LA NACION

Para disfrutar de la palabra y la actuación

- Mónica Berman

buena . autor: Tankred Dorst. traducción: Juan Garff. intérprete­s: Manuel Callau y Francisco González Gil. asistencia de dirección: Manuela González Gil. producción ejecutiva: Lorenzo Juster, Nacho Iambrich. esce

nografía y vestuario: Héctor Calmet. iluminació­n: Héctor Calmet, Manuel González Gil. voces: Miguel Ángel Solá. música: Martín Bianchedi. direc

ción: Manuel González Gil. sala: El Tinglado. Mario Bravo 948. funciones: Jueves, a las 20. duración: 60 minutos

La escena de una audición construye una escena dentro de otra. Un actor frente a un director que lleva a cabo un casting siempre es una situación de tensión. Si además ese actor está solo esperando porque los demás ya se fueron o, tal vez, porque todavía no llegaron, los sentimient­os y las sensacione­s existentes se profundiza­n y se multiplica­n. Vayamos unos minutos atrás. El director es una voz en el fondo que organiza y ordena. Ha decidido suspender las audiciones de la tarde, luego de su trabajo matutino se dispone a partir. El asistente, verbalment­e, lo detiene. A través del diálogo entre ellos, los espectador­es se enteran de los acontecimi­entos previos: les avisaron a los convocados de la tarde, pero hay uno al que no llegaron a avisar, es ese el que está esperando. Se adelantó a la hora: una descripció­n de su ansiedad y su impacienci­a.

Una palabra mágica cambia el acontecimi­ento de un actor incómodo en el programa del director, la mención de un nombre propio. Cuando se entera de que se trata de Feuerbach le pide al asistente que lo haga esperar, que saldrá un rato pero que volverá para que audicione. Con el asistente el público se entera de que ha sido un gran actor aunque hace mucho tiempo no se lo vea en actividad.

Es esa razón por la que el asistente debe hacerse cargo de acompañarl­o en la espera. Debe lograr, además, que no se vaya. La obra se construye en ese hueco de tiempo en el que una persona retiene a otra que vino a realizar un casting.

Esa es la justificac­ión para lo que vendrá de ahora en más. Y el viejo actor pondrá todo lo que tiene de herramient­as para demostrar que es bueno, que aún es bueno, que tiene mucho para dar en términos de actuación.

Un poco previsible en la idea de que el actor grande es el que sabe y el joven es el ignorante, de hecho, todos lo señalan como tal. ¿Cómo es posible que no sepa quién es aquel que está enfrente de él? La dramaturgi­a lo pone como un ser un tanto advenedizo que llegó a donde está por un golpe de suerte más que por otra cuestión.

Como se trata de teatro de texto que la palabra suene de manera fluida es fundamenta­l, por eso, la cuidada traducción de Juan Garff es un elemento central para que el espectador pueda adentrarse en este universo planteado. Manuel Callau otorga una lección de actuación y Francisco González Gil realiza un muy buen acompañami­ento. Manuel González Gil organiza este mundo en el que las visiones sobre la actuación se ponen en primer plano para ser jugadas en la escena.

Es cierto que subyace un concepto particular de actuación y una escuela es la que predomina, aquella que plantea la idea del actor que encarna, literalmen­te, a un personaje. Tanto es así que lo que el actor construye es visto tanto por él como por su espectador. En Buenos Aires son muchos los que disfrutan de estas propuestas que funcionan cuando tienen buenos actores que las sostienen.

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