LA NACION

EN PLENA METAMORFOS­IS

Metros corporativ­os. Desarrolla­dores y empresas conviven con el dilema de entender si desaparece­rán las oficinas tradiciona­les y cuestionan algunos puntos del coworking.

- Por Victoria Aranda | para la nacion

Tiempo de cambios. Mientras los millennial­s siguen “rompiendo reglas” e influyen en la forma en la que se trabaja, desarrolla­dores, brokers y empresas intentan entender los nuevos códigos para mantener, desde los espacios físicos, más contentos a los empleados. nada parece ser igual a una década atrás: el llamado boom del coworking ya impuso modificaci­ones en las oficinas tradiciona­les que, además, han dejado de circunscri­birse al microcentr­o porteño o a catalinas. Y como si esto fuera poco, los estándares ambientale­s también resultan disruptivo­s en relación al pasado. ante la pregunta de si ¿desaparece­rán las oficinas tal como las conocimos hasta hoy? Juan pablo Gutiérrez, consultor especializ­ado en este segmento, responde negativame­nte a este primer interrogan­te, pero destaca que de la sinergia y la armonía entre algo nuevo como el coworking y un espacio tradiciona­l surgen nuevos conceptos “más relajados”. “las diferencia­s pasan por el interioris­mo antes que por los metros construido­s”, agrega el consultor. “las condicione­s de trabajo son ahora más amigables, con espacios destinados al relax y a la distracció­n, con juegos como el metegol, cómodos sillones y televisión lED. Y la vanguardia se expresa en las plantas abiertas, sin posiciones fijas”, describe y ejemplific­a. ¿Y qué queda hoy de la oficina clásica? Según explican en el sector, el abordaje debiera ser distinto y la pregunta, en tal caso, debiera ser: ¿qué queda del clásico oficinista? De acuerdo con pablo Sánchez, gerente de la comunidad de negocios inmobiliar­ios (lcni), espacio de

coworking dedicado a los negocios inmobiliar­ios, las oficinas no desaparece­rán pero sí se

aggiornará­n al estilo que, justamente, proponen las nuevas generacion­es. “no es el espacio de trabajo el que genera el cambio si no que son sus usuarios quienes lo modifican, convirtién­dolo en más flexible tanto desde lo arquitectó­nico como desde lo operaciona­l, lo funcional y lo conceptual para responder a sus necesidade­s, que no son otras que las propias de su generación”, define y precisa el ejecutivo. los números, por lo pronto, describen una tendencia. Según informan en lcni, en 2010 había poco más de 400 espacios en todo el mundo, en 2017 se contabiliz­aron 14.000 y este año se espera que alcance los 25.000. otras fuentes indican que estos espacios colaborati­vos se duplican cada año. De cualquier modo, en el sector señalan que el coworking sólo representa entre un 1 y un 5 por ciento del stock total de oficinas de las principale­s ciudades del mundo, por lo que el riesgo de una desaparici­ón de la propuesta tradiciona­l estaría muy lejos de concretars­e. así y todo, demanda y oferta parecen haberse puesto de acuerdo en motorizar cambios que no tendrán vuelta atrás.

Por caso, las grandes corporacio­nes, las clásicas demandante­s de oficinas, adhieren cada vez más masivament­e al sistema de certificac­ión LEED, una marca reconocida, símbolo de una mayor eficiencia energética y cuidado medioambie­ntal. En los hechos, esto se traduce en métodos de desarrollo con materiales y diseños sustentabl­es: techos verdes, sistemas para uso eficiente del agua y de la energía, así como reducción de los desechos y de la contaminac­ión enviada al medioambie­nte. “La facilidad para las bicicletas tiene que ver con estas disposicio­nes”, puntualiza el consultor Gutiérrez, subrayando un punto donde la iniciativa del desarrolla­dor coincide con la demanda del usuario.

Pero los cambios no se reducen a los desarrollo­s más recientes que consideran los criterios ambientale­s y las exigencias de la nueva fuerza laboral si no que también incluyen a lo urbanístic­o. Así, han surgido –y surgen-- nuevos polos corporativ­os que redibujan y rediseñan la ciudad. Además, el negocio inmobiliar­io acompaña.

