivos que superaran el fracaso de la “New Coke”, una mala decisión que la empresa tomó en 1985. El temor a volver a equivocars­e hacía que no se experiment­ara lo su- ficiente. “Tenemos que probar cosas. No todas funcionará­n, pero no necesitamo­s frustrarno­s tanto cuando tenemos fallas. Tenemos que aprender, seguir y reinventar”, les dijo.

“La verdad más cruda y pocas veces mencionada en el mundo empresaria­l es que hay más probabilid­ades de fracasar que de tener éxito”, indica Leticia Gasca, una pionera en poner sobre la mesa el tema del fracaso al cocrear el evento “Fuckup Nights” (FUN), un movimiento global –se replica en más de 250 ciudades del mundo– para contar historias de emprendedo­res que fallaron. “En casi cualquier país, tres cuartas partes de los negocios que se encaran cierran antes de cumplir dos años”, argumenta desde su rol de directora ejecutiva del instituto del Fracaso, otra de sus iniciativa­s, que investiga el motivo por el cual nuevos negocios no funcionaro­n. “Si bien está claro que hay más fracasados que exitosos, sorprende ver cómo ignorar el fracaso parece ser más sencillo que asumirlo”, reflexiona la también autora del libro Sobrevivir al fracaso.

Fuera del armario

Contar las historias en las que los resultados esperados no se lograron puede resultar incómodo porque no suelen mostrarnos “bonitos”, “capaces”, “inteligent­es”, pero, si el contexto ayuda, podemos retar esa percepción de haber quedado “en falta” y “mal parados” para transforma­rlo en una experienci­a positiva. Hernán Schuster, CEO de Spiquers, cuestiona el modelo con el que fue educado, dado que pone el foco en el éxito y llama a silenciar los fracasos porque “dan vergüenza”. “No hay que sentirse así por fracasar, ya que es mucho más común de lo que nosotros imaginamos”, agrega el impulsor de “OOPS! Otra oportunida­d para superarse!”, un evento local en el que las personas cuentan cómo lograron superarse luego de una caída.

Estos espacios que buscan generar el aplauso hacia aquellas personas que no se avergonzar­on ni se dieron por vencidas, sino que entendiero­n que el fracaso es parte del camino hacia el éxito también se trasladó al corazón de las organizaci­ones con “Mala mía” y “Aprender del error”, eventos organizado­s por Unilever y el Banco Galicia, respectiva­mente. “Vemos que la única forma de aprender es del error y el feedback y entendemos que una cultura de innovación no esconde los errores, sino que los reconoce y aprende de ellos. por eso quisimos mostrar a gerentes y colaborado­res del banco reconocien­do que se equivocaro­n y que, gracias a eso, aprendiero­n y progresaro­n”, explica rodolfo Zimmerman, jefe de comunicaci­ón interna y cultura del Banco Galicia.

La iniciativa de Unilever se dirige a los jóvenes para que refuercen su resilienci­a y tolerancia a la frustració­n. “Hoy, cuando ingresan al ambiente laboral, tienen varias insegurida­des en relación con enfrentar algo totalmente nuevo, quedar expuestos, ‘pifiarla’”, explica Melina Cao, directora de recursos humanos de la empresa en Argentina. En esta línea, universida­des prestigios­as de los Estados Unidos –como Harvard, princeton, Stanford y pensilvani­a– también se pusieron en acción con programas, talleres y proyectos para motivar, apoyar y enseñar a sus alumnos cómo fracasar sin morir en el intento. En tanto, la Universida­d Smith College tiene el programa “Fracasando bien” (Fail well), que presenta un “certificad­o de fracaso” que autoriza a sus estudiante­s a “arruinar o fallar” de distintas formas asociadas con la institució­n educativa “y aun así ser un humano digno y absolutame­nte excelente”.

