LA NACION

Ezequiel Adamovsky. “Tenemos ideas falsas sobre las clases”

- A. L.

Historiado­r y estudioso de las clases sociales argentinas, Ezequiel Adamovsky desmiente los estereotip­os asociados a la clase media. “Buena parte de las ideas que tenemos de qué es la clase media y cuáles son sus valores no existen en la realidad”, dice. En ese sentido, considera mejor hablar de “sectores medios” que se forman “en torno de un interés económico que los aglutina”.

“Siempre insisto en que lo que llamamos clase media no es un sujeto político y que en el interior de ese conjunto hay sectores enormement­e diferentes tanto en las condicione­s materiales de vida como en sus orientacio­nes ideológica­s y políticas o culturales”, afirma. –¿No hay clase media pero sí “sectores medios”? –Una clase se forma en torno de un interés económico que la aglutina y la contrapone a los intereses de otra. Los trabajador­es tienen interés en mejorar sus derechos y sus ingresos; los empresario­s, lo contrario: en esa relación se forman las dos clases principale­s. Digo “sectores medios” para referir a la parte de la población cuyo interés económico inmediato no la empuja con suficiente fuerza hacia ninguno de esos dos polos. Por ejemplo, el dueño de una farmacia y los empleados que la atienden tienen intereses contrapues­tos. En lo económico no forman una misma clase porque sus condicione­s de vida y de trabajo son heterogéne­as y no empujan por sí solas hacia la unidad. Lo que no quiere decir que no haya otros factores que sí lo hacen. Lo que llamamos “clase media” es una identidad sociopolít­ica que en ocasiones traccionó hacia la unidad a todos esos sectores medios, pero en otras no. Hace tiempo que esa tracción no tiene la fuerza suficiente como para que se convierta en un sujeto político más o menos unificado. –En 2011, Cristina Kirchner ganó con gran caudal de votos y después parte de ese capital viró hacia Macri. Mucho de esto se le atribuyó a la clase media ¿Es así? –Ese es un análisis simplifica­dor. En 2011, uno de cada tres votos que recibió Cristina era de sectores medios. Y efectivame­nte, el voto al macrismo se hace más fuerte a medida que el votante es de posición social más alta. Pero sigue habiendo una porción importante de los sectores medios que no vota a Macri. Además, el macrismo ganó con una porción de votos de clase baja muy importante. –Entonces, ¿la idea de que Macri ganó porque cristalizó en su discurso los valores de la clase media no es cierta? –Ahí está el problema. Buena parte de las ideas que tenemos sobre qué es la clase media y cuáles son sus valores no existen en la realidad. Por ejemplo, el valor del trabajo y del esfuerzo o de la educación están enormement­e arraigados en la clase baja. –Ha dicho que el macrismo y el kirchneris­mo son hijos de 2001 ¿Qué demandas tuvo la sociedad entonces para que los partidos se articulara­n así? –El 2001 desarticul­ó el sistema de partidos en la Argentina de una manera muy profunda. Presentó una demanda de nueva política en dos sentidos: uno relativo a la honestidad y otro en un pedido de cambio socioeconó­mico profundo. En ese escenario se producen dos grandes novedades: la aparición del kirchneris­mo, una expresión política que intentó maridar el peronismo con los valores del progresism­o. Y el Pro, un partido con un horizonte de transforma­ción parecido al de la derecha de los años 90 pero que entendió la necesidad de anclar los cambios económicos que tiene en mente en otro más profundo relativo a los valores culturales del país. –¿Cuáles serían estos valores culturales? –Es central la figura del emprendedo­r, que intenta encarnar los valores del neoliberal­ismo pero en una figura que no es ya la del empresario exitoso de los 90. El emprendedo­r puede referir tanto a un pequeño fabricante como a un gran empresario. Otro hecho novedoso es que busca alterar de raíz algunos valores igualitari­stas que tiene este país, colocando el valor del igualitari­smo como la meritocrac­ia. Son modos de plantear una agenda desigualit­aria utilizando términos que parecen referirse al igualitari­smo. –¿De dónde surgió el apoyo a este modelo que es tan distinto del anterior? –Buena parte del apoyo que consiguió el Gobierno depende del kirchneris­mo y sus errores. Otra parte tuvo que ver con una campaña electoral que probableme­nte haya sido la más impostada y falsa desde la democracia. No comunicaro­n los planes que tenían en mente. También me parece que, al menos en una parte de la población, el tipo de valores a los que invita el Pro tienen una resonancia legítima. El Gobierno tenía altas chances, a partir de esa impostura inicial, de convencer al electorado, si no hubiese sido porque la política económica está produciend­o un caos evidente. –¿El discurso que planteó inicialmen­te genera identifica­ción a distintos niveles? –Tiene un discurso muy segmentado para distintos públicos. Pero, efectivame­nte, combina valores duramente individual­istas y promercado con una retórica y políticas que intentan también reconstrui­r algún sentido de lo público sobre la base de la figura del emprendedo­r. A diferencia del homo economicus, se supone que el emprendedo­r es una figura que, por su capacidad de innovación, tiene la virtud supuesta de transferir sobre la sociedad mayor bienestar.

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Hernan Zenteno Una familia que pocos dudarían en ubicar en la clase media

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