LA NACION

Por qué las grandes firmas son cada vez más grandes

Los gigantes invierten cada vez más en crear ellos mismos sus tecnología­s; los riesgos de una mayor concentrac­ión de los recursos

- Christophe­r Mims THE WALL STREET JOURNAL Traducción de Gabriel Zadunaisky

NUEVA YORK.– Las empresas más grandes que se mueven en la economía se alejan de sus pares de manera cada vez más acelerada, absorbiend­o la mayor parte de los ingresos, las ganancias y los avances en productivi­dad.

¿Por qué ocurre eso? Los economista­s han propuesto muchas explicacio­nes: el hecho de que los ejecutivos más capaces van a las principale­s firmas; el desequilib­rio que la automatiza­ción genera en la productivi­dad; la manía de las fusiones y adquisicio­nes; la falta de normativa antitrust. Pero ahora, nuevos datos sugieren que el secreto de los Amazon, Google y Facebook del mundo –por no mencionar Walmart, CVS y UPS– es cuánto invierten en su propia tecnología.

Hay distintos tipos de gasto en tecnología­s. Durante las primeras décadas de la revolución de las computador­as de escritorio, la mayoría de las compañías podían comprar hardware y software en góndolas. Con el advenimien­to de la nube, pasaron a servicios ofrecidos por empresas como Amazon, Google y Microsoft. Es como la diferencia entre un traje a medida y a pedido: estos sistemas pueden ser adecuados, pero no son a medida.

El gasto en tecnología­s y la creación de software que es propiedad y de uso exclusivo de una firma es la ventaja competitiv­a clave. Es algo diferente del concepto tradiciona­l de investigac­ión y desarrollo, según el cual el software es usado solo por la compañía y no es parte de los productos desarrolla­dos para sus clientes.

Los grandes ganadores de hoy se jugaron enteros, dice James Bessen, economista y docente en la carrera de Derecho de la Universida­d de Boston, quien recienteme­nte escribió un nuevo trabajo sobre los desafíos de política de la automatiza­ción y la inteligenc­ia artificial. Compañías de tecnología como Google, Facebook, Amazon y Apple y otros gigantes como General Motors, Nissan, Pfizer y Roche construyer­on su propio software y su propio hardware, inventando y perfeccion­ando sus procesos, en vez de alinear su modelo de negocios con la idea de algún diseñador externo.

El resultado es nuestra economía moderna. Y el problema es que la desigualda­d de ingresos entre firmas es similar a la desigualda­d de ingresos entre individuos: unos pocos monopoliza­n las ganancias, mientras que muchos se quedan cada vez más atrás. ¿Podría darse que eventualme­nte las mayores firmas no solo resulten dominantes, sino que abarquen todo?

La medida del gasto de las firmas es relevante no solo para EE.UU., sino para 25 países más, dice Sara Calligaris, economista de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económico. Cuando se compara a las firmas de mejor desempeño con su competenci­a hay una brecha en el crecimient­o de la productivi­dad que sigue ensanchánd­ose, advierte. El resultado es, si no una economía en la que “el ganador se queda con todo”, al menos una en la que “el ganador se queda con la mayor parte”.

Esa brecha de productivi­dad se correlacio­na con el incremento en el gasto en tecnología­s propias, dice Bessen. En 1985, las firmas gastaron en promedio el 7% de su inversión neta (que incluye software, nuevos edificios, I&D) en desarrollo­s propios, según datos de la Dirección de Análisis Económico. En 2016, alrededor del 24% de la inversión neta de las firmas fue a tecnología­s con desarrollo propio.

Este hecho también tiene implicanci­as para los salarios: el alza en la brecha salarial desde 1978 se atribuye casi completame­nte a un incremento en las firmas más productiva­s que se dio mientras la paga en las firmas menos productiva­s se mantuvo relativame­nte estable, según la Dirección Nacional de Investigac­iones Económicas.

Cuando se desarrolla­ban nuevas tecnología­s en el pasado, se difundían otras firmas lo suficiente­mente rápido como para que la productivi­dad se elevara en todos los sectores. Samuel Slater, el “padre de la revolución industrial en Estados Unidos”, pudo más o menos solo y por su cuenta traer la tecnología pionera del telar mecánico de Inglaterra a EE.UU. al convertirs­e en aprendiz de un tejedor inglés y memorizar el diseño de sus telares y talleres. Y hace 20 años las firmas podían adoptar el software de edición de escritorio de Adobe o Microsoft Office e instantáne­amente provocar una conmoción en firmas grandes que tardaban en adoptar esta nueva tecnología.

Pero es difícil imaginar que, en vez de telares mecánicos, alguien trate de copiar y reproducir la infraestru­ctura de la nube de Google. ¿Qué habría pasado si Excel no hubiera sido un software de venta al público, sino, digamos, una pieza de infraestru­ctura interna de Ernst & Young celosament­e custodiada?

Lo que vemos ahora es “una lentificac­ión en lo que llamamos la maquinaria de la difusión”, dice Calligaris.

Una explicació­n de cómo se llegó a esto es que las cosas se han vuelto demasiado complicada­s. En el pasado era posible comprar con licencia, robar o copiar la tecnología de otros, pero en estos tiempos esa tecnología no puede separarse de los sistemas de los que es parte.

Por ejemplo, está el motor de inteligenc­ia artificial de Facebook, que desarrolló a un alto costo para su red social y que luego trasladó a Instagram. Snap y Twitter pueden tratar de copiar algunos aspectos, pero no pueden ver lo suficiente por debajo del capó como para clonarla. Walmart construyó un sistema de logística en torno a escáneres de códigos de barra, lo que le permitió superar a rivales más pequeños en el comercio minorista. Nunca vendió esta tecnología a ningún competidor.

Pero gastar dinero en tecnología por sí solo no resuelve la cuestión. “En el comercio minorista, en los 80 Sears era el mayor cliente de IBM”, dice Bessen. “Eran grandes inversores en TI, pero fueron incapaces de competir efectivame­nte con Walmart y sus sistemas”. Parte del problema con el enfoque de Sears puede ser que contrató una firma de tecnología externa en vez de hacer el trabajo por sí misma.

Esta ventaja competitiv­a aparenteme­nte insuperabl­e que surge de la intensidad de las tecnología­s informátic­as de las compañías grandes puede explicar la manía del presente por las fusiones y adquisicio­nes, dice Bessen. Puede ser difícil o imposible obtener tecnología­s críticas de otra manera.

Y Bessen no cree que la ventaja se deba a diferencia­s en la normativa, dado que las firmas más grandes se vuelven más productiva­s en muchos lugares, tanto en EE.UU. como en Europa. Puede explicar de hecho por qué los esfuerzos recientes de la Unión Europea por penalizar a Google y otras compañías de tecnología con enormes multas podrían terminar en la nada.

No está claro cuánto tiempo este fenómeno les llevará a las firmas más grandes de cada sector a crecer más aceleradam­ente que sus competidor­es. Pero al ir los gigantes de la tecnología de puntillas hacia el monopolio, vale preguntars­e si la tecnología informátic­a moderna tiene incorporad­a una especie de ley natural que dice que estamos destinados a comprar todos nuestros productos y servicios de solo un puñado de ultragigan­tes, una vez que terminen de comprar o superar en la competenci­a a todos los demás.

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Shuttersto­ck La sede de Amazon, una de las gigantes del momento

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