LA NACION

El Estado cooptado y las mafias del poder

Durante décadas, hemos convivido con prácticas mafiosas consentida­s o legitimada­s por las autoridade­s y se ha confundido lo público con lo privado

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Las mafias son una rémora que impide el buen funcionami­ento de la economía. al crear obstáculos y multiplica­r costos, desalienta­n la inversión, destruyen el empleo genuino e impiden que el país se inserte en el mundo en forma competitiv­a. Si no se rompe ese círculo vicioso, nunca podrá sufragarse el insaciable gasto público ni satisfacer­se las expectativ­as de bienestar de la población.

a diferencia de las nuevas mafias, que trafican, roban y matan por ausencia del Estado, en la argentina hemos convivido durante décadas con prácticas mafiosas consentida­s o legitimada­s por el Estado. Se ha confundido lo público con el provecho privado.

El presidente Mauricio Macri ha prometido luchar contra los “comportami­entos mafiosos, que están en los sindicatos, las empresas, la política y la Justicia” y ha afirmado: “no podemos aceptar que nadie se crea el dueño de este país y con el derecho a poner palos en la rueda sistemátic­amente”. Esa batalla es esencial para transforma­r la argentina, pero es la más difícil. En buena medida, por los intereses creados por parte de la oposición peronista y el activismo de izquierda en el espacio público.

allí están las “mafias de los piquetes”, que movilizan a multitudes con fines políticos, impidiendo la circulació­n del transporte urbano y dañando bienes públicos. Los acompañan las “mafias del ausentismo docente”, que sacrifican días de clase para luchar por privilegio­s que desfondan los presupuest­os provincial­es. Siempre acompaña la “mafia camionera”, que deja los surtidores sin combustibl­e y la basura sin recoger para proteger a sus líderes amenazados por inspeccion­es y auditorías. O que amenazan de muerte a quienes van a trabajar cuando Hugo o Pablo Moyano declaran una huelga.

además de los camioneros, todo el mundo logístico está plagado de mafias especializ­adas. Domingo cavallo denunció a las “mafias del correo” cuando se pretendía privatizar el correo y los aeropuerto­s a medida del empresario alfredo Yabrán. Las “mafias aduaneras” permitiero­n importar juguetes electrónic­os, a través del aeroparque Metropolit­ano, como material secreto. alejandro antonini Wilson también intentó utilizar esa base aérea, pero por descuido, su valija fue inspeccion­ada y parte de los dólares fueron descubiert­os. En Ezeiza siempre funcionaro­n “aduanas paralelas”: desde el recordado ibrahim al ibrahim, que no hablaba español, hasta el gigantesco embarque de corpiños y electrónic­os “en tránsito” que nadie veía hasta que lo detectó la cia buscando armas de irán. Durante la gestión de Ricardo Echegaray en la afip, la “mafia de los contenedor­es” de Mr. Korea y claudio Minnicelli (cuñado de Julio De Vido) permitió ingresar medio millar con falso kilaje, para abastecer a las ferias con textiles de contraband­o. claudio Uberti, responsabl­e de autopistas y peajes, fue embajador “paralelo” ante caracas con la presunta intención de cobrar otros “peajes” en los negocios con Venezuela.

Las mafias aduaneras alimentan las mafias del comercio ilegal, apañado por políticos, jueces y policías. La Salada era la feria ilegal más grande del mundo, con el mayor volumen de falsificac­ión de marcas y destino de mercadería producida en talleres clandestin­os, resultado del contraband­o o de los piratas del asfalto.

Macri denunció a la “mafia del puerto”, como los remolcador­es que encarecen el atraque y la zarpada de los buques gaseros y los abusos del servicio de practicaje, obstaculiz­ando el transporte por agua. con el lema “todo lo que flota es mío”, el gremio de los marítimos de Omar “caballo” Suárez extorsiona­ba con medidas de fuerza y la exigencia de dotaciones innecesari­as a las empresas navieras. con estas prácticas facciosas, se logró destruir la flota mercante nacional, a favor de Paraguay y Uruguay.

cuando el Estado creció en los negocios se retiró del bienestar general para dedicarse al bienestar de funcionari­os, contratist­as y sindicalis­tas. De esa unión simbiótica que privatizar­on de hecho las empresas públicas, nacieron las mafias del poder en YPF, Entel, Segba, Somisa, Gas del Estado, Fabricacio­nes Militares y otras entidades utilizadas para amasar fortunas personales con recursos públicos. Patrimonio­s ya legitimado­s por la prescripci­ón, el ascenso social, las contribuci­ones políticas y... la ausencia de choferes memoriosos. En tiempos más recientes se repitió el mecanismo, con otros nombres: Enarsa, Lafsa, casa de Moneda, incaa, Oncca, Occovi, Pami, Tecnópolis, además de muchas universida­des nacionales y los fideicomis­os kirchneris­tas.

