El rechazo a Trump da nuevos bríos a la izquierda
sorpresa. La candidatura a diputada de la latina Alexandria Ocasio-cortez es síntoma de cambios dentro de la oposición estadounidense, de cara a los comicios de noviembre
La candidatura de una joven latina sacude al Partido Demócrata, de cara a los comicios
La elección interna en el distrito 14 de nueva York, el 26 de junio pasado, se transformó en un terremoto político en el Partido Demócrata, que ya encendió los motores para disputar las elecciones de mitad de término de noviembre, un plebiscito sobre la heterodoxa gestión presidencial de Donald Trump. Ese día, alexandria ocasio-cortez, de 28 años, desconocida en el mundo político a nivel nacional, derrotó al candidato del establishment partidario Joe crowley, que hasta entonces era un potencial reemplazante de nancy Pelosi como líder demócrata en el congreso.
la elección se transformó en una expresión de las placas tectónicas que se mueven en los Estados Unidos que rechazan a Trump: mientras que la dirigencia del Partido Demócrata se concentra en cuestiones como la “trama rusa” (el supuesto apoyo del Kremlin a Trump durante la campaña de 2016), las limitaciones a la posesión de armas o la política exterior del inquilino de la casa Blanca (que parece dinamitar las alianzas de Estados Unidos en occidente), sectores de base ubicados en la izquierda vienen conquistando espacios con un discurso que pone el acento en las desigualdades sociales, el rechazo el poder de las corporaciones e incluso habla de socialismo, un anatema para los medios conservadores. Estos progresistas sienten que el gobierno de Barack obama desperdició una oportunidad de cambio y que la candidatura de Hillary clinton representó a una élite insensible a las necesidades sociales y muy apegada a los grupos de poder.
Campaña low cost
El rostro en estado de shock de ocasio-cortez el día de su victoria, captado en vivo por la televisión cuando descubría en una pantalla los resultados finales, dejó en evidencia que ni ella misma esperaba el triunfo de su campaña low cost. “llamamos a 120.000 puertas. Enviamos 170.000 mensajes de texto. Hicimos otras 120.000 llamadas telefónicas”, dice la casi segura diputada por una circunscripción que engloba parte del Bronx y de Queens. Espacios comunitarios, el movimiento Black lives Matter (las vidas negras importan), organizaciones de trabajadores y de inquilinos, activistas comunitarios musulmanes y organizaciones de ambientalistas, feministas, LGBTI, además de los Socialistas Democráticos (DSA) –grupo al que pertenece ocasio-cortez–, consiguieron pequeñas donaciones y muchos voluntarios que doblegaron la fuerza del aparato partidario.
Hija de un antiguo residente en el Bronx y de una puertorriqueña, la joven neoyorquina capitalizó su propia biografía de méritos y sacrificios: paso por la Universidad de Boston, algo de experiencia política en un despacho parlamentario demócrata, la muerte de su padre y su trabajo como mesera. Pero su victoria no se explica sin el clima heredado de la campaña de Bernie Sanders, que le disputó a Hillary clinton la candidatura presidencial demócrata en 2016 subido a una ola de movilización que denunció las desigualdades acumuladas en el último medio siglo. aunque el veterano senador por Vermont es un admirador de Eugene V. Debs –el sindicalista ferroviario que a comienzos del siglo XX compitió por la presidencia desde el Partido Socialista de Estados Unidos– hoy ancla su discurso en el legado del New Deal de Franklin D. Roosevelt y, sobre todo, en su discurso sobre el estado de la Unión de 1944 y su segunda “carta de derechos”.
