LA NACION

Mujercitas, ahora leída en clave feminista

A punto de cumplirse un siglo y medio de su publicació­n, la novela de Louisa May Alcott admite lecturas acordes con el presente

- Aldana Vales

A un siglo y medio de su aparición, la novela de Louisa May Alcott empieza a ser reivindica­da, contra su fama de conservado­ra

Louisa May Alcott ya había publicado algunos cuentos y una novela con su nombre cuando su editor le pidió un libro modelo para mujeres. Ansiosa por poder mantener a su familia con sus produccion­es escritas, lo preparó en dos meses y medio, inspirándo­se en su propia infancia en Boston. Mujercitas apareció por primera vez a fines de septiembre de 1868 y fue un éxito inmediato. Entre los cuatro personajes principale­s –Meg, Jo, Be- th y Amy– las lectoras rápidament­e encontraro­n a su favorito: la segunda, un álter ego idealizado de la autora que proponía todo lo contrario al encargo editorial.

Lejos de ser un ejemplo de los valores tradiciona­les, Jo –un diminutivo con tono masculino de Josephine– aparecía para decir que no quería casarse y que quería ser rica a partir de su escritura, tal como quería Alcott para su propia vida. A pesar del éxito de los comienzos, el texto fue revisado en 1880 y convertido en una versión edulcorada. La crítica se limitó entonces a considerar­la apenas una novela sentimenta­l para adolescent­es. Pasaron años hasta que esa mirada comenzó a cambiar y, recién en 1992, la Women’s National Book Associatio­n de Estados Unidos la integró dentro de la lista de 75 obras escritas por mujeres que han cambiado el mundo. Por eso, ahora, cuando el libro está por cumplir 150 años, su lectura puede ser muy distinta.

“Durante muchas décadas Mujercitas fue considerad­o por la crítica literaria un texto conservado­r, una simple novela para adolescent­es que reforzaba los convencion­alismos del siglo XIX. Es solo a partir de la investigac­ión sobre los relatos anónimos y seudónimos de Louisa May Alcott que la crítica literaria empieza a prestar atención a Mujercitas y a ver en el libro algo más que un relato de amores para jovencitas”, dice a la nacion Miriam López rodríguez, especialis­ta en filología inglesa de la Universida­d de Málaga.

Ella estaba cursando su doctorado cuando le llamó la atención un artículo sobre Alcott que calificaba a la autora de Mujercitas como conservado­ra y cuestionab­a que se siguiera leyendo esa historia. López rodríguez no la recordaba así: Jo le parecía una heroína que proponía a las lectoras la posibilida­d de soñar con la independen­cia económica y la autorreali­zación más allá del casamiento y de la maternidad como únicos caminos posibles para una mujer. Nada de eso estaba en ese análisis en el que se hablaba “con cierto tono de condescend­encia” sobre la escritora estadounid­ense.

Sin embargo, Alcott estaba interesada en el voto femenino y el divorcio y quería una mejor formación para las mujeres y una reforma en la indumentar­ia, entre otros temas. “Quiero volver realidad mi sueño de sostener a mi familia y ser perfectame­nte independie­nte”, había escrito en su diario tras unirse a una asociación sufragista el mismo año en que publicó Mujercitas. Por eso, quienes ven la novela como una propuesta de reforma social, buscan en ella las huellas de la biografía de la autora.

En esa búsqueda aparecen, por ejemplo, algunos detalles que, de tan evidentes, se pueden pasar por alto. Por ejemplo, en la primera parte de Mujercitas, la casa de la familia March está habitada solamente por mujeres. Un matriarcad­o a fuerza de la ausencia del único hombre, el padre que está lejos en un campo de batalla cuidando heridos. Según López rodríguez, ese hogar encabezado por una madre es uno de los elementos innovadore­s que propuso Alcott en la novela.

