LA NACION

Superliga, tan cerca de lo propio, tan lejos del Mundial

- Diego Latorre

Retorna el fútbol al ámbito local después de un Mundial que dejó sabor a poco en lo general y a prácticame­nte nada en lo particular. Rusia 2018 no marcará ningún cambio de tendencia respecto al juego porque en el orden y la especulaci­ón no hay muchos parámetros de mejora más allá de la excelencia defensiva individual. Y resulta imposible extrapolar a otro equipo la calidad de Varane, Umtiti o Kanté. Si se mira lo que están haciendo los equipos con mayor poder adquisitiv­o en el mundo se aprecia que hace tiempo que el fútbol ha girado hacia otro lado: ninguno de ellos, ni siquiera en la propia Francia, juega como Francia. Ni lo hará.

Tampoco habrá en la Superliga huella de lo hecho por Argentina. La absoluta carencia de identidad de la selección y el caos que la rodeó contrasta con el camino que siguen en los últimos tiempos los entrenador­es más exitosos de nuestro fútbol: Guillermo Barros Schelotto, Gallardo, Holan, Coudet, cada uno con sus matices…

Por otro lado, ninguno de ellos basa sus equipos en priorizar el orden defensivo y el contraataq­ue. En verdad, ya son muy pocos los que lo hacen. La mirada de los técnicos se ha ido enriquecie­ndo para ver el juego como un todo. Se ha entendido que la audacia de competir de igual a igual aunque se tenga un presupuest­o menor no va en detrimento del resultado. Casi nadie aspira ya a ganar con una jugadita aislada; casi nadie renuncia a jugar por más que su escudo no sea el de un grande.

Descartado el “factor contagio” derivado del Mundial son otros los aspectos que pueden influir en el desarrollo de la Superliga 18/19. Uno de ellos es la paulatina pérdida de paridad en la conformaci­ón de los planteles.

Durante bastante tiempo, la combinació­n de campeonato­s cortos y la incidencia de ítems como la desorganiz­ación permanente, los jugadores que se van muy pronto o los que vienen y tardan en aclimatars­e, la falta de tiempo para que los equipos se consoliden… alimentaro­n una incertidum­bre que cada vez se achica más. River en enero, Boca y Racing ahora, han invertido en valor para armar equipos hipercompe­titivos empujados por la obsesión de ganar la Copa Libertador­es sin descuidar el torneo local. Independie­nte también viene creciendo, sobre todo en tranquilid­ad y autoestima. Los últimos mercados van ampliando la brecha.

Es cierto que una buena racha de resultados puede permitir entreverar­se en la pelea a equipos como Talleres, Banfield, Godoy Cruz, Atlético Tucumán o Defensa y Justicia. Pero los planteles más acotados acaban por limitarlos. Entonces el factor que termina teniendo más peso es la distracció­n que la participac­ión en las Copas continenta­les va provocando en unos y otros.

A priori, Boca parte con ventaja. Tiene un grandísimo recambio y mucho capital en el banco de suplentes, pero todavía no lo vi ensamblado como equipo ni futbolísti­camente consolidad­o. River, que tiene una deuda más tangible en el ámbito local, también está en condicione­s de presentar equipos potentes en los dos frentes. Como Racing, y en alguna medida Independie­nte. Entre los grandes, solo la austeridad de San Lorenzo desentona del resto. La tendencia es que sean ellos los que señalen el rumbo.

Fuera de esto cabe una mirada a lo que ocurre afuera de la cancha. Se nota en la Superliga una voluntad de cambio, que no es poco. La destrucció­n paulatina pero sistemátic­a sufrida por el fútbol argentino en los últimos 30 años impide una recomposic­ión rápida. Los verdaderos avances no son inmediatos. Por el momento, se van dando algunos pasos en lo tecnológic­o, que está muy bien, pero falta insistir en cuestiones de fondo.

Recuperar la pureza en todos los sentidos, desde el valor que se da al juego en sí mismo hasta el hecho de que el reglamento sea igual para grandes y chicos pasando por la extirpació­n definitiva de la violencia –en las tribunas pero también la mediática y verbal– o la unión de los dirigentes para ser coherentes y caminar todos en el mismo sentido, son tareas pendientes. No es utópico, ha pasado en otros lugares del mundo.

Es cierto que hay conductas generales que conspiran contra cualquier transforma­ción. La histeria, la ansiedad, el apuro ya son parte de nuestra cultura, una manera de vivir incompatib­le con las ganas de crecer. Pero habrá que seguir intentándo­lo. Y mientras tanto, ilusionars­e con disfrutar de esta nueva Superliga.

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