Por un nuevo canto a la vida.
Tras el debate sobre el aborto, los argentinos deberíamos abocarnos a la gestación de políticas que nos abracen a la defensa de las dos vidas
Tras el debate sobre el aborto, los argentinos deberíamos abocarnos a políticas que nos abracen a la defensa de las dos vidas.
Apocas horas de un debate histórico en el Senado de la nación sobre la cuestión del aborto, se diría que la discusión legislativa de las últimas semanas ha evidenciado, una vez más, la falta de consenso entre los argentinos en un tema de crucial importancia en tanto afecta al primer derecho: el derecho a la vida. El hecho de que no haya conseguido avanzar en la cámara alta ni siquiera un dictamen de proyecto que introducía modificaciones a la iniciativa originalmente sancionada por Diputados ha revelado el bajo nivel de acuerdo existente respecto del conjunto de normas aprobadas sobre el tema por este último cuerpo.
no ha habido consenso en una cuestión legislativa que se impulsó de modo desprolijo y con ausencia de nítidas mayorías legislativas y sociales. Una situación como la señalada está convocando implícitamente a la totalidad de la dirigencia argentina a un superlativo esfuerzo de creatividad e imaginación, que se centre en los puntos en los cuales un acuerdo básico se torne posible.
¿Es tan difícil alcanzar esa convergencia desde la diversidad? Difícil, pero acreedor a un esfuerzo que ponga a prueba la voluntad de entendernos por la significación incontrovertible de la nueva y decisiva instancia del debate. allí están, por ejemplo, la necesidad de promover la educación sexual en los distintos niveles; de atender la cuestión de los embarazos no deseados de adolescentes; de abordar la prevención de situaciones de violencia sexual, intrafamiliar y de género; de promover políticas eficaces de tratamiento, control y prevención de adicciones; de impulsar mecanismos eficientes, por los que se aceleren procesos de adopción ajenos a trabas burocráticas y acordes a las mejores prácticas internacionales; de desplegar dispositivos coordinados de atención a mujeres embarazadas en situaciones de vulnerabilidad y de optimizar los mecanismos de asignación universal por hijos e hijas, de modo que contribuyan a fortalecer la integración social. Hay otros más, como los de recrear las interpretaciones judiciales, de forma que haya un piso básico de uniformidad en el territorio nacional; de movilizar de modo colaborativo y participativo a las diferentes instancias de las organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil abocadas, con carácter solidario, a la protección de la mujer embarazada y la niñez en riesgo, y sin que esto importe agotar una agenda de propuestas específicas.
Tal enumeración de capítulos podría extenderse a otros aspectos relevantes que surgieron en las discusiones habidas hasta aquí. La interpelación colectiva suscitada por el debate crucial del próximo miércoles en el Senado se resume en estas horas en preguntas ineludibles. ¿Podemos darnos los argentinos un marco de coincidencias mínimas, de bases y puntos de partida, a fin de evitar la solución simplista de legalizar el aborto o no, en lugar de agotar todas las instancias contenidas en políticas de defensa y promoción humanas? ¿Podemos construir un real “diálogo argentino” sobre esta materia que viene trabajada, sin dudas, por los vientos tempestuosos de la pasión, la política y la ideología, por reclamos ante carencias manifiestas, por historias personalísimas, teñidas por dolores profundos, por doctrinas maniqueas, por actitudes filosóficas y valorativas dentro de una ola mundial dispuesta a arrasar con los más indefensos, muchas veces sin ton ni son, con normas establecidas antiguamente en la civilización occidental? El sector público, con los instrumentos de sus tres poderes, más la influencia de lo más representativo de las ciencias, la sociedad civil y las organizaciones privadas podría idear un mecanismo, espacio o plataforma de consulta operativa y programática sobre tan amplio espectro de asuntos de interés vital, destinado a traducirse en políticas públicas de alcance sostenible.
El 8 de agosto será un día histórico, qué duda cabe. El país estará atento a cuanto ocurra en el Senado. Lo que proponemos es pensar en el día siguiente como albor de una nueva etapa, no de abismos y desencuentros manifiestos, tampoco de callejones sin salida, sino de concordancias superadoras, constructivas y propositivas que permitan atender a una situación social que es llaga viva en lo hondo de la comunidad argentina. Tenemos por delante la oportunidad trascendente de diseñar una política pública eficaz e integral, que se haga cargo de las complejidades del tema que ha agitado estos últimos meses a la opinión pública. Obremos, por lo tanto, con la voluntad de diseñarla a partir de resultados fundados en la incontrastable evidencia científica según mecanismos apropiados de evaluación, con responsabilidad y razonabilidad programática y presupuestaria.
Un magnífico ejemplo sobre este desafío creativo lo han dado los curas villeros de la ciudad de Buenos aires y el conurbano, de posiciones controvertibles en otras materias, es cierto, pero que aquí han acertado al decidir la reconversión de los Hogares de cristo, tradicionalmente abocados al tratamiento y contención de adicciones severas, en “Hogares del abrazo maternal”, destinándolos también a brindar cooperación alimentaria, sanitaria, psicológica y legal a mujeres con embarazos de riesgo o inesperados.
Son muchas otras las organizaciones que trabajan también en esa misma dirección y que deberían estar convocadas a partir del día después de la sesión parlamentaria a participar del acuerdo al que urgimos. El 8 de agosto, más que nunca, la consigna debería ser “argentinos, a las personas”, parafraseando a Ortega. a “las personas”, como gestación de políticas públicas e iniciativas privadas y comunitarias que las abracen en defensa de las dos vidas. a “las personas”, sin exclusión alguna.