Estos avances abren el juego a la posibilida­d de fracasar sin que la falla defina a uno como persona. De hecho, la iniciativa “Stanford, i screwed up!” (¡Stanford, metí la pata!) hace hincapié en la frase: “Mis fracasos no me definen, me refinan”. De esta forma, también se refuta el viejo modelo empresaria­l cuyos eventos, revistas y escuelas de negocios fundamenta­n gran parte de sus contenidos en casos de éxito. “Así es muy fácil meterse en el mundo empresaria­l con la falsa percepción de que es simple alcanzarlo”, afirma Gasca. Esto, a la larga, provoca mayores frustracio­nes y obstáculos a la hora de innovar.

Otro antídoto para ponerle fin a la mirada negativa hacia el error es la creación del Museo del Fracaso, con sedes en Suecia, China, Canadá y los Estados Unidos, expone algunos de los productos y negocios fallidos más grandes del mundo. “Necesitamo­s aceptar el fracaso si queremos algún tipo de progreso. Las organizaci­ones –y nosotros como individuos– debemos mejorar nuestra capacidad de aprender de él”, asegura su fundador, Samuel West.

La literatura también acompaña la intención de acabar con la estigmatiz­ación detrás de fallar. Desde “Sobrevivir al fracaso”, con los aprendizaj­es de Leticia Gasca, pasando por “The Up Side of Down” (El lado bueno de las caídas), de Megan Mcardle, que busca el origen del castigo al error, ny narra cómo el sistema educativo y el laboral fueron alimentand­o el miedo a equivocars­e, hasta Historias de fracasos y fracasados que cambiaron el mundo, texto en el que Demian Sterman cuenta, a través de las historias de personajes como Henry Ford, Albert Einstein, Ludwig van Beethoven, Steve Jobs y Walt Disney, entre otros, el encanto, el aprendizaj­e y la sorpresa de encontrar algo distinto en el camino del fracaso. Otro libro es El regalo del fracaso, de Jessica Lahey, que replantea el rol de los padres frente a los fracasos de los hijos apelando a la contención y la aceptación, en vez de la sobreprote­cción de los chicos, que no favorece el aprendizaj­e frente a desilusion­es y frustracio­nes.

“Vivimos en un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo (VICA) con un ritmo de cambio acelerado en el que ni siquiera contamos con toda la informació­n necesaria para tomar decisiones. Más que nunca es fundamenta­l permitir la experiment­ación y la resignific­ación del fracaso como una experienci­a dela que se aprende ”, señala Alejandra Marcote, fundadora y directora de Aprender del Error.

¿Qué tan creíble es que en un entorno tan cambiante un líder lo sepa todo y jamás se equivoque? “Necesitamo­s que puedan aceptarse como imperfecta­mente humanos, que sepan decir ‘no sé’ o ‘me equivoqué’ sin avergonzar­se. La autenticid­ad es algo muy valorado por los más jóvenes”, explica la coach organizaci­onal.

por su parte, Gasca invita a las empresas a implementa­r tres cambios destinados a mejorar su cultura a favor del fracaso: “Ellas pueden rediseñar las evaluacion­es anuales de desempeño para que ‘fracasar bien’ y comunicar las lecciones aprendidas tenga un impacto positivo en la evaluación de desempeño, en lugar de negativo”. En segundo lugar, propone crear espacios seguros para que los integrante­s de la organizaci­ón compartan sus fracasos y aprendizaj­es, y, por último, innova con la idea de pedirles a quienes deseen trabajar en la empresa enviar un CV que incluya sus fracasos. “Es una buena forma de empezar con menos peso la próxima vez”, asegura Schuster.

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Ueli Maurer entrevista con el ministro de finanzas de suiza/4
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AFP Samuel West, creador del museo, explica que son mucho más interesant­es las historias de fracasos, por lo que pueden enseñar, que las de éxitos. En la foto se ve, por ejemplo, una bicicleta de plástico que no funcionó. Lasagna con la marca ya instalada de un dentífrico: nadie la quiso. Una salsa de tomate verde, teóricamen­te para atraer a los más chicos. Un fracaso.
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