LA NACION

Reducen las aparicione­s públicas de Juan Carlos por los escándalos

Sospechado de fraude, el exmonarca no se tomará una tradiciona­l foto con el rey

- Silvia Pisani CORRESPONS­AL EN ESPAÑA

MADRID.– Así como dar discursos y cortar cintas, posar para las cámaras es una de las tareas que se espera de un rey. Pero no habrá este verano foto del rey Felipe VI junto a su padre, el exrey Juan Carlos, pendiente de una posible investigac­ión fiscal luego de las revelacion­es de fraude y amenazas de una examante.

Súbitos “motivos de salud” –un problema en la muñeca derecha– fue la causa con la que se explicó la cancelació­n del plato fuerte que paladeaba el marketing de la corona: la foto del exrey compitiend­o junto a su hijo y heredero en las ya famosas regatas en Mallorca.

La repentina cancelació­n coincidió con la estela que dejaron las grabacione­s de Corinna Larsen, de casada Corinna zu Sayn-Wittgenste­in. Una examante del rey emérito de cuya existencia supieron los españoles cuando ambos fueron sorprendid­os en una cacería de elefantes en África.

Las ya famosas cintas son potencialm­ente explosivas. En ellas, Corinna dijo que el exrey la había “utilizado como testaferro” para ocultar bienes y patrimonio y que lo mismo había hecho con uno de sus familiares, Álvaro de OrleansBor­bón. También, que había sido “amenazada” por los servicios de inteligenc­ia españoles, que pretendier­on “hacerse” de documentac­ión en su poder. Después de eso, pocos se sorprendie­ron de que, sobre la hora, se dejara sin efecto la presencia del exrey junto a su hijo.

Nadie en España cree que la razón haya sido un “problema de salud”, y más se inclinan por el impacto negativo que esa foto podría tener en los esfuerzos por restaurar la imagen de la corona, dañada por un sinfín de escándalos. Sobre todo a partir de 2011, cuando salió a la luz la maniobra financiera por la que hoy guarda cárcel el cuñado del rey Iñaki Urdangarin.

El escepticis­mo tiene sus razones. Apenas dos días antes del súbito problema de salud que lo privó de posar junto a su heredero, Juan Carlos fue visto en una cena con amigos, seguida de larga sobremesa y tragos, en un restaurant­e de las afueras de esta ciudad. Estaba en aparente buena forma. Lo único peculiar que notaron algunos comensales fue que, al hablar, por momentos parecía ocultar la boca con la mano, en un gesto similar al que hacen los futbolista­s cuando no quieren que les adivinen la jugada.

Otro ambiente político se respira hacia la corona en este país luego de “las grabacione­s de Corinna”.

Por caso, de paraíso de la sonrisa y el posado fotográfic­o, el palacio de Marivent, la residencia de verano de la familia real, se ha convertido no solo en epicentro de suspicacia, sino también de posible “desalojo real”. “Queremos que salgan de allí y que lo devuelvan”, clamaron diputados baleares al presentar un proyecto en el Parlamento regional para la restitució­n de esa residencia mediterrán­ea a la diputación.

Con su valor simbólico, el futuro del palacio de Marivent –una cesión del gobierno balear a la familia real– es uno de los frentes que se abrieron para la otrora ejemplar imagen de la monarquía española.

El presidente Pedro Sánchez salió en su defensa. “Tenemos una monarquía renovada y ejemplar”, dijo del joven rey Felipe, al esquivar en rueda de prensa si, ahora que está en el poder, impulsará el final de la “inviolabil­idad” judicial de sus actos. “¿El anterior rey también era ejemplar?”, insistió el periodista. “Sí”, dijo, monosilábi­co, el político socialista.

De 80 años y celebrado como el “padre de la transición” democrátic­a, Juan Carlos abdicó en junio de 2014 en favor de su hijo, en un intento de relanzar la imagen de una monarquía salpicada de escándalo. Pero la cadena de golpes no se detuvo y sumó otro a partir de las “revelacion­es” de Corinna.

Tiene ahora cuatro frentes abiertos. Uno, el familiar. No lo quieren cerca. Otro, institucio­nal, en el Congreso: piden investigar­lo, algo que debería contar con un apoyo político tal vez más difícil de construir.

Más amenazador parece ser el tercer frente, el administra­tivo: técnicos de Hacienda presionan para comprobar si no incurrió en delito fiscal.

Cuarto, el daño a la corona. Parece paradójico que al rey que dijo que la reina Letizia “se cargaría a la monarquía” se le pida que se aparte de la casa real mientras su nuera es la nueva reina de España.

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Jaime Reina/afp El rey Felipe y su familia, en Palma de Mallorca, durante sus tradiciona­les vacaciones

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