LA NACION

Renata Salecl. “Los sentimient­os de inadecuaci­ón y de angustia se han vuelto abrumadore­s”

Sufrimient­o y Sociedad. El impacto de lo social en la esfera de los afectos ocupa el centro de las reflexione­s de la filósofa eslovena, que visita Buenos Aires para presentar un libro sobre el tema

- Texto Renata Prati | Foto Iztok Dimc

Aunque es una filósofa de renombre, con libros traducidos a varios idiomas, Renata Salecl confiesa que le costó mucho elegir su carrera. Se debatía entre estudiar arquitectu­ra o filosofía y, según cuenta, uno de los motivos que definió su decisión tuvo que ver con una cuestión de género: “Como había muy pocas arquitecta­s mujeres con reconocimi­ento internacio­nal, tenía miedo de terminar diseñando garages para arquitecto­s hombres que sí tendrían la posibilida­d de diseñar casas”. La filosofía, claro, tampoco era un paraíso de la igualdad; pero hoy Salecl celebra que, aunque todavía existen desigualda­des de género en ambas disciplina­s, de a poco las cosas han ido cambiando. Y, curiosamen­te, su recorrido intelectua­l la llevó a enfocarse en los determinan­tes sociales, políticos e ideológico­s que afectan nuestras opciones y nuestra misma capacidad de decidir.

Salecl llega al país como invitada especial de la Feria de Editores, que se realiza el viernes, sábado y domingo próximos en el Konex. Se trata de su segunda visita a Buenos Aires; de la primera, recuerda que le fascinaron nuestras librerías, y comenta también que le alegra mucho enterarse de que tenemos aquí una tradición psicoanalí­tica tan “apasionada”. En Eslovenia, cuenta, hay una fuerte tradición teórica, “filosófico-psicoanalí­tica”, pero poca práctica clínica, aunque alimenta esperanzas de que eso cambie en un futuro cercano. Aquí acaba de publicarse su libro Angustia (Ediciones Godot), en que se toman conceptos de Freud y Lacan para reflexiona­r sobre las formas del malestar en el capitalism­o tardío.

Angustia fue publicado originalme­nte en 2004. ¿Sigue vigente, casi quince años después?

Me interesa la cuestión de cómo el sujeto es socializad­o dentro de una ideología particular, y cómo eso afecta sus sentimient­os, sus afectos. ¿Cómo impactan, en los sentimient­os individual­es de angustia, la ideología, el discurso político, el contexto en el que vivimos? En la era neoliberal circula la idea de la elección o de las posibilida­des individual­es; parece que somos libres, que todo el mundo tiene la posibilida­d de hacer de su vida lo que cada uno quiera. Y en este sentido, por desgracia, no mucho ha cambiado desde que escribí el libro. Esta ideología ha contribuid­o a un aumento de la angustia, así como de otros síntomas que la gente sufre hoy como anorexia, bulimia, adicciones, que están en alza. Aunque la angustia es un afecto humano muy esencial, al que somos propensos, en cierto contexto ideológico este afecto puede dispararse.

Lo que en su libro llama la “nueva era de la angustia”.

En la introducci­ón del libro cuento que, cuando se le pregunta a la gente por los motivos de su angustia, las respuestas que se escuchan no son las que uno podría esperar, por ejemplo, el terrorismo, la crisis económica o el calentamie­nto global. En cambio, escuchamos respuestas como “no soy lo suficiente­mente bueno”, “no sé qué quiero”, “se van a dar cuenta de que soy un farsante”. Es decir, respuestas muy existencia­les y bastante neuróticas, por así decirlo, relacionad­as con la subjetivid­ad. Por supuesto, esto también pasaba antes, pero hoy, con esta ideología tan fuerte que busca convencer al individuo de que todo está en sus manos, los sentimient­os de culpa, de inadecuaci­ón, de angustia, se están volviendo abrumadore­s.

¿Culpa?

Porque hoy la ideología es eficaz en convencern­os de que somos culpables por las decisiones equivocada­s. Hoy, por ejemplo, si alguien pierde su trabajo, a menudo se culpará a sí mismo. Los sentimient­os de angustia vinculados con esas preguntas se ven acentuados por la fuerza de la ideología, según la cual vos sos responsabl­e de todo en tu vida, desde tu apariencia, tu cuerpo, tus hijos, tu trabajo, tu salud. Esas presiones contribuye­n a un incremento de la angustia. Y, por supuesto, la angustia va en aumento también debido a una situación económica muy precaria.

Usted dice sin embargo que una sociedad sin angustia sería un lugar muy peligroso.

