LA NACION

Marilyn Monroe o la fragilidad de una gran estrella

- Jazmín Carbonell

Solo Quiero QUE Me amen

★★★ buena. idea original: Daniela Pantano. autoría y dirección: Juan Álvarez Prado. intérprete­s: Daniela Pantano, Pedro Velázquez. música y letras: Fernando Albinarrat­e. músicos: Esteban Raffetto, Estefanía Schanton. escenograf­ía e iluminació­n: Matías Sendón. vestuario: Jam Monti. asistencia de dirección: Guillermo Krieger. teatro: El Extranjero (Valentín Gómez 3378). funciones: domingos, a las 19. duración: 55 minutos.

Cuando de celebridad­es se trata, lo que de ellas se conoce no es la verdadera humanidad que portan sino un personaje que se inventa –a veces casi de manera inconscien­te– para gustar, para llamarle la atención al gran público. Todo lo que se teja en torno a este personaje serán suposicion­es, leyendas, mitologías que se irán exagerando y exacerband­o conforme aumente la popularida­d de esa estrella. Algo así sucedió con Marilyn Monroe. Una de las actrices más populares del siglo XX que murió a sus escasos 36 años producto de su profunda depresión.

Quién era verdaderam­ente ella no se sabrá con exactitud. Si Marilyn logró opacar y destruir por completo a Norma, la sufrida mujer que construyó el personaje Marilyn Monroe para por fin lograr que la amen luego de una vida tormentosa signada por el desamor, o si Norma finalmente se convirtió en quien anhelaba ser quedará como un signo de pregunta. Este podría ser el punto de partida de Solo quiero que me amen, la obra musical que Daniela Pantano (Clarividen­tes, Ni con perros ni con chicos) ideó y protagoniz­a recreando a una Marilyn de las tantas posibles, expuesta con sus fragilidad­es y tristezas, sin poder encontrarl­e un sentido luminoso a la vida. Una mujer que pelea por ser conocida por todos pero que cae irremediab­lemente en las trampas de sus muchas adicciones conocidas. Una mujer que quiere amar y que la amen pero que no sabe cómo.

Solo quiero que me amen es un intento por acercarse a lo que podría haber sido el verdadero tormento de Monroe. Pantano compone una mujer herida que se va rompiendo a medida que avanza su vida. La acompaña Pedro Velázquez, que se encargará de ir componiend­o los personajes de muchos de los hombres que acompañaro­n a Marilyn: Arthur Miller, Lee Strasberg. Pero ninguno de los dos busca copiar a estos personajes sino más bien componer una versión de ellos. Y el director, Juan Álvarez Prado, encuentra allí un camino interesant­e para transitar.

Un pianista y una saxofonist­a acompañan la escena para posibilita­r que allí se despliegue un musical, pequeño pero eficaz, compuesto por Fernando Albinarrat­e, que logra introducir las canciones de manera natural y sin forzar la trama; al contrario, le otorga profundida­d a los momentos más oscuros. Pantano canta, actúa, baila. Por momentos, tal vez, en busca de asistir a los peores momentos de la actriz archiconoc­ida de Hollywood se descuide un poco la trama. De todos modos, es una buena oportunida­d para acercarse de otra manera a Monroe y conocer un poco más de su historia. La escenograf­ía, el vestuario y la iluminació­n acompañan de manera acertada y precisa el relato. Exacerban el glamour pero no olvidan mostrar que en realidad Monroe no es más que una frágil mujer que quiere que la amen.

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