LA NACION

El SIC volvió a prevalecer ante el CASI: 16-10

- Agustín Monguillot

No importó que llevara tres derrotas. Tampoco, las bajas de sus mejores jugadores. Apoyado en el liderazgo de nuevos valores, el SIC quebró la lógica y se quedó con la 128ª versión del clásico de San Isidro. En un duelo a tono con la histórica rivalidad, el equipo zanjero derrotó al CASI por 16 a 10 en La Catedral. Fue el desquite perfecto para empezar a enderezar su irregular campaña en el Top 12 de la URBA.

Desde que empezó la temporada en Boulogne padecen ausencias de piezas clave en su estructura, por lesiones. Son los casos de Benjamín Madero, su goleador y símbolo; Francisco Piccinini, el capitán; y Rodrigo Etchart, su tryman, al que una operación del hombro lo marginó del Mundial de Seven. Tampoco estuvo Gastón Arias, que estuvo abocado a un torneo como jugador de Argentina XV en Georgia.

“Son muy importante­s no solo por cómo juegan, sino porque son referentes del plantel e históricam­ente fueron los que manejaron los tiempos de los partidos”, admitió Fernández Madero, que asumió la capitanía y es uno de los que tomaron la posta. “Para los 15 que entramos a la cancha, jugar sin ellos es un lindo desafío, para madurar y llevar el plan de juego”, agregó.

El bajón y las ausencias dieron la sensación de que iba en inferiorid­ad a La Catedral, pero SIC fue tan implacable que desorientó completame­nte a su rival. Su simpleza y su efectivida­d fueron la receta: tuvo obtención, prevaleció en los puntos de encuentro, presionó y aprovechó los errores ajenos. “Era una revancha, pero contra nosotros mismos”, admitió Andrea Panzarini, figura zanjera en la temporada y ayer.

Si el local se esperanzó con quedarse un partido que le era desfavorab­le, eso ocurrió por los cinco minutos de protagonis­mo absoluto de Ignacio Almela. El goleador es una garantía con el pie, y además marcó un try para el que se llevó la pelota con la pierna zurda hasta el in-goal. Y en la jugada siguiente, provocó una amonestaci­ón a Tomás Meyrelles por una carga ilícita. De la nada, pareció que se le quemaban los papeles a SIC.

Lejos de desesperar­se, los de Boulogne continuaro­n con su plan y consiguier­on un try de esos que no suelen existir cuando la pelota está enjabonada, y la cancha, pesada. Joaquín Lamas leyó el panorama e hizo una patada cruzada para Carlos Pirán, que ganó una disputa aérea y terminó apoyando junto a una bandera. Convulsion­ado, CASI no volvió a amenazar con una remontada. El scrum propio perdido en el final, que le permitió a SIC cerrar el partido con la pelota, fue lo que faltaba para exponerlo.

Cada clásico tiene historias individual­es, y en este está la de Lamas, que no es el apertura titular. De he-

cho, jugó todo el año en la intermedia. Se le abrió una chance nada menos que en el clásico y no defraudó, con conducción y buen juego con el pie. “Siempre es una felicidad inmensa ganarle al CASI, pero en La Catedral es más lindo”, dijo el 10, que sumar rodaje en la primera, mientras en Boulogne esperan la recuperaci­ón de Madero, que presenció el debut de su hermano Mateo.

SIC acumula 51 triunfos en el historial, contra 67 de CASI y 10 empates, y sumó su cuarto éxito sucesivo en el clásico. Uno que puede ser un empujón para escalar en la tabla, en la que está 6º. Por eso las palabras de Lamas no suenan a lugar común: “Es un momento de quiebre, un punto de partida para laburar en lo que no veníamos haciendo bien. Fue un partido bisagra”.

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Aasí se jugó en La Catedral, con corazón y chapuzones; Fernández Madero, del SIIC, frena a Álvarez Fourcade
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