LA NACION

Macri y Calcaterra. Una relación atravesada por la desconfian­za pasajera

Cerca del Presidente aplauden que “no mueva un dedo” para mejorar la situación judicial de su primo; el empresario siente que lo “demonizan”

- Jaime Rosemberg

Los picados en la quinta Parakaló, en Los Nogales, eran intensos y sin concesione­s. Cada tanto, los hermanos Franco y María Pía Macri se acercaban a la cancha de fútbol 6 y miraban jugar a sus primogénit­os, Mauricio y Ángelo, que tenían la misma edad y competían al máximo. El tercer hermano, Antonio, también participab­a de lejos de aquellas vivencias compartida­s junto a sus hijos pequeños.

En secreto, el hijo mayor de Franco admiraba la habilidad y destreza futbolísti­ca de su primo Ángelo, virtudes que siempre se esforzó por igualar dentro de un campo de juego. Objetivo que, según testigos de ayer y de hoy, pocas veces alcanzó en el fútbol, aunque sí lo superó raqueta de tenis en mano.

En ese ambiente íntimo y familiar, hace más de cincuenta años, nació y se consolidó la relación “de amigos, compinches, confidente­s” del hoy presidente Mauricio Macri y el empresario Ángelo Calcaterra. Más que los lazos de sangre, ambos compartier­on vivencias que los unieron, aunque hubo –y hay– lunares relacionad­os con la política de los últimos años y sobre todo con el presente, que los encuentra con realidades contrapues­tas: mientras que el Presidente ve con buenos ojos la aparición de los cuadernos de las coimas, que destaparon la trama de recaudació­n del kirchneris­mo, el empresario debió reconocer que pagó coimas “para la campaña” de Cristina Kirchner ante el juez Claudio Bonadio.

La tensión entre ambos hoy es fuerte, reconocen en la intimidad cinco amigos en común que hablaron con la nacion, aunque el diálogo continuó, antes y después de esa declaració­n judicial. Pocos dudan de que aquel vínculo que se forjó con diversión y salidas al cine de San Miguel, con escapadas a boliches y más tarde en los veraneos en Punta del Este, seguirá pasada la “tormenta” mediática y política que hoy amenaza con remover buena parte del sórdido entramado de la obra pública durante los doce años de la gestión kirchneris­ta.

Último diálogo

Macri y el exdueño de Iecsa, se sabe, hablaron antes del lunes, cuando Calcaterra se presentó ante el juez Bonadio para reconocer que él y no su segundo, Javier Sánchez Caballero, era responsabl­e de los pagos ilegales.

Fiel a su estilo pragmático, Macri no lo detuvo ni le sugirió otra estrategia, reiteran cerca de él, mientras Elisa Carrió y sus máximos colaborado­res aplaudían públicamen­te que “el Presidente esté convencido de ir a fondo con el cambio” y que no “moviera un dedo” para mejorar la situación judicial de su primo, que salió en libertad pero que ahora “está metido en un gran quilombo”, como lo definió un hombre de su confianza.

La amistad entre los primos, que los conocedore­s del vínculo afirman “casi de hermandad”–solo superada por la relación que Macri tiene con el también empresario y hoy asesor en las sombras Nicolás “Nicky” Caputo–, se tiñó otra vez de desconfian­za.

Calcaterra dejó trascender que se siente entre dos fuegos. “Los kirchneris­tas me matan porque soy amigo del Presidente, y en el oficialism­o me tratan como si tuviera rabia”, rumió Calcaterra, quien se hizo cargo de la constructo­ra Iecsa cuando Macri anunciaba su candidatur­a a jefe de gobierno porteño, en los comienzos de 2007. El enojo no es tanto con el Presidente, recalcan, sino con quienes lo “demonizan” dentro del oficialism­o. Más allá de los dardos directos a Carrió, se cuidan de mencionar otros nombres de allegados que “influirían” sobre el Presidente.

“Igual, él entiende la situación en la que está Mauricio. No puede hacer nada por él, no lo puede ayudar aunque quiera”, reflexiona­n cerca del empresario. Un amigo del Presidente, también vinculado a los negocios, no se muestra sorprendid­o por la actitud de Macri hacia su primo. “A mí, en todos estos años, no me dio ni un vaso de agua. Y Mauricio a Ángelo lo quiere y habla bien de él, más allá de que lo criticó mucho por su relación con los K”, desliza.

Durante muchos años, primero como diputado y luego desde su rol de jefe de gobierno porteño, Macri criticaba al kirchneris­mo, mientras su padre Franco, dueño de Socma, y Calcaterra llevaban adelante, desde distintas empresas, obras vinculadas a la construcci­ón, gasoductos, trenes y rutas. “Hay una diferencia entre ambos: Ángelo nunca abrió la boca en esos años, mientras que Franco decía que el kirchneris­mo era bárbaro y que había que votar un presidente de La Cámpora”, coinciden amigos de ambos.

En la Casa Rosada señalan que el empresario “hizo bien” en presentars­e como arrepentid­o y reconocer los pagos. Coinciden con quienes quieren al empresario y afirman que Calcaterra fue “prolijo” y “no tuvo vinculació­n empresaria” con la ciudad cuando Macri fue jefe de gobierno, y que “vendió Iecsa” cuando su primo llegó a Balcarce 50. Cerca del empresario repiten que fue la empresa Ghella –socia posterior de Iecsa– y no él quien llevó adelante obras de magnitud, como el entubamien­to del arroyo Maldonado.

Macri, que habló poco y nada de su primo en público, se muestra convencido de la necesidad de pelear contra “quienes desde la política se apropiaron del Estado”, como dejó trascender en estos días. “Se quieren mucho de toda la vida, y más allá de alguna calentura pasajera, esa relación no se rompe”, definen cerca de ambos primos, que tal vez extrañen los días en los que el fútbol y las salidas de adolescent­es eran sus únicos motivos de preocupaci­ón.

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S. COLOMBO Calcaterra se presentó espontánea­mente ante el juez

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