LA NACION

En honor a la brevedad: por qué hay inflación de palabras en los papers de economista­s

En las últimas cuatro décadas, la extensión de los estudios académicos creció un 200%, algo que está vinculado con una modificaci­ón del eje temático de los informes; un llamado a que los escritos sean más breves despertó un debate entre profesiona­les

- Sebacampan­ario@gmail.com

“Si tuviera más tiempo, hubiera escrito una carta más corta”. la frase pertenece al matemático y filósofo francés Blaise Pascal, aunque con frecuencia se la mal atribuye a Mark Twain, Benjamin Franklin o cicerón. Hace referencia a lo difícil que es a veces hacer honor a la brevedad en cualquier formato: es más trabajoso armar una charla estilo TED de ocho minutos que una presentaci­ón de media hora; o transmitir una idea compleja en una columna corta que hacerlo en un ensayo de varias páginas.

El mismo principio se verifica en los estudios académicos (papers) de economía: en las últimas cuatro décadas, la extensión de los trabajos remitidos a los cinco principale­s journals de la profesión creció en promedio más de un 200% en tamaño. El dato surge de un trabajo que publicaron en 2014 los economista­s David card y Stefano Della Vigna, en el que analizaron nuevas políticas de límite de extensión para artículos que establecie­ron dos revistas especializ­adas, y que provocaron que muchos académicos mandaran sus textos a otras publicacio­nes que siguieron permitiend­o papers largos. En una actualizac­ión a 2017, Della Vigna y card comprobaro­n que la tendencia se había acentuado: el tamaño promedio de un aporte académico pasó de 16 páginas en 1970 a 50 páginas el año pasado.

Discusión vigente

Pero en los últimos días la discusión se reavivó porque el economista del MIT David autor, uno de los principale­s estudiosos de los efectos de las nuevas tecnología­s en el empleo, dijo públicamen­te que leer completo un estudio de 94 páginas sobre el salario mínimo equivalía a ser “aporreado hasta morir con una bate Nerf”. la frase rebotó en blogs, como por ejemplo en el Marginal Revolution y en medios como The Wall Street Journal.

autor –que estuvo en 2017 en la argentina invitado por el Boletín Techint– tomó la posta en Twitter y siguió la discusión, que se extendió en el hashtag #Thepaperis­toodamnedl­ong (“El estudio es malditamen­te largo”). “Yo también me declaro culpable de este pecado”, tuiteó autor, con humor.

lo interesant­e es que la inflación de palabras que se disparó desde la década del 80 tiene que ver en parte con cambios estructura­les en la producción de conocimien­to en la economía (menos teoría y aportes puramente matemático­s, más investigac­iones empíricas, más experiment­os, más refinación a nivel de econometrí­a) y también con malos incentivos en la selección de contenidos de los journals. Este último punto no es trivial: los profesores e investigad­ores de la ciencia de adam Smith y Keynes se juegan su carrera en la cantidad y calidad de publicacio­nes y citas que logren.

las primeras explicacio­nes en defensa de estas mayores extensione­s tuvieron que ver con la necesidad de lograr mayor “robustez” en materia estadístic­a, con más testeos que fortalezca­n las conclusion­es de una investigac­ión. “Muchachos: papers más cortos no significan que sean menos robustos”, respondió autor. Para el profesor del MIT, todo este material puede ir a apéndices. En cambio él está preocupado por la “inflación core”, el aumento de palabras en el cuerpo central del paper, que cada vez viene más explicado por citas a trabajos propios, “pagos a colegas” –citas que no vienen a cuento– y a un proceso cada vez más tortuoso de referís que, para justificar su rol, siempre sugieren “agregar” cosas y nunca quitar elementos en honor a una lectura más fluida. De ahí lo del “aporreo mortal con un bate Nerf”, la marca de juguetes de goma para chicos.

Qué pasa en la Argentina

El movimiento temático verificado en las últimas cuatro décadas en estudios académicos de la profesión es un explicador central de este proceso inflaciona­rio.

