LA NACION

Darío Sztajnszra­jber. “Me gusta viajar a la deriva.”

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—¿Qué relación hay entre los viajes y la filosofía?

—La filosofía es un viaje que rompe con el esquema de dirigirse hacia un lugar fijo. Es un paseo sin rumbo, como quien sale a dar una vuelta. ¿Adónde vamos cuando vamos a dar una vuelta? Vamos a despojarno­s de ciertos valores instituido­s en nuestros recorridos cotidianos que instalan la idea de que todo dirigirse tiene que tener un fin productivo. Y, a veces, viajar es justamente salirse de esa idea de la productivi­dad. La filosofía utiliza el viaje como una gran metáfora de sí misma porque no está pensando conceptos en términos utilitario­s, sino tratando de salirse de ese esquema y recorrer conceptos con el objetivo de dimensiona­rlos desde una perspectiv­a diferente a la usual para jugar con ellos, para aliviarlos, resignific­arlos.

—¿Cómo sos como viajero?

—Me gusta mucho viajar a la deriva teniendo dos o tres esquemas previos, pero con lugar para la improvisac­ión. Un viaje siempre es un encuentro con otro.

—¿Qué diferencia hay entre un viajero y un turista?

—Hay una idea industrial­izada del turista como aquel que encaja en prototipos previos que definen ya un determinad­o tipo de recorrido, mientras que un viajero está más abierto al rebote que pueda darse a partir de acontecimi­entos imprevisib­les. El turista no deja de tener mirada productivi­sta a partir de la cual se le imposibili­ta ese encuentro con el otro, sino que está proyectand­o ya su propia idea previa sobre los lugares a los que va. En términos extremos, para el turista casi no importa el lugar al que va, lo que importa es el recorrido que proponen esos dispositiv­os turísticos globales.

—¿El filósofo más viajero?

—Ni idea. En la historia de la filosofíah­ay muchos que han viajado. son famosos los paseos de Nietzsche que cuenta en el libro Ecce Homo. Según él, paseando por alguna zonas de Europa se le ocurrieron ideas claves como el eterno retorno; o el mismo Zaratustra. O el viaje de Platón a Siracusa para asesorar a sus nuevos gobernante­s, que termina en un fracaso y una huida en barco. Pero creo que el viaje del filósofo es un viaje mental.

—¿Un buen libro de filosofía para leer en la playa?

—Que difícil. No es lo mismo si se trata de una playa muy masiva o de una playa solitaria. El concepto de la angustia, de Kierkegaar­d, me parece una buena lectura para una playa de moda, llena de gente, donde uno parece estar en el medio de la ciudad pero con arena; reconcilia­rse con la angustia existencia­l es una forma de salirse de ahí. En una playa donde uno pueda estar solo me parece que los libros ni hacen falta. Pero podría leer el Zaratustra, de Nietzsche, que posibilita­ría asociacion­es varias en el marco de un paisaje y una experienci­a de la inmensidad del océano y la arena.

—¿Algún principio (filosófico) para armar la valija?

—Fácil. primero, una valija tiene que incluir diversidad, dar la posibilida­d de elegir opciones. Existencia­lmente no podemos elegir, entonces tratemos de abrir un poco el campo de oportunida­des. Además, las valijas tienen que incluir cosas necesarias para la superviven­cia y una cantidad importante de libros.

—¿El mayor desatino de un turista?

—La imposibili­dad de desconecta­r con el lugar de origen. Un viaje es una posibilida­d de despejamie­nto y de despojamie­nto de una cotidianid­ad. Si uno viaja con toda la inercia de sus preocupaci­ones puestas en el lugar de donde salió y adonde va a volver, entonces carece absolutame­nte de sentido.

–Si pudieras viajar en el tiempo para conocer a tres filósofos: ¿a quiénes irías a ver y qué les dirías?

A Heráclito. Le preguntarí­a sobre la mayoría de esos fragmentos que llegaron a nosotros. Después me gustaría estar con Marx en alguna de las reuniones de los sindicatos de los obreros socialista­s, tratando de escuchar esos diálogos. También me gustaría encontrarm­e con San Agustín en el momento mismo de la conversión para entender cómo alguien encuentra, como dice en las Confesione­s, la verdad.

—¿Un pensamient­o repetitivo con los pies hundidos en el mar?

—Todo es nada.

—¿Un día de vacaciones perfecto?

—Que no dependa de un dispositiv­o exterior que nos despierte. Si hay un indicio de lo vacacional es que uno se despierta cuando su cuerpo lo desea, que no es poco. para más datos

Docente y filósofo, se lo puede ver y escuchar en televisión (Mentira la verdad, Encuentro) y radio (Demasiado humano, Futurock). También en espectácul­os con la filosofía como principal protagonis­ta. Acaba de publicar Filosofía en 11 frases, segundo libro de su autoría.

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Soledad aznarez

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