Una encuesta de la Universidad de Harvard de 2016 mostró que el apoyo al capitalismo era sorprendentemente bajo entre los jóvenes de entre
18 y 29 años. Un 51% dijo oponerse,
33% se mostró favorable al socialismo y una mayoría se manifestó temerosa del futuro. Pero, al mismo tiempo, estudios posteriores revelan que cuando hablan de socialismo, estos millennials no están pensando en la Unión Soviética como sus padres o abuelos, educados durante la Guerra Fría, sino en el Estado de Bienestar escandinavo o en la política de salud canadiense.
como escribe David Remnick en la revista The New Yorker, ocasiocortez parece ubicarse en el “ala izquierda de lo posible”. Su agenda promueve la universalización del sistema de salud, la igualdad para mujeres, grupos étnicos y sexuales, un salario mínimo de 15 dólares la hora, la lucha contra el cambio climático y una reforma de justicia en uno de los países del mundo con más encarcelamientos. Y, no menos importante, la denuncia de cómo el dinero debilita la democracia, coopta el propio Partido Demócrata y des- conecta a la política de las capas más pobres del electorado. El premio nobel de Economía, Paul Krugman, escribió que hay cosas cuestionables o poco específicas en los programas de los demócratas radicales “pero no están locos”. En definitiva, se trata de un programa que en Europa se consideraría clásicamente socialdemócrata.
Hoy son varios los candidatos que dan batalla en la muy heterogénea izquierda demócrata: la actriz cynthia nixon –que encarna a Miranda en la serie Sex and the City– busca destronar a otro “hombre fuerte” demócrata –cercano a Wall Street– con apoyo de los Socialistas Democráticos y ser candidata a la gobernación de nueva York. Pero no solo quieren quedarse en la “progresista” nueva York. a diferencia del ala liberal del partido, la izquierda demócrata cree que puede ganar a muchos de quienes votaron por Trump como una forma de rechazo a las élites.
Tras los blancos pobres
no solo buscan atraer a las “minorías”, sino a los blancos pobres, a menudo menospreciados por los progresistas ilustrados de la costa Este. En varios lugares del “cinturón rojo” republicano ya había cuajado el mensaje de Sanders a los trabajadores y desocupados sin perspectivas, a quienes Trump les habla desde la “derecha alternativa”.
“En indiana, Michigan o Kansas está el origen del progresismo estadounidense”, repite ocasio-cortez. indiana es el estado del socialista Eugene V. Debs; Kansas, uno de los epicentros del populismo agrario de fines del siglo XIX. En efecto, estas candidaturas recuperan una forma de populismo típicamente estadounidense, construida sobre el antagonismo entre la gente común trabajadora y los poderosos y las corporaciones.
En un video de campaña que se hizo viral, ocaso-cortez recuerda: “Yo nací en un lugar donde tu código postal determina tu futuro”. Habla allí en nombre de la ciudad oculta tras el glamour de sus zonas exclusivas y rechaza las donaciones de las grandes empresas. Tras su triunfo, la activista neoyorquina saltó sin escalas a las grandes ligas. En The Late Show, el presentador satírico Stephen colbert la recibió como una verdadera estrella, aunque reconoció que nunca había escuchado su nombre hasta el 26 de junio. Y uno tras otro, recorrió los principales sets de televisión.
El bipartidismo estadounidense tiene, como escribió el analista de izquierda Seth ackerman, una especie de “déficit de estructuración”; demócratas y republicanos siempre fueron maquinarias electorales gelatinosas. Diversas organizaciones políticas y grupos más o menos formales intervienen en los dos grandes partidos desde una posición que los ubica a mitad de camino entre el adentro y el afuera: desde el Tea Party en el Partido Republicano hasta los Socialistas Democráticos en el Demócrata. “la principal influencia de la izquierda radical en la historia de Estados Unidos es empujar a los liberales y progresistas (es decir, los demócratas) hacia la izquierda. Y ese va a ser el impacto”, dice Michael Kazin, historiador y coeditor de la revista Dissent. aunque, como se vio con Sanders, no es fácil transformar una estructurara política aceitada con donaciones millonarias.
la demócrata nancy Pelosi –uno de los blancos del movimiento antiélite– respondió negativamente cuando le preguntaron si las corrientes socialistas democráticas estaban creciendo. Por lo pronto, expresan movimientos con fuertes ecos ideológicos, en el contexto de un rechazo progresista más amplio a las políticas de Trump que abren grietas en la sociedad estadounidense.