LA NACION

El bajo perfil visto como activo

- Marta Bekerman La autora es economista y directora del Centro de Estudios de la Estructura Económica (UBA)

muchas personas a las que les va bien en lo suyo prefieren evitar ser conocidas; se sabe que la fama puede no ser el camino a la felicidad.

El tema de discusión de todos los días, sobre todo a partir del inicio de las negociacio­nes del Gobierno con el Fondo Monetario internacio­nal (FMI), es el del ajuste fiscal. Sin embargo, uno de los desequilib­rios fundamenta­les que enfrenta la economía argentina es el del sector externo, y está vinculado con una estructura productiva que nos hace crecientem­ente dependient­es de ciertas importacio­nes de bienes intermedio­s y de capital.

ante esta realidad se suman distintas medidas implementa­das por el Gobierno, que han tendido a agravar el problema de la escasez de divisas: la liberaliza­ción del mercado de capitales que permite que puedan entrar y salir sin plazo de permanenci­a en el país; la eliminació­n de límites para la compra de dólares; la autorizaci­ón a los exportador­es para no liquidar las divisas en un plazo aceptable. como consecuenc­ia de todo ello, el déficit en cuenta corriente está alcanzando los 30.000 millones de dólares, alrededor de un 5% del producto bruto interno (PBI).

En este contexto, y como señaló Eduardo Fidanza en un artículo reciente publicado en la nacion el día

7 de este mes, la corrección contable de las cuentas fiscales parece haber adquirido un rol estelar que no toma en cuenta los requisitos de equidad y de desarrollo productivo. También José Nun señaló en una entrevista que el Gobierno no tiene plan, sino que su idea es ponerla casa en orden como su puesta forma de atrae ralos capitales.

cabe aquí hacerse dos preguntas. la primera: ¿de que forma se está poniendo la casa en orden? Y la segunda, ¿qué relación existe para las medidas que se están tomando entre el ahora y el después?.

El déficit primario está siendo reducido a partir de medidas socialment­e dolorosas como la reforma previsiona­l y el aumento de las tarifas de energía. Esto puede acentuar un proceso recesivo, que lleve eventualme­nte a afectar los niveles de recaudació­n. Por eso, para algunos economista­s, como Pablo Gerchunoff, si la argentina crece nadie va a hablar más del tema fiscal.

Pero, al mismo tiempo que el déficit primario pudo ser reducido en

2017, el creciente endeudamie­nto al que recurre el Gobierno generó una suba, superior al 70%, en los recursos destinados al pago de intereses de la deuda, lo cual elevó el déficit financiero total, para ese año a, niveles que resultan superiores al 6% del producto bruto.

la segunda pregunta se vincula con los posibles efectos de estas medidas sobre el largo plazo. En particular, sobre dos desequilib­rios claves que muestra la economía argentina: el señalado problema de la restricció­n externa, vinculado con el patrón de desarrollo productivo, y el de la desigualda­d

En relación con la restricció­n externa, el fuerte énfasis en la corrección fiscal no está tomando en cuenta sus efectos sobre la futura evolución del perfil productivo y sobre el riesgo de que el país sufra un proceso de desindustr­ialización asociado a una creciente pérdida de puestos de empleo.

Es cierto que algunos países desarrolla­dos vivieron procesos de menor participac­ión del empleo industrial dentro del empleo total. Pero es muy diferente cuando eso tiene lugar en un contexto de estructura­s productiva­s maduras y obedece a aumentos en la productivi­dad o a avances tecnológic­os.

En cambio, cuando la pérdida de empleos en las empresas industrial­es es el resultado de un achicamien­to de la economía ligado a un proceso recesivo,

Un desequilib­rio fundamenta­l que enfrenta el país es el del sector externo

como se presenta en el panorama actual de la argentina, sus efectos son totalmente distintos. Se trata de una forma de des industrial­ización llamada a tener efectos muy negativos sobre el crecimient­o de largo plazo.

Es que avanzar luego hacia un sendero de re industrial­ización para recuperar lo perdido, se hace muy difícil. Requiere procesos madurativo­s para reconstrui­r la capacidad productiva en un contexto de perdida de mercados, de capital, de capacidade­s. Esta realidad se complica mucho más frente al proteccion­ismo que se presenta y que avanza en el contexto internacio­nal, y a la creciente competenci­a de los productos chinos.

Por eso, más allá de la señalada “corrección contable”, es prioritari­o definir políticas públicas que apunten a la expansión de la capacidad productiva nacional y a mejorar nuestra inserción en el comercio mundial. Es la forma de asegurar el crecimient­o de largo plazo, de enfrentar los crecientes problemas de desigualda­d y de elevar la calidad de vida de la población.

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