Un relato con fisuras, un líder que exhibe vulnerabilidades
El gobierno revolucionario se lanzó ayer a una frenética campaña para convencer a su país y al mundo de que las explosiones que tuvieron lugar anteayer, cuando estaba a punto de terminar el desfile militar de la Guardia Nacional, forman parte de un intento de magnicidio contra Nicolás Maduro y no de un montaje oficialista.
Respaldo internacional que solo apareció con cuentagotas, gracias a sus aliados tradicionales, como ya sucedió tras las elecciones presidenciales de mayo, cuyos resultados fueron desconocidos por Europa, Estados Unidos, Canadá y la mayoría de los países de América Latina.
Una legitimación que el chavismo ha creído necesaria para ganar apoyos a través de la victimización y ante la sensación de debilidad presidencial demostrada en las últimas horas, con las imágenes de la estampida emprendida por los cientos de soldados que desfilaban en aquel momento.
El corte abrupto de la cadena nacional, obligatoria para todos los canales del país, no impidió que se contemplase el “sálvese quien pueda” de los guardias, que nada tiene que ver con la declaración oficial (“se mantuvieron en perfecto orden”). Las imágenes demostraron, una vez más, todo lo contrario.
Fragilidad repentina en una figura que desde hace un año dispone de la Asamblea Nacional Constituyente, que lo convierte en un gobernante todopoderoso y sin límites. Tales prerrogativas no han servido en esta ocasión para sumar solidaridades más allá de sus correligionarios y de los amigos del exterior, como Diego Armando Maradona. El resto del país bastante tiene con sobrevivir todos los días ante la pavorosa crisis social, económica y humanitaria.
“Los países deben tomarse en serio este atentado, no puede ser posible que tengan posiciones ambiguas ante un intento de magnicidio”, se quejó el canciller Jorge Arreaza, tras los apoyos manifiestos de Rusia, Cuba, Nicaragua y Bolivia, a los que se sumaron otros, como Ecuador.
El aparato policial hizo públicas las imágenes de los seis jóvenes detenidos, a quienes acusa de participar en el “atentado”.
Pero en este caso el manual chavista se ha convertido en un boomerang contra la táctica comunicacional del gobierno: no había pasado una hora de los hechos cuando ya se acusaba a la oposición de estar detrás del supuesto sin una sola prueba, las mismas que jamás han aparecido en los encarcelamientos y exilios forzados contra decenas de dirigentes opositores.
El presidente fue más allá al acusar a Santos de ser el autor intelectual de la conspiración, el llamado eje Bogotá-Miami. El propio Arreaza añadió ayer al expresidente Álvaro Uribe, a la fiscal rebelde Luisa Ortega, al expresidente parlamentario Julio Borges y a los jueces del Tribunal Supremo en el exilio. Demasiada gente para mantener un secreto.
Y demasiada propaganda que abre vías de agua en la explicación oficial, más allá de la verosimilitud de los hechos. Así lo cree el Frente Amplio, que aseguró en un comunicado “que aún está por verse si realmente fue un atentado”.
En un país pionero de las fake news, en el que se han denunciado centenares de conspiraciones inverosímiles y en el que en 2013 se aseguró, con bombos y platillos revolucionarios, que una comisión científica internacional (que todavía no se ha constituido) demostraría que el “Imperio” inoculó células cancerígenas a Hugo Chávez, casi nadie cree la propaganda oficial. Pero tampoco las quejas opositoras. Las redes sociales se transformaron en un torrente de dudas y de memes, para escarnio presidencial.
Entre quienes desnudaron las primeras grietas de la versión oficial se encuentra el mayor general Hebert García Plaza, pieza clave con Chávez y Maduro y hoy exiliado en Estados Unidos tras las acusaciones mutuas de corrupción con el presidente. “Nos crees pendejos, estás de salida y será el pueblo quien te sacará”, insistió el militar huido tras airear que los sobrevuelos de drones están prohibidos y que la avenida Bolívar se había evitado en otras ocasiones por insegura.
A favor de la versión gubernamental, las imágenes de drones derribados que comenzaron a circular anoche, así como las propias consecuencias del atentado: la exhibición de vulnerabilidad cuando más le interesa mantenerse firme de cara a los cambios económicos y cambiarios iniciados en los últimos días.
Una legitimación que el chavismo ha creído necesaria para ganar apoyos a través de la victimización y ante la sensación de debilidad presidencial