LA NACION

Una revocación anunciada

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El 9 de abril pasado la jueza federal Servini de Cubría sorprendió al país cuando intervino judicialme­nte el Partido Justiciali­sta nacional y designó intervento­r al sindicalis­ta gastronómi­co Luis Barrionuev­o, con la misión de normalizar el principal partido de la oposición.

Frente al pedido de los también dirigentes sindicales Carlos Acuña, Oscar Rojas y Horacio Valdez, la jueza sostuvo que la normalizac­ión por la vía de una intervenci­ón judicial era necesaria porque encontraba el partido sumido en una crisis política desde que fue derrotado en las últimas elecciones presidenci­ales y en la de gobernador de la provincia de Buenos Aires.

La decisión de la jueza llegaba incluso a hacer propios los conceptos vertidos por Perón al decir que “el peronismo anhela la unidad nacional y no la lucha”.

Perder elecciones es parte del juego democrátic­o, y a los partidos políticos les correspond­e tanto la responsabi­lidad de gobernar cuando obtienen la mayoría como el rol de aprender de sus errores cuando eso no ocurre. Cada vez que los resultados electorale­s le son esquivos es natural que la estructura partidaria busque soluciones para ubicarse en un mejor lugar frente a la opinión pública. Para eso existen muchos mecanismos, pero el de la sustitució­n de las autoridade­s partidaria­s por un intervento­r judicial no parece una opción.

Es por esto que el proceso que culminó con la decisión de la Cámara Nacional Electoral (CNE), que dejó sin efecto la intervenci­ón judicial, fue la crónica de una revocación anunciada.

Nadie podía seriamente esperar que la designació­n de Barrionuev­o pudiera ser convalidad­a con base en los argumentos de neto corte político que dio la jueza al momento de disponerla. Se explica en la sentencia de cámara que esa solución es una medida excepciona­l, que solo se justifica cuando se configura la violación de la ley o la carta orgánica, y eso no se verificaba.

Sin embargo, también debe prestarse atención a otro de los aspectos de la actuación de la CNE, ya que durante el proceso le fueron informadas una serie de irregulari­dades que mandó investigar, vinculadas con la falta de documentac­ión, memorias, balances y registros bancarios del partido. Esto puede abrir un nuevo capítulo de la controvers­ia justiciali­sta no ya en el ámbito de la doctrina política, sino en el cumplimien­to de las obligacion­es legales.

La actitud de Barrionuev­o de no acatar la sentencia de la CNE, interponie­ndo recursos o discutiend­o de hecho la posesión de la sede, no es más que la expresión de un modo de discusión política que los argentinos queremos desterrar.

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