LA NACION

Historias de bajo perfil: cuando ser “invisible” es un activo

Para muchas personas a quienes les va bien en sus emprendimi­entos, evitar ser conocidas es algo que es valorado; la fama y el prestigio pueden no ser el camino a la felicidad

- sebacampan­ario@gmail.com

En la tercera temporada de Billions, la serie de Netflix centrada en el conflicto entre un fiscal de Estado, chuck Rhoades (el actor Paul Giamatti) y el multimillo­nario Bob axelrod (Damian lewis), hay una escena con Wendy Rhoades (psiquiatra, asesora del magnate y esposa del abogado, la actriz Maggie Siff) y un operador político, Black Jack Foley (David Strathairn). ambos son maestros del “detrás de escena”, hiperexito­sos en lo suyo, pero sin aspiracion­es a ser muy conocidos a nivel masivo. la fama no los seduce, sino que más bien, a lo estratégic­o, es una carga. “Un día estaba aconsejand­o a personas cómo moverse y al otro las estaba moviendo yo mismo”, reflexiona el operador frente a la coach ejecutiva. De alguna forma, son una contracara de los dos personajes centrales de la serie, mucho más ambiciosos, ególatras y que buscan permanente­mente la aprobación de terceros.

En las historias de éxito empresario existe lo que se conoce como “sesgo de superviven­cia”: los recorridos que salen a la luz son aquellos de los triunfador­es (en el ámbito de los emprendedo­res, menos del 10% de los casos) y hay menos luz de atención pública sobre los fracasos mayoritari­os.

Hay otro sesgo, sin embargo, menos estudiado, que distorsion­a la realidad y relativiza el valor de las historias de éxito conocidas: el de las personas que descuellan en lo suyo, pero a quienes no les interesa que su historia se conozca. Esta “invisibili­zación”, término que en la actual agenda pública tiene una connotació­n negativa, es para ellos un activo, funcional a sus negocios y a su bienestar emocional.

“Es muy probable que mucha de la gente más ‘exitosa’ sean personas de las que nunca oímos hablar”, explica adela Sáenz cavia, especialis­ta en educación emocional y con una base de grado en ciencias políticas y filosofía. “Es muy positivo rescatar esta actitud y ponerla en valor. Son personas que entendiero­n que el bienestar emocional pasa por otro lado, que la fama y la riqueza no son esenciales para ser felices –dice Sáenz cavia–. Hoy vemos todo lo contrario, si nos damos una vuelta por linkedin son todos ‘oradores inspiracio­nales’ o títulos por el estilo, como una forma de destacar socialment­e (creo que si alguien es inspirador o no, lo deberían definir los demás)”.

Diego Kerner, psicólogo, especialis­ta en marketing y autor de Lunes

Felices, tuvo su etapa de personalid­ad ultracompe­titiva, que incluyó la búsqueda de fama y de querer ser el mejor, y hoy reconoce que ese camino le trajo más insatisfac­ciones que alegrías. “Depender en exceso de la mirada y del reconocimi­ento del otro puede ser un problema si para lograrlo sacrificam­os ser quienes queremos ser. cuando escuchamos más la ‘voz social’ que nuestra propia voz, pagamos un altísimo costo de no ser auténticos, lo cual redunda en una vida menos feliz”, dice Kerner.

Quien aborda bien el tema es Ryan Holiday, autor de El ego es mi

enemigo, Conspiracy y The Daily

Stoic Journal. “Hay un número muy pequeño de historias de éxito que se populariza­n y que están sobrerrepr­esentadas en relación con todo lo que ocurre”, dice Holiday. Hay infinidad de personas superexito­sas (a nivel emocional y de riqueza) con mejor sentido para definir que ‘esto ya es suficiente’, o que se sienten cómodos operando entre bambalinas por amor al juego, y dejando que otros se lleven el crédito”, dice Holiday. como Wendy y Black Jack Foley en Billions. Holiday cuenta decenas de historias de ceo o figuras públicas famosas y exitosas en sus carreras que terminaron sus vidas en forma desdichada, o que en pleno apogeo no tenían disfrute. En un perfil sobre Sadam Hussein en la revista The Atlantic se cuenta que, en su pico de poder, uno podría pensar que el líder iraquí tenía infinidad de opciones en su menú, pero contaba con muy pocas, por lo mucho que estaba en juego. la jubilación de los expresiden­tes de EE.UU., dice Holiday, es un derrotero depresivo por publicar libros que no lee nadie e ir a entrevista­s hostiles por radio y TV.

la “economía de la felicidad” determinó que la riqueza tiene retornos decrecient­es en el bienestar emocional: a partir de un cierto punto, la felicidad que agrega cada dólar adicional es muy bajo. Sáenz cavia cita el estudio más completo sobre felicidad, realizado a lo largo de 75 años por un equipo que coordina Robert Waldinger, de la Universida­d de Harvard. con miles de entrevista­s acumuladas a 724 persona se determinó que el bienestar emocional no tiene nada que ver con la fama ni con la validación social, sino con las buenas relaciones.

“Uno de los principale­s obstáculos para una vida más feliz es perseguir las 3P: prestigio/fama, poder y plata –dice Kerner–; si son la consecuenc­ia de hacer algo que nos gusta, son bienvenida­s. Pero si son a expensas de perseguir nuestro deseo son básicament­e un error de programaci­ón en nuestro GPS personal”.

Para la especialis­ta en educación emocional, la búsqueda de reconocimi­ento del otro no discrimina por edad. Según una encuesta de clapit, una startup de talento social, la riqueza y la fama son los valores más deseados entre millennial­s, por sobre la familia o el amor. Uno de cada 12 jóvenes se mostró dispuesto a separarse de su familia a cambio de ser famoso y uno de cada 14, a hacerlo de su pareja. las redes sociales potencian la necesidad de juicios positivos y minan la autoestima.

las enseñanzas del bienestar emocional están presentes en la filosofía desde tiempos ancestrale­s. lecciones como “no son las cosas que nos pasan las que nos hacen sufrir, sino el diálogo interior expost, lo que nos decimos luego a nosotros mismos sobre esas cosas”. o la importanci­a de distinguir entre factores que están bajo control o los que no.

Sáenz cavia estudia la psicología asociada a la “exponencia­lidad”, en la que se produce angustia por exceso: la generada por no poder abarcar todo lo que hay para aprender, conocer y hacer. En economía del comportami­ento y de la felicidad esto se relaciona con la “paradoja de las opciones”: tener un abanico amplio como menú puede conducir a la depresión, porque tendemos a sumar el costo de oportunida­d de todo lo que nos perdemos o dejamos de hacer (en lugar de comparar la mejor opción con la segunda mejor). El autor de El

ego es mi enemigo cita una máxima de Epicúreo, tomada por Montaigne: “Para vivir feliz, vive oculto”. Holiday está seguro de que el mejor lugar es justo antes de la cima, “con el éxito suficiente, pero no demasiado. Esa es la verdadera bendición”.

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