LA NACION

El valor del peso, ¿crónica de una muerte anunciada?

- Aldo Abram El autor es economista y director de la Fundación Libertad y Progreso

Muchos economista­s y políticos argentinos no aprenden ni con las crisis. nuevamente, están reclamando que el Banco Central (BCRA) baje la tasa de interés y deje que el dólar suba. Como el valor de este último lo fija la Reserva Federal de los Estados Unidos, lo que están pidiendo es que el BCRA emita mucho para que de esa forma aumente el crédito local y baje la tasa de interés. Como a esos pesos no los querrá nadie, perderán valor y, por ello, veremos que el tipo de cambio subirá. Porque es en el mencionado mercado donde se refleja inmediatam­ente la variación de cualquier moneda.

El gran problema es que, luego, con esos pesos que perdieron poder adquisitiv­o querremos comprar algo en el supermerca­do o pagarle al gasista, y en ambos casos nos pedirán más billetes, porque cada uno valdrá menos y lo que queremos adquirir mantiene su valor. La inflación es la pérdida de poder de compra de la moneda en que cobramos nuestros sueldos y ahorramos. Por eso, nos hace a todos más pobres y, en particular, afecta más a los más pobres que son los que menos pueden defenderse.

Tenemos que asumir que la Argentina tiene una moneda en la que nadie confía y eso no es casualidad. Desde 1970 a la fecha se le sacaron

13 ceros a la moneda. o sea, un peso de entonces equivale a $10.000.000 de millones de hoy. De hecho, el cepo cambiario es una muestra de esa desconfian­za, ya que implicó tratar de obligar a los argentinos a demandar pesos.

Este gobierno tuvo una gran oportunida­d de recuperar la credibilid­ad del Banco Central y de nuestra moneda. Cuando salió del cepo, la gente hizo una gran apuesta a favor, por lo que el tipo de cambio, lejos de subir por arriba del dólar “informal”, como la mayoría esperaba, tendió a bajar. Lamentable­mente, desde inicios de

2016 el BCRA volvió a las andadas y priorizó licuar los problemas que genera el exceso de Estado y no la defensa de la moneda y la recuperaci­ón de la solvencia de una entidad a la que había recibido casi quebrada. Así es como se dedicó a emitir pesos y destruir su poder adquisitiv­o para financiar al gobierno y, además, para bajar la tasa de interés y aumentar el crédito. Es que el Estado (municipal, provincial y nacional) absorbía gran parte del financiami­ento local para cubrir su enorme exceso de gasto y lo que quedaba para prestar al sector privado era escaso y caro.

no es extraño que, con semejante bastardeo del peso, en cuatro ocasiones la gente decidiera dejar de demandarlo (corrida cambiaria) generando una fuerte baja de su valor.

La primera, en los primeros meses de 2016, que obligó al BCRA a corregir coyuntural­mente el rumbo. Después, a partir de mayo de 2017 hubo una creciente corrida contra el peso y recién se frenó cuando el BCRA, asustado por el efecto del alza cambiaria sobre los votantes, decidió defender el valor del peso vendiendo dólares.

En el siguiente episodio, en diciembre de 2017, la violencia política y las dificultad­es que enfrentó el Gobierno para sancionar algunas reformas llevaron a una nueva caída de la demanda de pesos, a lo que el BCRA respondió dándole a la maquinita para bajar la tasa de interés generando una nueva caída del valor de nuestra moneda. ¿A alguien le puede extrañar que cuando se produjeron las primeras leves turbulenci­as internacio­nales nadie creyera en la capacidad y/o voluntad del Banco Central de defender el valor del peso? Era natural que se dejara de demandarlo, lo que terminó en una crisis cambiaria.

La actual gestión del Central parece haber entendido que la prioridad debe ser estabiliza­r el valor de la moneda para frenar la escalada de los precios. Además, al no poder emitir lo que la gente no demanda, la tasa de interés alta termina reflejando la realidad de un mercado de crédito que se contrajo por la fuga de capitales y al que siguen exprimiend­o los distintos niveles de Estado para cubrir sus enormes excesos de gasto.

Para resolver el problema hay que recuperar la credibilid­ad. De esa palabra viene “crédito”. Imposible que haya más confianza sin estabilida­d monetaria. Lo otro que hay que hacer para ampliar el financiami­ento interno

No basta con promesas; todos deberán reclamar señales de austeridad

es dar muestras contundent­es de resolver la madre de todos los problemas, “el exceso de Estado”.

El Gobierno y la oposición deben entender que ya nadie “apostará por ver”, ya lo hicieron y perdieron. no basta con promesas. Todos deberían reclamar señales claras de austeridad a nuestros políticos. El gobierno nacional tiene cubiertas sus necesidade­s de recursos con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) por este año, pero no todas las de 2019. En tanto, la mayoría de las provincias y municipios que tienen excesos de gastos no podrán pagarlos si no vuelve el crédito. También el sector privado productivo lo necesita para recuperar la demanda interna y la producción.

El Banco Central no debe escuchar a los milagreros que pretenden “multiplica­r los panes y los pesos” dándole a la maquinita y empobrecie­ndo a todos los argentinos. Una próxima corrida contra el peso será muy difícil de frenar, pudiendo llevar a su repudio como moneda, como en 1989, y a su desaparici­ón.

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