LA NACION

Teorías conspirati­vas. Un abono que alimenta el avance de los populismos

Como pasó con el Brexit y el M5E, la visibilida­d que logró el grupo Qanon en actos de Trump expuso la popularida­d de este tipo de movimiento­s

- Texto Rafael Mathus Ruiz Correspons­al en EE.UU. | Ilustració­n Ippóliti

Los militares le pidieron a Donald Trump que fuera candidato a presidente de Estados Unidos para salvar al mundo. Todos sus antecesore­s fueron “presidente­s criminales”. Una “camada de élites globales” –incluidos los Bush, los Clinton, los Obama, funcionari­os de inteligenc­ia y figuras de Hollywood– es culpable de los males del mundo, y conspira con el “estado profundo” para desbancar al magnate neoyorquin­o. Pero viene “una tormenta”, un “gran despertar”, y todos terminarán presos.

Esta teoría conspirati­va surge de un video en Youtube (con el título “La historia, el plan”), publicado hace poco más de un mes, que se ha convertido en el manifiesto de un movimiento que, con menos de un año de vida, saltó desde un rincón de internet a la primera fila de la coalición de Trump. Sus seguidores poblaron sus últimos actos de campaña con una letra: Q. Remeras con la letra Q; carteles con un mensaje: “Somos Q”, y un lema: “Donde va uno, vamos todos”.

“Es un movimiento. Algunos lo llaman el gran despertar”, dijo un joven, antes de un acto de Trump en Pensilvani­a, a la cadena CNN, que le dedicó un segmento al tema.

La visibilida­d de Qanon –tal el nombre del peculiar movimiento– en los últimos eventos de campaña de Trump mostró la popularida­d de las teorías conspirati­vas dentro de la coalición que tejió el magnate. Es un rasgo que puede verse, TAMTAMPA, bién, entre partidario­s del Brexit, en Gran Bretaña, o del Movimiento Cinco Estrellas (M5E), en Italia. La irrupción política de Trump, de hecho, estuvo marcada por una teoría conspirati­va: la acusación de que Barack Obama no nació en Hawai, sino fuera de Estados Unidos.

“La gente que tiene inclinació­n por el partido republican­o y cree en teorías conspirati­vas son los mayores partidario­s de Trump”, apunta Joseph Uscinski, politólogo de la Universida­d de Miami y especialis­ta en el estudio de teorías conspirati­vas.

Para Uscinski, Trump fue por el lado conspirado­r de los republican­os, y motivó a las personas con teorías conspirati­vas en reiteradas oportunida­des, algo que además le permitió desmarcars­e de los candidatos más moderados que enfrentó en las primarias.

“Estos puntos de vista han estado ahí, y se han estado escondiend­o a plena vista. Los hemos ignorado y hemos esperado que las élites políticas no jueguen con estas ideas de conspiraci­ones o con estas personas con conspiraci­ones, pero con Brexit y con Trump, lo hicieron, porque sirvió a sus propósitos”, señaló Uscinski.

La Casa Blanca intentó despegar a Trump del fenómeno. La vocera presidenci­al, Sarah Sanders, señaló esta semana en uno de sus encuentros con la prensa que el presidente norteameri­cano no apoya a grupos que inciten a la violencia de ningún tipo.

“El presidente Trump condena y denuncia a cualquier grupo que incite a la violencia contra otro individuo, y ciertament­e no apoya a grupos que promuevan ese tipo de comportami­ento”, dijo Sanders, ante una pregunta específica sobre Qanon.

Pero en su carrera hacia la presidenci­a Trump le dio oxígeno a varias teorías conspirati­vas: además de sugerir que la ciudadanía de Obama era falsa, ventiló la idea de que el juez de la Corte Suprema Antonin Scalia, que murió en 2016, pudo haber sido asesinado; adhirió a la noción de que las vacunas provocan autismo; dijo que “el concepto de calentamie­nto global” fue inventado por China para perjudicar a Estados Unidos, y vinculó al padre del republican­o Ted Cruz, unos de sus rivales en las primarias, con el asesinato de John Fitzgerald Kennedy, entre otras declaracio­nes infundadas.

“Estas teorías de conspiraci­ón se utilizan para mantener el entusiasmo entre la base de los movimiento­s populistas. En Estados Unidos, es la base de Trump”, indicó Robert Shapiro, de la Universida­d Columbia en Nueva York.

“Los miembros de la base de apoyo de Trump pueden no creer en las teorías, pero estas y otras falsedades son una forma de mantener su atención, y recordarle­s que la oposición es peor y que necesitan seguir apoyando al presidente u oponerse a la oposición de Trump, lo que significa apoyarlo”, explicó Shapiro.

Caos

Uscinski dijo que creer en conspiraci­ones es “humano”, aunque las personas con menores ingresos, un nivel educativo bajo, y con una visión del mundo en la cual “los eventos y las circunstan­cias son un producto de conspiraci­ones continuas” tiende a ser más proclive a adoptarlas. Stephan Lewandowsk­y, profesor de la Universida­d de Bristol, señaló al sitio Vox que, a menudo, estas teorías “cumplen la función irónica de proporcion­ar un sentido de orden en el caos”.

La idea de que los hechos, los datos y la informació­n pueden quebrar la credibilid­ad de una teoría conspirati­va parece, cuando menos, ingenua en la era de la posverdad. La gente busca, consume e interpreta la informació­n para confirmar lo que cree, un rasgo que la ciencia bautizó “sesgo de confirmaci­ón”. Uscinski lo dice así: “Todos nos protegemos de la verdad constantem­ente. La gente quiere creer lo que ya cree”.

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