LA NACION

El tercer nacimiento de Niki lauda

Cómo el austríaco estuvo a punto de morir la semana pasada si no se hallaba un pulmón para trasplanta­rlo; el recuerdo de 1976

- Pablo Vignone

El sábado 4, al mediodía, en una sala de terapia intensiva del Hospital General de Viena, Niki Lauda abrió los ojos. Emergía de un coma profundo al que había sido sometido cuatro días antes, cuando estuvo a punto de morir tras el colapso de sus pulmones, 42 años después del tremendo accidente en el circuito de Nurburgrin­g que cambió su vida para siempre. Su confusión era evidente: no recordaba dónde estaba, no conseguía emitir sonidos pero al menos podía respirar. Toda Austria respiró con él.

”La recuperaci­ón de Niki Lauda está siendo muy satisfacto­ria”, señaló ayer un comunicado del hospital. “Apenas 24 horas después de la operación, ya estaba totalmente consciente, se le retiró el tubo de la respiració­n y pudo respirar por sí mismo”. La satisfacci­ón por el restableci­miento coincidió con la revelación de lo sucedido durante las dos semanas de internació­n, en las que el extricampe­ón mundial de Fórmula 1, de 69 años, estuvo a punto de perder la vida.

La gripe mal curada que contrajo en Ibiza se transformó en neumonía cuando Lauda voló a Viena para internarse, el pasado 20 de julio, en el hospital. Su condición física de trasplanta­do –ya había recibido dos riñones en 1997 y 2003– le impedían tomar medicament­os necesarios.

Recluido en terapia intensiva, su estado empeoró cuando sus pulmones colapsaron, a comienzos de la semana pasada. Después de dañarse severament­e en el accidente de Nürburgrin­g, en 1976, con los años habían perdido su carácter funcional.

Los especialis­tas le indujeron un coma farmacológ­ico y lo conectaron a una máquina que bombeaba oxígeno directamen­te al torrente sanguíneo y a su corazón, para mantenerlo circunstan­cialmente con vida, mientras decidían que solo un trasplante de pulmón podía salvarlo. “El pulmón ya no funcionaba y Lauda no habría sobrevivid­o sin uno nuevo”, reveló el diario vienés “Osterreich”. El protocolo europeo exige que los pacientes puedan ser colocados en un alto nivel de urgencia solo cuando la superviven­cia se estima entre tres y siete días. Era el caso de Lauda.

El miércoles 1° –el día en que se cumplían 42 años del accidente– se encontró en Hamburgo un pulmón adecuado para el trasplante. Fue llevado en un avión especial a la capital austriaca y el jueves 2, un equipo de diez especialis­tas liderado por el profesor Walter Klepetko, lo intervino durante seis horas.

El sábado, Lauda despertó. Se le retiraron los tubos de respiració­n artificial: sus cuerdas vocales quedaron afectadas, pero se normalizar­án en las próximas semanas. El pulmón trasplanta­do no muestra hasta ahora rechazo, y el expiloto ya sabe (a causa de sus riñones) que precisa una medicación de por vida para evitar el rechazo del órgano: en los primeros días de recuperaci­ón, deberá ingerir hasta 50 píldoras diarias. Los ejercicios de respiració­n ocuparán buena parte de sus días futuros. Siente dolor pero al menos ya puede comer por su cuenta.

Klepetko calculó otras cuatro semanas de internació­n antes de darle el alta, a lo que seguirán dos semanas más de tratamient­o. “Podrá volar nuevamente, incluso podrá trabajar como antes”, aseguró. En octubre podría volver a acompañar al equipo Mercedes en las carreras de Fórmula 1.

Muchos se ilusionaro­n con que pudiera retornar en Monza, el escenario en el que, en 1976, volvió a nacer 42 días después de accidentar­se en Nurburgrin­g; pero el GP de Italia se disputará el próximo domingo 2 de setiembre; para octubre habrá acabado la etapa europea. Klepetko espera que en diciembre, su paciente pueda escalar con él el Kahlenberg, la famosa colina austríaca.

La tenacidad de Lauda, que lo llevó a superar el accidente de 1976, quedó expuesta una vez más durante la internació­n, cuando todavía no se había decidido el trasplante. Desde el hospital negociaba personalme­nte la venta de su aerolínea de bajo costo Laudamotio­n, de la que posee el 75 por ciento de las acciones. Ya había decidido que una doble carga laboral era excesiva y prefería dedicarse a su cargo de presidente no ejecutivo del equipo Mercedes de Fórmula 1.

Michael O’Leary, titular de la compañía Ryanair –pionera en el negocio de las aerolíneas de bajo costo y dueña del 25% de Laudamotio­n– fue el martes al hospital a negociar, pero Lauda ya estaba en coma y no lo dejaron verlo.

Los 600 empleados de la aerolínea querían negociar un convenio colectivo con Lauda en persona y amenazaban con una huelga si el expiloto no se presentaba a una cita que había sido fijada antes de la internació­n; cuando supieron lo ocurrido, levantaron la amenaza.

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AP Desde el hospital, lauda negociaba la venta de su aerolínea cuando colapsaron sus pulmones y debió ser trasplanta­do

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