Medicina, una carrera que atrae cada vez a más jóvenes brasileños
Tienen fuerte presencia en la UBA aunque piden “falar más lento”; por sus dificultades con el idioma esa universidad impone nuevos requisitos para aceptarlos en sus aulas
Cuando Fernando Carneiro se sentó por primera vez en una clase de Sociedad y Estado, sintió que su sueño de convertirse en médico entraba en crisis. La profesora hablaba rápido y las palabras que salían de su boca le parecían un bloque amorfo y sin sentido. “No entendía bien dónde empezaba una palabra y dónde otra”, dice. Fernando es brasileño, tiene 24 años y hoy cursa el último año de medicina en la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde además es ayudante de cátedra. En ese momento, le tomó casi tres meses entender los orales y ahora, seis años después, habla en perfecto porteño con apenas un dejo de portugués.
Su historia es el reflejo de lo que son hoy las clases en la Facultad de Medicina de la UBA y en otras universidades, donde los profesores de las primeras materias de la carrera suelen quejarse de que casi en todas las clases algún alumno levanta la mano y les pide si podrían falar devagar, que en portugués significa hablar más lento. O de que tienen alumnos que miran con cara de desconcierto durante buena parte de la clase.
Medicina se volvió un imán para los extranjeros, principalmente para los brasileños. Según las últimas estadísticas del Ministerio de Educación de la Nación, uno de cada siete estudiantes de Medicina es extranjero. Y los brasileños son más de la mitad: 6721 de los 12.240 estudiantes internacionales que tiene la carrera en universidades públicas y privadas. Uno de cada siete es más que la media nacional. El promedio indica que apenas uno de cada 32 estudiantes universitarios (abarca todas las carreras) es extranjero.
Brasil es el segundo país entre los que más extranjeros aportan al sistema universitario argentino, después de Perú. Unos 8803 brasileños estudian en el país y el 75% de ellos aspiran a convertirse en médicos.
Este panorama hizo que las autoridades de la UBA anunciaran hace un mes que cambiarían los requisitos de ingreso para estudiantes no hispanoparlantes en el Ciclo Básico Común. Se les exigirá que acrediten un nivel mínimo de español, el equivalente al nivel B1+. Para eso, deben presentar un documento oficial expedido por una institución reconocida que certifique la acreditación de ese nivel o superior, como el Servicio Internacional de Evaluación de la Lengua Española (Siele), el Certificado de Español Intermedio (CEI), el Certificado de Español Lengua y Uso (Celu) o el Diploma de Español como Lengua Extranjera (DELE). La UBA ofrecerá cursos de conocimiento del idioma para quien no tenga el nivel requerido.
Este requerimiento rige para el segundo cuatrimestre y los estudiantes tienen tiempo para presentar el certificado hasta el 30 de noviembre.
Recientemente, el caso de los falsos médicos y estudiantes de Medicina que ejercían la profesión sin estar recibidos y usurpando títulos puso sobre el tapete el tema de la gran cantidad de estudiantes brasileños que cursan la carrera en la Argentina. Al chequear los números del Ministerio de Educación se comprueba que la afluencia de brasileños que quieren convertirse en médicos es constante, una tendencia que ha crecido en los últimos años. La principal razón: estudiar Medicina en Brasil es muy difícil, porque la universidad pública tiene una ley de cupos y se rige por un “examen vestibular” al terminar la secundaria que hace que los aspirantes puedan estar seis o siete años rindiendo examen para poder en- trar. El sistema privado, en cambio, resulta tan costoso que solo acceden los hijos de las clases altas.
“Para los demás, la opción es el exterior. Mientras los brasileños de menores recursos eligen las universidades de Paraguay y de Bolivia, que tienen un menor prestigio académico, los brasileños de clase media optan por la Argentina. En Brasil, estudiar Medicina puede costar unos 8500 reales por mes, que equivalen a unos $62.000. En cambio, muchos de los estudiantes viven en Buenos Aires con un presupuesto de unos 2500 a 4000 reales (entre $18.000 y $30.000), incluyendo sus gastos de vivienda y manutención”, explica Kleber Rodrigues, un médico brasileño que estudió en la Argentina y volvió a su ciudad, Londrinhas.
Tras su experiencia, armó la agencia Vive Buenos Aires, que desde hace seis años asesora a aspirantes brasileños a abrirse paso en el sistema universitario local, a tramitar reválidas y visas de estudiante, y a conseguir dónde vivir según su presupuesto. Es un servicio por el que los estudiantes pagan unos $18.000 por única vez y obtienen asesoramiento durante toda la carrera.
“La Argentina se consolidó como un destino académico de la región. Los brasileños, como otros extranjeros, vienen por la calidad educativa y por las posibilidades de acceso a cursos de grado y de posgrado, y también porque aquí las especialidades y las residencias hospitalarias son pagas, cuando en otros países tienen que pagar para cursar”, explica Paulo Falcón, director nacional de Gestión y Fiscalización Universitaria del Ministerio de Educación.
En contra de lo que puede creerse, no todos eligen la universidad pública. El 30% de los extranjeros estudian en instituciones privadas, contra el 25% de los estudiantes argentinos que pagan por sus estudios de grado.
Los números de Vive Buenos Aires apuntan que la mitad de los que llegan al país eligen la UBA y la otra mitad, privadas. Pero solo el 20% de los que eligen esa universidad pública logran terminar la carrera. Explican que en la llegada de tantos extranjeros hay mucho de lo que algunos llaman “turismo estudiantil”, que son personas que viajan al extranjero con la idea de estudiar alguna carrera, pero también con la expectativa de conocer, recorrer y pasarla bien lejos de su casa.
El sistema universitario público puede no resultar tan amigable para los extranjeros. Y con el adicional de que el CBC demanda todo un año más de residencia, los estudiantes y sus padres, que en muchos de los casos son quienes costean los estudios, hacen números y deciden optar por una universidad privada.
Una ruptura amorosa. Eso fue lo que llevó a Vanessa de Souza Pithon a mudarse de San Salvador de Bahía, en el nordeste brasileño, a Recoleta. Siempre había querido estudiar Medicina. Por varios años había intentado ingresar en la universidad pública y entonces, una tarde, en medio de su depresión posruptura, vio en la televisión un informe sobre brasileños que vivían en Buenos Aires. “Escuché que la mayoría estudiaban Medicina y dije: ¿por qué yo no? Entonces vendí mi auto, renuncié a mi trabajo, junté todos mis ahorros y empecé a hacer los trámites para mudarme”, cuenta.
Hoy, vive en un departamento que alquila con otras dos estudiantes y está en primer año de Medicina en la UBA. “Me parece bien que se establezca como requisito de nivel básico de idioma. A mí me pasó que al principio no entendía mucho en las clases. Me ayudaba mucho leer los apuntes antes, porque escrito entendía más que hablado. Pero todos los exámenes son orales. Entonces, no queda otra que esforzarse y tratar de rodearse de argentinos y entender. Es difícil”, cuenta.
“En todos los espacios encontrás personas que hablan portugués. Es casi una universidad bilingüe, por la cantidad de brasileños”, dice Vanessa.
La movida brasileña no solo transformó la Facultad de Medicina. Hay bares y locales en distintas zonas de Buenos Aires que parecen salidos de los Arcos de Lapa, en Río de Janeiro, y se convirtieron en la sede de los estudiantes de Medicina de Brasil. Por ejemplo, Gambino, cerca del shopping Abasto, o Me Leva Brasil, en Palermo. El boliche Maluco Beleza, en Sarmiento y Salta, concentra los fines de semana la noche de la fiesta brasileña.