LA NACION

Para Trump, vacaciones con golf, tuits y cenas

Recluido en uno de sus clubes privados, intenta proyectar una imagen de trabajador incansable

- Jill Colvin y Jonathan Lemire

BEDMINSTER, Nueva Jersey.– El presidente Donald Trump se fue a veranear a su club de golf en Nueva Jersey, pero no quiere que nadie se piense que se toma “vacaciones”.

El republican­o, a quien le cuesta admitir que se toma tiempo libre, pasó su semana libre intercalan­do el ocio y las rondas de golf con re- uniones y cenas, en un intento por proyectar una imagen de trabajador incansable. Tampoco dejó su hábito de tuitear a menudo.

Apoltronad­o en su club privado, Trump se rodeó de un grupo de asesores no oficiales de Bedminster, que tienen un inusual nivel de acceso a un presidente con tendencia a mezclar el placer con los negocios.

De todos modos, no se privó de repetir que no tenía la menor intención de salir de Washington. “Estamos remodeland­o la Casa Blanca, un proyecto a largo plazo que se aprobó hace años. Mientras tanto, me pareció que este era un buen lugar para estar”, dijo. “Me gustaría estar allá, la extraño –señaló sobre la Casa Blanca–. Pero esto es lo mejor”. Ningún miembro de su personal había mencionado la ejecución de ninguna obra antes de la partida de Trump, y la explicació­n forzada del presidente expone su preocupaci­ón por su imagen pública, ya que cumplirá 150 días en la presidenci­a en sus propios clubes de golf.

Todos los presidente­s se toman vacaciones. Pero al magnate parece costarle mucho admitirlo.

“Tuvimos una excelente conversaci­ón telefónica con Emmanuel Macron, el presidente de Francia”, tuiteó anteayer. Y agregó que había sido apenas una de “muchas otras llamadas y conversaci­ones”, como la cena que compartió con Tim Cook, de la empresa Apple.

Trump fue fotografia­do jugando al golf por los usuarios expertos de las redes sociales, pero durante esta última semana prácticame­nte no fue visto por nadie de afuera. Fue anfitrión de varios eventos con aportantes, incluida una cena de Protect the House, un comité destinado a juntar dinero para los candidatos del partido.

La noche del martes, Trump recibió a más de una docena de altos ejecutivos, con sus cónyuges y colaborado­res, para una animada velada que incluyó un franco debate sobre comercio internacio­nal, inmigració­n y otras cuestiones.

La Casa Blanca siempre ha visto con malos ojos las visitas de Trump a Bedminster, donde al igual que en Mar-a-lago puede mezclarse con socios del club sin asesores que lo “manejen”. Allí tampoco hay suficiente personal para mantenerlo de buen ánimo y alejado del televisor.

El club permanece abierto cuando Trump está en las instalacio­nes, lo que permite que el presidente socialice con los socios y se deje caer de improviso, como tanto le gusta, en las fiestas de casamiento y otros eventos que se realizan en el lugar. Pero esa atmósfera informal también permite que los socios enrosquen al presidente para conseguir alguna ventaja personal.

Tanto los socios como el personal de la Casa Blanca dicen que Trump parece más relajado en Bedminster, un lugar con una onda “totalmente diferente”, según un socio que lo frecuenta en ambos lugares.

En Bedminster, Trump efectivame­nte mantiene reuniones con sus colaborado­res y se mantiene en contacto telefónico con el vicepresid­ente Pence, el secretario de Estado, su asesor en Seguridad Nacional, y los líderes del Congreso. Pero rara vez se lo ve de saco y corbata, y en este club de golf salpicado de árboles y lagunas, no hay quien lo controle.

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