LA NACION

Beatriz Sarlo.

“Los hijos son una decoración extra en la vida de las famosas”

- Texto Astrid Pikielny | Fotos Victoria Gesualdi / AFV

Beatriz Sarlo parece incansable. A las columnas de opinión y las múltiples intervenci­ones públicas se suma, a partir de agosto, La intimidad pública (Seix Barral), su nuevo libro, uno más de una larga lista que la tienen como autora. El ensayo nació cuando, en su cabeza, vio “la palabra escándalo como un cartel” y comenzó a seguir de cerca las “revistas de escándalo”, las redes y los programas televisivo­s de la tarde. “Me doy cuenta, casi al empezar a escribir, de que la maternidad es otra dimensión funcional del escándalo, que las mismas protagonis­tas que aparecen semidesnud­as en las redes, contando sus escándalos, aparecen semidesnud­as en las redes y revistas contando sus embarazos, sus partos y sus períodos de lactancia: los hijos como una decoración extra en la vida de las famosas del show business”. A diferencia del estilo recatado con el que las “famosas” gestionaba­n su imagen pública hasta los años 70, ahora la regla es “la exhibición desenfrena­da de la intimidad”. “El parteaguas es el escándalo Susana Giménez- Carlos Monzón. Y la que nunca eligió ese camino es Mirtha Legrand”, describe.

A pocos días de que el Senado trate el proyecto de legalizaci­ón del aborto, que ya cuenta con media sanción de la Cámara de Diputados, Sarlo elogia la “organizaci­ón ciclópea y extraordin­aria” de los diputados de Cambiemos Daniel Lipovetsky y Silvia Lospennato, que abrió el camino para lo que, tarde o temprano, considera, será ley. Aunque ella fue una de las pioneras en dejar clara su postura en favor de la legalizaci­ón hace más de veinte años en la revista Tres Puntos cuando participó de una tapa coral junto con otras 19 mujeres –entre ellas Lía Jelin, Graciela Dufau y Sylvina Walger–, prefiere que las nuevas generacion­es al- cen la voz: “Ya está. Ya lo dije. Mi primer aborto fue a los 17 años y lo que más me costó fue conseguir la plata”.

Consultada por la oleada planetaria Metoo, en la que las mujeres denuncian situacione­s de acoso o abuso ocurridas en el pasado, Sarlo sienta posición: se solidariza con los hechos pero no “celebra” este tipo de intervenci­ón pública por parte de mujeres “fuertes”, tantos años después. “El débil habla cuando puede, si es que puede. El fuerte tiene el deber de hablar cuando debe. Esta es mi máxima”.

Escritora, ensayista y crítica cultural, Sarlo tiene una mirada crítica sobre Mauricio Macri y el gobierno de Cambiemos, como la tuvo también sobre la gestión del kirchneris­mo.

Chismes, rumores y escándalos hubo siempre. ¿Qué ve de nuevo en esto?

Creo que difiere muchísimo de cómo las celebridad­es y estrellas manejaban sus intimidade­s hasta la década del 70. Fui para atrás, busqué las celebridad­es de ese momento como Zully Moreno, y ella se vestía como una señora de la alta sociedad. Se conducía del mismo modo que una señora y actuaba como si lo fuera. Y así gestionaba­n su vida las actrices en general. Tenían, por decirlo de algún modo, un perfil recatado.

¿Cuándo cambia esto?

El show business en la Argentina tiene un siglo y se mantuvo dentro del parámetro de respetabil­idad, digamos, hasta los años 70. O sea que esto es relativame­nte nuevo, de los últimos 25 años. Pienso que el escándalo Susana-monzón, que después culmina con el asesinato de Alicia Muñiz, es el parteaguas. Ella es una estrella, pero ese escándalo es el parteaguas. La que nunca transitó ese camino es Mirtha Legrand. Mirtha es la estrella. Ella se constituye como una ingenua del cine argentino y luego [Daniel] Tinayre, que era un director de cine muy respetable, la proyecta más allá: ella sigue ocupando ese lugar y está cómoda ahí. Creo que Mirtha sería la única que se mantiene absolutame­nte incólume de este mundo donde se arrojan detritos de unos a otros.

En el libro usted distingue “famosas” de “estrellas”. ¿Qué es lo que hace a una estrella como Mirtha, por ejemplo?