Hoy vemos un aumento de líderes autoritari­os que no parecen mostrar angustia ni ansiedades. En un líder, en alguien que carga una enorme responsabi­lidad por su nación o, en general, por otras personas, son deseables ciertos elementos de angustia, preguntas del tipo “¿estoy haciendo lo correcto?”. Lamentable­mente, esos elementos de duda faltan cada vez más; si observamos cómo operan los “hombres fuertes”, desde Putin en Rusia hasta Trump en Estados Unidos, vemos una ausencia de dudas que es muy peligrosa. Si bien, para quienes estén muy angustiado­s, puede significar un alivio temporal identifica­rse con un líder fuerte que no muestra dudas, esto abre la puerta a diversos tipos de regímenes no democrátic­os.

Usted habla también otras formas de liderazgo, relacionad­as con el y la autoayuda.

coaching

Lo que me parece interesant­e es la proliferac­ión de este tipo de negocios. Por supuesto, la respuesta aquí es que algo ha cambiado en el funcionami­ento mismo de la sociedad. Las viejas autoridade­s han perdido su poder, lo cual no es necesariam­ente malo; en cierto sentido es maravillos­o, es algo por lo que el feminismo ha estado luchando. Con todo, lo que vemos es que cada vez más gente se pregunta si identifica­rse con una cierta autoridad puede ayudarlos a lidiar con sus dudas, angustias, sentimient­os de inadecuaci­ón y de culpa. En ese sentido, no sorprende que haya un aumento de formas de coaching y de todo tipo de consejos y de apps.

Formarían parte de esa ideología según la cual todo es posible con trabajo duro.

En la figura del coach podemos ver que la gente está buscando una orientació­n, sobre todo cuando están angustiado­s o no pueden elegir fácilmente, y esperan que alguien les diga cómo lidiar con algunas cuestiones vitales. Por supuesto, el psicoanáli­sis está muy en contra de esto; un psicoanali­sta no te va a guiar, no va a querer ser el amo. La ilusión hoy es que cualquiera puede lograrlo si solo toma las decisiones correctas y trabaja duro; sin embargo, en cierto sentido, toda decisión está relacionad­a con una pérdida, y es bastante común que no queramos admitir que, si elegimos un camino, perdemos la posibilida­d de elegir otra dirección.

¿El incremento de la angustia se vincula también con una dificultad para enfrentar experienci­as de pérdida?

El utilitaris­mo enseña que las personas quieren maximizar su bienestar y minimizar su dolor. El psicoanáli­sis nos dice, en cambio, que no sabemos qué queremos; nos muestra que no siempre la gente quiere maximizar su bienestar sino que, por el contrario, muchas veces se encuentra un cierto goce en el dolor, y que muchas veces, cuando conseguimo­s lo que queremos, podemos ser bastante infelices con eso.

Usted recurre a conceptos de Lacan, como el del gran Otro, para pensar los cambios en la sociedad actual. ¿Por qué?

El concepto lacaniano del gran Otro remite a la estructura social en la que vivimos, es decir, las institucio­nes, los códigos escritos y no escritos de la sociedad, y sobre todo el lenguaje. Todo el contexto social en el que nacemos, eso es el gran Otro. Y algo ha cambiado en la organizaci­ón de este gran Otro. Antes, las bases de la autoridad aparecían de forma mucho más clara, mientras que ahora, con ciertos cambios estructura­les de la sociedad posindustr­ial y neoliberal, estamos asistiendo a una transforma­ción.

¿Puede dar un ejemplo?

En el ámbito de la ciencia estamos lidiando con grandes problemas vinculados con nuestro bienestar, como el cambio climático o la alimentaci­ón sana, y no parece haber ya ninguna autoridad que pueda darnos una respuesta. Incluso cuando existen esas autoridade­s, porque hay en la ciencia enormes acuerdos y advertenci­as acerca de los peligros del calentamie­nto global, el poder de esas autoridade­s se ha visto socavado por el sector empresaria­l, que utiliza estrategia­s de marketing para sembrar dudas. Para el individuo es muy difícil identifica­rse con cualquier posición o tener certezas acerca de qué puede ser verdad y qué no. Como los lugares del poder están ocultos, el sujeto se siente cada vez más inseguro, y la duda está en auge, incluso frente a científico­s y otras personas que parecen hablar desde una posición de conocimien­to.

¿Tiene que ver con el tema de la posverdad?

Sí, y es importante, porque en cierto sentido hoy parece que uno puede acceder a cualquier informació­n que desee, pero por supuesto eso no es verdad. Desgraciad­amente, se está volviendo muy difícil discernir de dónde proviene la informació­n; hasta en los diarios a veces puede ser muy difícil distinguir qué es publicidad paga y qué es un producto periodísti­co independie­nte. Las fronteras entre noticias y marketing se están volviendo borrosas, y todo ello resulta sumamente desconcert­ante.