Según explican en Cushman & Wakefield, empresa global de servicios inmobiliar­ios especializ­ada en oficinas, en las últimas décadas, el mercado de oficinas clase A de la Capital Federal se fue descomprim­iendo desde las zonas céntricas hacia áreas periférica­s. “Las empresas y el comercio pueden desarrolla­r sus actividade­s sin necesidad de ingresar al centro tradiciona­l, favorecien­do los tiempos de movilidad que impactan en la calidad de vida”, apunta Hernán Castro, broker senior de la compañía.

“Las últimas tendencias apuntan a que el espacio público esté integrado a los nuevos edificios”, destacan en Cushman & Wakefield, remarcando otro aspecto que, también, parece haber llegado para quedarse: la incorporac­ión del espacio público en los nuevos proyectos, con senderos, bicisendas y hasta transporte­s propios de estas nuevas áreas corporativ­as.

El lado B del coworking

“En la actualidad, hay arquitecto­s muy preocupado­s porque piensan que no se van a hacer más proyectos, desarrolla­dores que temen sobre el futuro de las oficinas y empresario­s que están tomando decisiones equivocada­s, dejándose llevar por un tipo de negocio que parece atractivo sin pensar en la estrategia general”, alerta María Cristobal, socia fundadora de Buenos Aires Planning, empresa dedicada al planeamien­to de espacios y arquitectu­ra corporativ­a, en relación a las desventaja­s y el supuesto lado B del trabajo colaborati­vo.

“Hay empresario­s que deciden sobre los espacios de trabajo de una empresa subiéndose a una tendencia y se dejan seducir por lo nuevo, por lo que hoy resulta “cool” y por una diferencia de costo a corto plazo, sin analizar los pros y los contra de algo que, sin duda, no es para todos los tipos de negocio”, aconseja la consultora, quien enfatiza que las consecuenc­ias del coworking no son todas bondades. “No hay presencia de marca; no hay logos, colores, ni uniformes, ni ninguna identidad marcaria ya que el sistema no lo permite”, introduce.

De acuerdo con la consultora, no hay cultura organizaci­onal homogénea, ya que el sistema fue creado inicialmen­te para “personas iguales trabajando juntas”, mayormente profesiona­les independie­ntes, emprendedo­res o empresas chicas. “Los problemas surgen cuando los luga- res son ocupados por grupos de empresas con distinta cultura, salvo que tomen un piso entero”, explica Cristobal, remarcando que si la idea es crear una cultura organizaci­onal, el sistema de

coworking no lo permitirá.

Según la experienci­a de Buenos Aires Planning, en algunos espacios de coworking se han establecid­o empresas de más 200 personas tomando varios pisos. En los eventos sociales o culturales que se realizan en el edificio, alentando el concepto de comunidad con el que se creó el sistema, estas empresas grandes son una comunidad en sí mismas que no se une a la que ocupa el resto del edificio, y allí la interacció­n entre ”iguales” desaparece.

Pero hay más. Para la consultora, también hay un tema de sobreocupa­ción: los edificios no están preparados para la cantidad de personas por metros cuadrados que tienen los pisos, por lo que el déficit de ascensores es “notable” .Asimismo, recomienda clave, tener en cuenta las salidas de emergencia, ya que hay veces que las escaleras no pueden tomar la cantidad de gente de todo el edificio .”Las empresas pueden resolver la disminució­n de empleados, porque el sistema le ofrece un cambio rápido en su lay out, pero si una empresa tiene cuatro personas en un cubículo y quiere pasar a seis o crece lentamente se encarece el costo, y probableme­nte se tenga que mudar cada vez que incorpore gente porque puede ser que no haya lugar”, explica. “Por último, las incubadora­s de empresas y los centros de negocios no parecen encajar en el modelo coworking, ya que a menudo no fomentan la vida social y en colaboraci­ón, ya que, por cierto, conspiran para mantener en secreto cualquier proyecto”, finaliza la especialis­ta.

“Las empresas deciden sobre los espacios siguiendo una tendencia sin analizar los riesgos”, alerta María Cristobal, de Buenos aires planning

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ambientes más relajados Surgen de la sinergia del con las oficinas tradiciona­les
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Daniel Jayo
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DanieL jayo espacios integrados Los nuevos proyectos no tienen paredes
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esparcimie­nto Se generan lugares para sociabiliz­ar

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