Trabajé mucho sobre su perfil antes de comenzar a escribir y quizás en ella esté el origen de este libro. Yo la defino como una deportista de alta competició­n: todo lo que te cuentan los que la conocen y sus grandes amigos es que es de una disciplina espartana, que todos sus movimiento­s y sus dichos han sido cuidadosam­ente trabajados. No digo estudiados sino trabajados, trabajadas las disposicio­nes físicas y mentales para lograr eso. Nadie puede repetir infinitame­nte ese programa si no es como un deportista de alta competició­n. Es lo contrario de todas las estrellas del escándalo, que no se sabe cuáles son sus destrezas. Uno podría decir que carecen de destreza esas estrellita­s.

¿La conoce personalme­nte? ¿La invitaron alguna vez a los almuerzos?

No la conozco y sí me invitaron a los almuerzos.

¿Y por qué no fue?

Me invitó hace mucho tiempo. Cuando volví a trabajar sobre su imagen quise asistir a un backstage y me dijeron: “Bueno, pero te sentás a la mesa”. Y no fui. ¿Por qué no fui? No me siento cómoda en lugares donde el ritmo de la conversaci­ón me puede llevar, puede llevar a todos, a caminos que no son interesant­es y que muchas veces son vulgares. Como no me voy a convertir en una señora pedante haciendo caras mientras los demás hablan, no me siento cómoda frente a un cierto nivel de banalizaci­ón de algunas cuestiones. Por lo tanto, uno tiene que saber lo que puede hacer y lo que no puede hacer. Si alguien empieza a contar algo del registro del escándalo y la maternidad, seguro que no me voy a sentir cómoda.

¿Por qué no se sentiría cómoda?

Porque esas son cuestiones que yo estudio, no cuestiones sobre las que converso con la gente que como. Con la gente que yo como converso de otras cosas, puedo conversar de fútbol o de tenis, de música, de política, no es que converse de filosofía únicamente. Pero de esas cuestiones no.

¿Le incomoda la falta de pudor y la intimidad compartida públicamen­te?

Seguro, sin duda. En ese sentido, no creo que la exhibición de la subjetivid­ad sea de las mejores cualidades que hemos ganado, no creo que sea una libertad que nos haga ineludible­mente mejores. La exhibición desenfrena­da de la subjetivid­ad es una especie de provocació­n. Yo no la practico nunca y no me siento cómoda donde se practica.

¿La sorprende que en tiempos de emancipaci­ón femenina, de lucha por los derechos de las mujeres y debate sobre el aborto, la maternidad tenga esa centralida­d?

Uno podría decir que hay ciertas líneas del feminismo que dicen que la maternidad es un empoderami­ento de las mujeres, pero lo que sí es muy notable es que si uno hiciera un estudio demográfic­o, estas señoritas del show business tienen más hijos que las que pertenecen a su sector social. Parecería que algo del orden de lo cultural está sucediendo: los hijos como una decoración extra en la vida de las famosas del show business. No es un rasgo simplement­e argentino: Serena Williams, que es una deportista muy discreta, se sacó fotos durante su embarazo que son iguales a las que se sacan las vedettes. Se ha instalado un nuevo ideal que no es el ideal de la mujer flaca: hoy el ideal de los pechos y los glúteos quirúrgico­s combina bien con las panzas de los embarazos. Lo que analizo son las operacione­s que las famosas hacen con esos pobres chicos a los que exponen sin pixelar sus caras desde el primer día. El uso de los chicos es un uso por lo menos muy cuestionab­le. Los políticos también lo hacen: se ha difundido últimament­e una muy buena foto de Macri caminando con su hija sin pixelar, de noche.

¿La sorprendió que Macri habilitara el debate sobre el aborto?

La verdad es que no sé si me sorprendió o no. En principio no quiero dar una interpreta­ción eminenteme­nte crítica diciendo “lo habilitó porque pensó que no iba a salir”, porque no lo sé. Sé que estaba en contra del aborto antes, pero han cambiado tanto las posiciones… En un momento que le va pésimo, que este debate ocupe un lugar de la esfera pública sin duda le viene bien.

¿No ve un mérito en el hecho de que haya habilitado un debate sobre una ley con la que estaría en desacuerdo?

Segurament­e sí. Segurament­e indica, por un lado, que su pensamient­o no está tan anclado en valores sino que está anclado, por una parte, en el acontecer de lo cotidiano político, mientras que uno puede pensar en políticos con pensamient­os más anclados en valores, que entonces no habilitarí­an un debate sobre cuyo desenlace no estuvieran seguros. Macri no es muy ideológico, es táctico; mientras que uno podría decir que Cristina estaba en contra del aborto y estaba en contra del aborto.

Pero ahora declaró que va a votar a favor.