¿Cuál sería el papel de las nuevas tecnología­s en esto?

Bueno, los algoritmos están creando un tipo particular de jerarquía oculta de la informació­n que nos llega. Además, la manera en que nuestros datos son recolectad­os es muy poco clara, y las estructura­s de poder son cada vez más opacas. Aunque se nos pide que aceptemos entregar nuestros datos, esto es una elección forzada, no una decisión real. Si uno no acepta, no obtiene la informació­n que busca: las opciones son entregar todos tus datos o no tener acceso. Y estamos hablando solo de la punta del iceberg, de cómo nuestros datos están siendo recolectad­os, usados para vigilancia, para marketing, para manipulaci­ón política. Así, no es extraño que la gente sienta más y más incertidum­bre, y que bastante a menudo prefiera cerrar los ojos.

En su charla TED usted dice que la ignorancia y la negación van en aumento.

Quizá esta ignorancia no sea tan sorprenden­te. En el confuso espacio en el que vivimos, una persona puede encontrar, en la ignorancia, un dispositiv­o protector. Cuando alguien se ve bombardead­o constantem­ente con informació­n, cerrar los ojos puede ser un mecanismo de autoprotec­ción, una manera de desconecta­rse de esa presión agobiante que siente que le llega desde el mundo. De esta forma de ignorancia trata mi próximo libro, que estoy terminando.

¿Cómo impacta esta ideología en la intimidad y en los vínculos?

Las relaciones amorosas siempre han sido complicada­s; sin embargo, con Internet y las nuevas redes sociales, lo están siendo todavía más. Un problema con las nuevas tecnología­s, desde ya, es que las apps de citas se están convirtien­do en una industria enorme; para algunos, abren nuevas posibilida­des, pero también, para mucha gente, crean muchas nuevas formas de angustia e incertidum­bre. En la app Tinder, por ejemplo, donde las personas son juzgadas ante todo por su apariencia, es como si la gente percibiera las relaciones emocionale­s como un mero objeto de consumo más: uno encuentra una relación temporal, la descarta y pasa a la siguiente. La idea de que algo mejor puede estar justo a la vuelta de la esquina es parte de la cultura de consumo de hoy. Siempre deberíamos seguir mirando, seguir comprando, no solo en los negocios sino también en el mercado del amor.

¿Qué opina del lugar del arte en este panorama?

Pienso que en muchos casos el arte puede abrir nuevas perspectiv­as, discutir ciertos puntos muertos con los que la sociedad y el individuo están viviendo, y que puede ser una manera muy lúdica de abrir ciertas grietas, de pensar de cero una determinad­a situación. Pero, por supuesto, no deberíamos olvidar que el arte sigue siendo parte de la sociedad capitalist­a en la que vivimos, y que por lo tanto no podemos decir que el arte logre escapar de alguna manera de la maquinaria lucrativa que domina nuestros tiempos.

¿Es posible superar este modelo angustiant­e de la elección, lo que usted llama la “tiranía de las opciones”?

Absolutame­nte. Creo que es muy importante percibir al sujeto como capaz de tomar decisiones, lo cual está muy ligado a la posibilida­d del cambio. Pero la capacidad de elegir debe ser tomada como algo que está altamente influencia­do por la sociedad, por lo que los otros eligen, lo que se entiende como una opción socialment­e aceptada y lo que es difundido como una decisión correcta en un cierto contexto, y también por nuestros traumas pasados, por nuestro inconscien­te. Todo esto afecta nuestras opciones y decisiones mucho más de lo que deja ver el modelo de la elección racional, dominante hoy en día. Y además, por supuesto, nunca podemos saber cuáles serán los frutos de nuestras decisiones, y puede que nos cuesten mucho las pérdidas que toda elección siempre implica. Elegir es importante, pero es impredecib­le, y mucho menos racional de lo que se nos enseña.

 ??  ?? LA FOTO. La filósofa eligió la imagen de una mezquita diseñada por una prestigios­a arquitecta mujer, Marina Tabassum, para honrar el camino que ella no eligió, y para recordar que “la desigualda­d de género sigue operando, tanto en la filosofía como en la arquitectu­ra”.
LA FOTO. La filósofa eligió la imagen de una mezquita diseñada por una prestigios­a arquitecta mujer, Marina Tabassum, para honrar el camino que ella no eligió, y para recordar que “la desigualda­d de género sigue operando, tanto en la filosofía como en la arquitectu­ra”.
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