LA NACION

El primo de Macri dijo que las órdenes las daba él

- Hernán Cappiello

Ángelo Calcaterra, el primo de Mauricio Macri, analizó este fin de semana sus opciones con su abogado, Diego Rosental. Tarde o temprano iba a terminar él mismo imputado o, peor aún, preso. Discretas averiguaci­ones lo convencier­on y se decidió: iba a presentars­e a declarar como arrepentid­o.

Así, ayer, a primer hora, acudió a Comodoro Py y firmó una declaració­n ante el fiscal Carlos Stornelli como imputado arrepentid­o que fue homologada por el juez Claudio Bonadio. En esta condición, admitió la comisión de un delito, dio detalles, colaboró y a cambio obtuvo un beneficio. En lo inmediato, la libertad, y al final del proceso, la posibilida­d de una reducción de una eventual condena. Calcaterra, exdueño de la constructo­ra Iecsa, admitió ante la Justicia que hubo pagos, pero dijo que fueron bajo presión de Roberto Baratta, que le reclamaba aportes de campaña. Primero fueron sugerencia­s, y luego, presiones, dijo al fiscal. Reconoció los lugares donde se hicieron los encuentros y los pagos, pero no las cifras. Dijo que se trató de sumas de dinero mucho menores que las que describió el remisero Oscar Centeno en los cuadernos.

Calcaterra está mencionado en 2013 una sola vez, pero sin mayores precisione­s. Quien aparece es Javier Sánchez Caballero, ejecutivo de la compañía Iecsa mencionado en numerosos pagos.

Calcaterra reconoció que él mismo le indicó a su ejecutivo que hiciera los pagos. Pero dijo que las cifras ni por asomo son las que se mencionan en el cuaderno, que llegan al millón de dólares. Son

varios pagos que suman en total 100.000 o 150.000 dólares, que se efectuaron de manera sucesiva cada dos o tres días.

Sánchez Caballero, que estaba preso hasta ayer, declaró también como arrepentid­o y obtuvo la libertad. El ejecutivo confirmó la declaració­n de su jefe. Dijo que los pagos fueron hechos por su indicación y que actuó presionado. Sostuvo que los pagos eran de cantidades de dinero inferiores a las mencionada­s, al punto de que no se efectuaban con bolsos deportivos ni de gran porte, sino que bastaban bolsas de nylon o de papel como las que se entregan en los comercios de ropa cuando se adquiere una prensa de vestir.

De este modo, ambos arrepentid­os, que confesaron sus delitos, están buscando pasar de imputados de cohecho a víctimas de exacciones, es decir que no tuvieron más remedio que pagar y así quedar libres de culpa.

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SILVANA COLOMbO

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