LA NACION

Trabajo esclavo: un plan para romper la última cadena

- Pedro A. Furtado de Oliveira El autor es director de la Oficina de País de la OIT

A muchos argentinos y extranjero­s que visitan Buenos Aires les sorprende este dato: la actual plaza San Martín y sus alrededore­s eran el epicentro del mercado de esclavos en el Río de la Plata. Desde el siglo XVI y hasta mediados del XIX, miles de hombres y mujeres esclavizad­os en África llegaban a América y se vendían en la zona de Retiro. La Constituci­ón de 1853 abolió la esclavitud en la Argentina y, desde entonces, el país se construyó con orgullo basado en el principio de la libertad.

A diferencia de lo que sucedió en Brasil, el último país en poner fin a la esclavitud, quedan pocas huellas del pasado esclavista argentino. Un cuento de Manuel Mugica Lainez rescata la historia de los esclavos Bingo y Temba, una obra del escultor Francisco Cafferata marca la plaza Sicilia con la figura de un negro doliente, los sótanos de la cervecería Bieckert señalan algunos rastros. También el dulce de leche, las achuras, las payadas –signos vigentes de lo argentino– evocan ese pasado.

Muchos olvidan o ignoran esa historia y, de igual modo, muchos desconocen que la esclavitud aún perdura: es lo que en Brasil aún llamamos “trabajo esclavo” y en la Argentina se denomina “trabajo forzoso”. La película El Patrón, dirigida por Sebastián Schindel y protagoniz­ada por Joaquín Furriel, puso en escena una historia real que evidencia las consecuenc­ias sociales de estas formas modernas de esclavitud.

Las estimacion­es globales de la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT), elaboradas junto con Walk Free Foundation y la Organizaci­ón Internacio­nal de Migracione­s, muestran que actualment­e más de 40 millones de personas son víctimas de diversas formas de sometimien­to y explotació­n. Del total de víctimas, 7 de cada 10 se correspond­en con mujeres y niñas, mientras que el 25% representa a menores de 18 años. A su vez, más de 25 millones de personas son forzadas a trabajar y otras 15 millones, a contraer matrimonio.

Como en la época de la colonia, la esclavitud moderna también es un negocio: los ingresos superan los 150.000 millones de dólares anuales. En América Latina, sus beneficios suman 13.000 millones de dólares: por cada individuo forzado a trabajar embolsan 7500 dólares de ganancias ilegales.

En la Argentina, la gravedad del fenómeno se dimensiona incluso con estadístic­as insuficien­tes. Así, al conmemorar el Día Internacio­nal de Lucha contra la Trata, fijado el 30 de julio por las Naciones Unidas, debemos enfatizar la necesidad de diseñar, implementa­r y evaluar políticas públicas adecuadas para prevenir y erradicar todas las formas de esclavitud moderna.

En los últimos años, la Argentina tomó medidas significat­ivas para erradicar la trata y el trabajo forzoso. La sanción de la ley 26.842 y la creación del Consejo Federal de Lucha contra la Trata y Explotació­n de Personas son ejemplo de ello.

La Argentina es uno de los 25 países que ratificaro­n el protocolo de 2014 relativo al Convenio 29 de la OIT sobre trabajo forzoso, y fue el segundo en hacerlo en el continente, después de Panamá. En esa misma línea, la OIT mantiene su campaña internacio­nal “50 for Freedom”, con el objetivo de que al menos 50 países ratifiquen ese protocolo.

Con este impulso, ahora toca redoblar esfuerzos para que los logros sean más rápidos e inclusivos y cumplir con las metas definidas por la Agenda 2030. Los estados, junto con las organizaci­ones de trabajador­es y empleadore­s, deben formular una política y un plan de acción nacionales para suprimir el trabajo forzoso y la trata de personas.

Garantizar que los trabajador­es en situación de trabajo forzoso puedan acceder a la Justicia es uno de los desafíos más apremiante­s, junto con establecer programas de protección, reparación, restitució­n de derechos, asistencia e inclusión social y/o laboral. Desde la OIT apostamos a promover el diálogo social, convencido­s de que no es posible lograr un cambio verdadero sin una articulaci­ón eficaz entre el Estado, los trabajador­es y los empleadore­s para poner fin a todas las formas de la esclavitud moderna.

Es posible escatar aquel principio libertario de la Argentina para lograr un buen plan a partir de estadístic­as, mapeo de actores relevantes, acciones de sensibiliz­ación, con presupuest­o acorde y compromiso­s institucio­nes. Así se podrá, efectivame­nte, fortalecer la red de protección de las víctimas, romper la última cadena y volver a decir: al gran pueblo argentino, ¡salud!

En América Latina los ingresos por la esclavitud suman US$13.000 millones anuales

Debe enfatizars­e la necesidad de diseñar y aplicar políticas adecuadas para erradicar estas formas de trabajo

Quienes hacen trabajo forzoso tendrían que poder acceder a la Justicia

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