¿Tendremos nuestro Lava Jato?
Los ocho cuadernos del chofer de Roberto Baratta, donde anotaba con detalle las entregas de los bolsos repletos de dólares de los sobornos pagados al matrimonio Kirchner por empresarios vinculados a los negociados de la obra pública, permite alentar la esperanza de que, a semejanza de Brasil, la argentina encuentre su propio Lava Jato. La detención y el proceso de grandes empresarios nos recuerda que para la corrupción, como para el tango, se necesitan al menos dos para bailar. La inclusión de norberto Oyarbide en la nómina habla de un partícipe necesario para el saqueo, que no podría perpetrarse sin la participación de una Justicia que garantizara la impunidad de los delincuentes.
Habrá que ver si esta nueva evidencia de la instalación de una cleptocracia de la que participaron nuestros gobernantes en connivencia con empresarios, jueces y sindicalistas, nos lleva a depurar un cáncer que hizo metástasis en el cuerpo social de nuestra república. Basta mencionar que dos expresidentes argentinos, con múltiples procesos por enriquecimiento ilícito, en vez de purgar sus delitos en la cárcel, siguen ocupando mullidas poltronas en el Senado. La demora en sancionar la ley de extinción de dominio, que permitiría que devuelvan al pueblo los bienes que robaron, nos hace dudar de que exista voluntad política para erradicar una lacra que explica que nuestro país siga sufriendo las consecuencias del atraso y la inflación. Luis E.luchía-puig luisluchiapuig@gmail.com