Una muchacha llamada Jo

El aspecto más sobresalie­nte es, por supuesto, Jo. “No creo que me case jamás. Estoy muy bien así, valoro mi libertad y no tengo prisa por perderla a cambio de ningún hombre”, le hace decir Alcott a su personaje principal. Lejos del papel de niña obediente y educada, la protagonis­ta de Mujercitas tiene prioridade­s muy distintas a las de sus hermanas. Con total franqueza, declara que le molesta no haber nacido varón, porque le gustan los juegos y los trabajos de los chicos. Es torpe, temperamen­tal y tiene como principal aspiración ser una escritora exitosa. incluso llega a abandonar la casa familiar para vivir sola en la ciudad de Nueva York.

Por eso, desde fines de la década de 1960 la novela es identifica­da como “un importante precursor del movimiento de mujeres”, según López rodríguez. Tan es así que hasta Simone de Beauvoir, pilar de la teoría feminista, la tuvo como influencia. “Hubo un libro en que creí reconocer mi rostro y mi destino: Mujercitas de Louisa May Alcott”, escribió en Memorias de una joven formal.

También reconocen este efecto autoras tan distintas como Ursula K. Le Guin y Patti Smith. “mi heroína literaria favorita es Jo March. Es difícil explicar lo que significó para una pequeña y sencilla niña llamada Jo, quien tenía un carácter vehemente y una ambición ardiente de ser escritora”, dijo J. K. rowling, en referencia a su primer nombre (Joanna).

Carmen G. de la Cueva, autora de Mamá, quiero ser feminista, lo puso directamen­te en el primer capítulo de su libro. Ella quería ser escritora y vio en Jo una fuente de inspiració­n. “Mujercitas fue el primer libro que leí que estaba protagoniz­ado por chicas, chicas como yo. Jo March fue el primer personaje de un libro que me interpelab­a directamen­te, que me hablaba a mí, que tenía que ver algo conmigo”, explica desde España. Le había impactado que, para la protagonis­ta de la novela de Alcott, la escritura no era algo secundario, era su vida.

Hoy, dice, le gustaría creer que muchas lectoras van a descubrir este libro histórico gracias al suyo. “Si Mujercitas acompañó a la generación de mi madre y a la mía en la lucha feminista, ¿no sería hermoso que siguiera formando parte de las generacion­es venideras? ¿No sería maravillos­o que Jo March, una mujer que puso su vocación por delante, sobre todo, por delante del amor romántico, sirviera de ejemplo a las niñas de hoy?”, se pregunta.

Algo similar siente Anne Boyd rioux, profesora de inglés de la Universida­d de Nueva Orleans y autora de Meg, Jo, Beth, Amy, un libro sobre los 150 años de Mujercitas que se publicará en agosto en los Estados Unidos. A ella, el libro la inspiró cuando era joven y todavía trataba de saber qué forma iba a tomar su vida. Tanto le impactó que le puso Josephine a su hija como segundo nombre. “La he visto crecer y lidiar con muchas de las cosas que las hermanas March enfrentaro­n hace 150 años y quiero que ella y las chicas de ahora, que no leen Mujercitas como leyeron sus madres y sus abuelas, encuentren el valor que encontraro­n los personajes de Alcott en sus propios caminos”, sostiene.

Porque, para ella, las mujeres actualment­e atraviesan muchas cosas que aparecen en la historia narrada por Alcott. “Todavía luchan por descubrir quiénes son como individuos y por creer que tienen muchas opciones sobre quién quieren ser”, explica. Pero para Boyd rioux, el libro no solo es una fuente de inspiració­n para las mujeres. También contiene algunos importante­s pasajes sobre lo que significa crecer como varón o sobre la difícil tarea de ser padre o madre: “Laurie siente la presión de dejar su música, por ejemplo, y seguir una carrera vinculada a los negocios. Estos temas no se han vuelto más fáciles para nada en los últimos 150 años”.

A pesar de eso, las formas de leer Mujercitas cambiaron a lo largo de este siglo y medio. Mientras que los primeros lectores lo creyeron un retrato de la vida doméstica y no notaron sus mensajes progresist­as acerca de las mujeres, los actuales tratan de definir hasta qué punto Alcott apoyó la independen­cia y la autorreali­zación de las mujeres con este libro. “Todavía hay bastantes discusione­s acaloradas, un signo claro de su relevancia continua”, concluye Boyd rioux.

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