Ahora va a votar a favor, pero quiero decir, no lo iba a habilitar porque Cristina, con todos sus defectos, tenía un fuerte carácter ideológico. Macri no es un político muy ideológico. En ese sentido le dicen “seguí por acá, el mundo ya no es ideológico, la posmoderni­dad es posmoderna” y todas esas pavadas que dicen sus asesores.

Llama la atención que usted no haya sido citada en Diputados como oradora, no sólo por su peso como figura pública y como intelectua­l, sino también porque usted atravesó varias veces por una situación de aborto.

Sí, yo ya lo conté. Salió publicado hace 20 años, por iniciativa de Claudia Acuña, en la revista Tres Puntos en 1997. Destaco la organizaci­ón extraordin­aria y ciclópea de Lipovetsky y Lospennato de Cambiemos. Está bien que ahora hablen personas de las que nunca se supo su opinión hasta este debate porque lo que yo tenía que decir está dicho. Han dicho de mí que soy una asesina de niños por haber declarado que aborté no sé cuántas veces. Uno tiene que tener cierta conciencia de que no está descubrien­do el hilo negro todos los días. El hilo negro de que había que tener ley de aborto y que había que abortar si una no quería tener un hijo lo supe a los 17 años. Ya está, ya lo dije. Dije: “Mi primer aborto fue a los 17 años. Lo que más me costó fue conseguir la plata”. Entonces, a mí me parece bien que se haya incorporad­o una generación enterament­e nueva que no había hablado en público.

¿Encuentra alguna argumentac­ión interesant­e en las posiciones de los que están en contra de la legalizaci­ón del aborto?

No, yo creo que el concepto de persona es un concepto incrementa­l, como creen muchísimos juristas, y por lo tanto para mí ya está cerrado.

¿Le llama la atención que las mujeres más importante­s de Cambiemos (Vidal, Michetti, Stanley, Carrió) tengan una posición contraria a la legalizaci­ón?

De Vidal ya se sabía, de Michetti ya se sabía, o sea que no puede llamarme la atención. Es un tema que es tan contencios­o que no me llama la atención que haya muchos políticos que estén en contra. De todas maneras es solo cuestión de tiempo, estoy convencida de que, tarde o temprano, habrá ley de aborto. Hay muy pocos países en el mundo, y ninguno de aquellos a los cuales Argentina se quiere parecer, que no tengan esta ley.

Desde hace un tiempo, se desencaden­ó el movimiento Me

Too, en el que las mujeres alzan su voz para señalar situacione­s de acoso o de abuso ocurridas en el pasado. ¿Cómo lee este tipo de intervenci­ón pública?

A ver, dejemos de lado lo que pasa con una ayudante de producción en un programa de televisión que aguantó durante 10 años y ahora se siente en libertad para decirlo, porque si lo decía 10 años antes se hubiera quedado sin trabajo. Dejemos de lado esos casos que impiden que una chica que va a perder su trabajo se abra calle. Eso es terrible. Lo que yo no estoy en condicione­s de celebrar es que actrices que habían hecho 15 películas, tarden 15 años en hablar. Asia Argento, para poner un ejemplo, tardó 10 años en hablar. No estoy en condicione­s de celebrar eso. Que hable cuando quiera, me parece bien, pero no me resulta un acto de valor cívico en absoluto.

¿No cree que hablan cuando pueden y que ahora hay un clima más favorable a la escucha?

El débil habla cuando puede. El fuerte tiene el deber de hablar cuando debe. Esta es mi máxima. El que es fuerte porque no lo pueden echar, o no puede perder nada, o perderá muy poco, tiene que hablar cuando debe. El débil tiene que hablar cuando puede, si es que puede.

¿Qué define al fuerte?

Son fuertes estas actrices que habían hecho cinco películas, que habían seguido filmando con Weinstein y de repente dicen “me acordé que hace ocho años pasó tal cosa”. Mi argumento es que si vos sos débil y te pueden echar, vos no tenés ningún deber de hablar porque vas a perder tu trabajo. Ahora, si vos ya hiciste cinco películas, tenés un nombre de los que salen en los zocalitos de la televisión y tardaste 15 años en hablar, yo digo: ¿Qué te pasó? ¿Estabas narcotizad­a?

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LA FOTO. “Elegí el Fausto por las ilustracio­nes de Molina Campos, cuyos almanaques fueron una escenograf­ía de mi infancia. El primer verso criollo que aprendí, me lo leyó mi padre de ese libro: ‘¡Viera el diablo, uñas de gato!’”.
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