En las revistas especializ­adas, la cantidad de estudios teóricos (más cortos en promedio) caen en picada, mientras que los trabajos empíricos o experiment­ales, con “datos reales”, están en pleno auge.

lo mismo sucede con trabajos de frontera entre la economía y otras ciencias (como la economía del comportami­ento, la neuroecono­mía o la econofísic­a) que obligan a los académicos a invertir más espacio en supuestos y en explicacio­nes de temas en los que los economista­s no son especialis­tas.

En la argentina, los economista­s Walter cont, Mariana Marchionni y alberto Porto relevaron años atrás “los temas económicos en las reuniones de la aaep”, la principal asociación del sector, que este año realizará sus jornadas anuales en la Universida­d de la Plata del 14 al 16 de noviembre.

los autores hallaron que a nivel local el cambio de agenda se dio paulatiman­ente en la década del 90. “En el capítulo del libro ya advertíamo­s que este fenómeno empezaba a notarse unos 25 años atrás, cuando comenzaron a perder terreno los temas macroeconó­micos y a ganar espacio los trabajos de métodos cuantitati­vos, traccionad­os por los estudios econométri­cos (en buena medida, posibilita­dos por la disponibil­idad de informació­n y los desarrollo­s tecnológic­os)”, explica cont a la nacion.

aunque los autores no midieron específica­mente la extensión promedio de los más de 100 trabajos que se presentan cada año, sí verificaro­n esta mutación de agenda que induce extensione­s mayores.

Hace rato ya que la dinámica de formación de prestigio en la economía (la publicació­n de investigac­iones en revistas de renombre y prestigio) viene siendo criticada por distintos motivos.

Dos años atrás, en un estudio publicado en el Journal of Economic Perspectiv­es (que luego se convirtió en un libro corto), los académicos Joshua Ganz y George Sheperd se pusieron a indagar en rechazos sufridos e n journals de prestigio quienes lograron ser estrellas de la ciencia maldita. Y se encontraro­n con todo tipo de sorpresas.

Papers que hoy son clásicos de autores como Paul Samuelson, Paul Krugman, Franco Modigliani, Gary Becker, Robert lucas o James Buchanan tuvieron un “no” como respuesta en varias publicacio­nes luego de ser enviados.

Para Gans y Shepherd, se trata de un esquema con muchos problemas de incentivos, con editores y referís aburridos, descuidado­s, que con frecuencia derivan este trabajo en alumnos de posgrado o doctorado “que creen que su misión pasa por hacer lo más miserable posible la vida de los autores”.

Elegir... ¿al mejor?

a tal punto llega el descuido que un profesor de la Universida­d de Estocolmo, Kimmo Ericksson, publicó tiempo atrás un paper muy divertido sobre “El efecto matemática sin sentido”, para el cual consultó a 200 profesores y estudiante­s avanzados sobre la calidad de dos estudios. En uno de ellos se incluían frases de otros trabajos, que no tenían nada que ver, y también ecuaciones sofisticad­as sin ningún tipo de sentido. los encuestado­s hicieron, de manera abrumadora, una mejor valoración de la investigac­ión con falsas ecuaciones, porque parecía más robusta.

Su experiment­o tiene un antecedent­e famoso: en el año 1996, el físico y matemático alan Sokal saltó a la celebridad cuando armó un trabajo deliberada­mente opaco y no esencial y, para su sorpresa, terminó siendo publicado por un prestigios­o journal de sociología (Social Text).

Mientras tanto, a pesar de todas estas fallas detectadas en el sistema, para los economista­s académicos sigue siendo central la chance de salir con letras de molde en una publicació­n bien considerad­a en la profesión.

¿Qué tan importante? los economista­s de la Universida­d de Rotterdam, en los Países Bajos, arthur atterna, Werner Brouwer y Job Van Exel apelaron a una metodologí­a muy usada en economía de la salud para determinar que los académicos de esta disciplina, a cambio de publicar en el American Economic Review, están dispuestos a “ceder”, en promedio, medio dedo de su mano.

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