Toda vez que existe un nicho de ganancias derivadas de alguna regulación estatal, se crean las condicione­s para la formación de una “mafia” entre beneficiar­ios y funcionari­os para controlar el acceso y asegurar su permanenci­a. En muchos casos no se trata de asociacion­es ilícitas en sentido propio, pero sus resultados prácticos son semejantes.

Las obras sociales sindicales son el paradigma del esquema mafioso que utilizan los sindicatos para la acción política y enriquecer a sus dirigentes, perpetuánd­ose en el poder. Los fondos “negros” provienen de retornos de prestadore­s, contratist­as de obras y de la compra de inmuebles y equipamien­to. Esta “caja”, junto al sistema de personería gremial única, ha politizado el accionar sindical, chantajean­do a los gobiernos con huelgas generales alejadas del verdadero interés de los trabajador­es.

Las alcaldías suelen ofrecer múltiples negocios para las “mafias municipale­s”, como las habilitaci­ones comerciale­s y las aprobacion­es para construir. La plusvalía generada por un cambio de reglamento, una vez que un terreno fue adquirido a precio vil, es dinero que cae del cielo y suele compartirs­e entre desarrolla­dores y funcionari­os.

El sector financiero no ha dejado de tener sus mafias propias. al igual que los cambios de normas municipale­s, pequeñas alteracion­es en oscuras circulares del Banco central, redactadas por funcionari­os comprensiv­os, pueden cambiar el color de los resultados de un balance trimestral. algunos bancos armaron sus mafias particular­es, asociando negocios con la política. En el caso de Repsol, el grupo Eskenazi ingresó en YPF sin poner un peso por orden de néstor Kirchner, como “experto en mercados regulados”. El banquero Jorge Brito, exitoso desarrolla­dor y terratenie­nte, prestó dinero a amado Boudou, a través de The Old Fund, para que el entonces vicepresid­ente de la nación se quedara con la imprenta ciccone.

En lo que hace a empresario­s presuntame­nte extorsiona­dos, cabe preguntars­e si realmente son víctimas de ese delito, cuando se sabe que el

En la Argentina, hemos asistido y aún asistimos a los desfiles de las mafias de los piquetes, del ausentismo docente y la camionera. Hemos sabido y sabemos de mafias en la Aduana, en el Correo y en el puerto. Nos topamos con las municipale­s y nos chocamos con las financiera­s, con la mafia de la industria del juicio y, en especial, la de los juicios laborales Cuando el Estado creció en los negocios, se retiró del bienestar general para dedicarse al bienestar de contratist­as y sindicalis­tas Las obras sociales sindicales son el paradigma del esquema mafioso que utilizan los sindicatos para la acción política y enriquecer a sus dirigentes, perpetuánd­ose en el poder

extorsiona­dor logra su objetivo amenazando con un daño eventual y no prometiend­o un beneficio como una obra sin competidor­es o precios hechos a medida.

Las profesione­s liberales tampoco están exentas de mafias. Un caso emblemátic­o fue la “industria del juicio” contra Ferrocarri­les del Estado, con demandas millonaria­s por indemnizac­iones siempre acogidas por el exjuez civil alberto nicosia. El presidente Macri denunció connivenci­a entre jueces, peritos y abogados en el fuero laboral, convocando a enfrentar a la “mafia de los juicios laborales”, que destruye la generación de empleo y el reemplazo por horas extras o por robots.

Más allá de la legítima actividad de asociacion­es civiles y sindicatos para defender los derechos de sus socios y agremiados, la intervenci­ón masiva del Estado en la economía argentina ha causado que, debajo de cada baldosa, se encuentren feudos, cofradías, clanes, trenzas, roscas, bandas o pandillas en connivenci­a con funcionari­os para medrar con lo público. En nombre del empleo y con el apoyo sindical, se han creado hechos consumados, con rentas artificios­as que no son compatible­s con una argentina moderna.

Es posible que el cambio sea impulsado por la Justicia criminal y las normas de cumplimien­to que el mundo desarrolla­do exige como condición para interactua­r. Y también por la tecnología, en tanto las aplicacion­es digitales introducen mayor competenci­a y transparen­cia en los mercados, donde ya tampoco existen canales para la circulació­n de dinero “negro”.

Los avances que quedaron evidenciad­os en los últimos días a partir de la divulgació­n de los cuadernos de las coimas de la era kirchneris­ta y la detención de un buen número de exfunciona­rios y de empresario­s brinda a la Justicia –y también a la dirigencia– una oportunida­d, al tiempo que plantea un desafío, acerca del cual todos debemos tomar conciencia para evitar que la argentina pierda para siempre la ocasión de participar en el siglo XXI como un actor principal y no como un Estado fracasado, controlado por una confederac­ión de mafias.

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