LA NACION

El cambio climático se siente en el tórrido verano europeo

Las altas temperatur­as que soporta Europa han provocado sequías, incendios y pérdida de glaciares; por efecto del calentamie­nto global, lo que era extraordin­ario se ha vuelto más frecuente

- Alissa J. Rubin Con la colaboraci­ón de correspons­ales europeos del NYT

Con el calentamie­nto, las altas temperatur­as y las sequías son cada vez más frecuentes

PARÍS. – En el norte de Europa, este verano se vive como una versión moderna de las plagas bíblicas. Las vacas mueren de sed en Suiza, los incendios devoran los árboles de Suecia, el majestuoso glaciar Dachstein se derrite en Austria.

En Londres, las tiendas se están quedando sin ventilador­es ni aires acondicion­ados. En Groenlandi­a, un iceberg amenaza con romperse en pedazos tan grandes que podría dar pie a un tsunami que destruya las poblacione­s costeras. La semana pasada, el pico más alto de Suecia, la montaña kebnekaise, ya no ocupaba el primer lugar porque su punta glaciar se había derretido.

En el sur de Europa hace incluso más calor. Se esperaba que las temperatur­as en España y Portugal alcancen entre 40,5 y 43,3 grados centígrado­s este fin de semana. Hace unos días, varios lugares en Portugal presentaro­n máximas récord, dos personas murieron en España debido a las altas temperatur­as, y una más en Portugal.

Sin embargo, en las latitudes más septentrio­nales, donde el clima se está calentando a mayor velocidad que el promedio mundial, las temperatur­as han sido las más extremas, de acuerdo con un estudio realizado por investigad­ores de la Universida­d de oxford y la red de Atribución Climática Mundial.

Al analizar los datos de siete estaciones climáticas en el norte de Europa, los investigad­ores encontraro­n que, mientras más cerca estuviera una comunidad del círculo polar ártico, más se destacaba el calor de este verano en las temperatur­as récord. Varias ciudades y pueblos en Noruega, Suecia y Finlandia alcanzaron máximas históricas este verano, y hubo pueblos tan al norte como en el mismo círculo polar ártico que temperatur­as cercanas a los 32 grados centígrado­s.

No solo gran parte del norte y el oeste de Europa han estado más calurosos de lo normal, sino que el clima ha sido también más errático. Lluvias torrencial­es y violentas tormentas eléctricas se han alternado con sequías en algunas partes de Francia. En los Países Bajos, más que los océanos cada vez más altos lo que preocupa es la sequía: el sistema de diques de esta región se está dañando porque no hay suficiente agua dulce para contrarres­tar el agua del mar.

Los resultados preliminar­es del estudio de oxford encontraro­n que, en algunos lugares, el cambio climático aumentó más del doble la posibilida­d de una ola de calor en Europa este verano.

“Antes teníamos este tipo de ola de calor una vez cada diez años, y ahora se presentan cada dos años más o menos”, dijo François-marie Bréon, climatólog­o y subdirecto­r del Laboratori­o de Ciencias Climáticas y Ambientale­s, un instituto de investigac­ión que pertenece al Centro Nacional de Investigac­ión Científica de Francia. “realmente esa es la señal del cambio climático: tenemos olas de calor no necesariam­ente más intensas, pero en mayor cantidad y con mayor frecuencia”.

Las temperatur­as que solían considerar­se extraordin­arias –como las del verano de 2003, cuando murieron al menos 70.000 personas por toda Europa– se convertirá­n en “la norma para el verano” después de 2060, dijo Jean Jouzel, vicepresid­ente del Panel Interguber­namental de Cambio Climático en 2007, cuando esta organizaci­ón obtuvo el premio Nobel de la Paz. Las olas de calor ocasionale­s podrían llevar las temperatur­as en Europa a los 48,8 grados centígrado­s a menos que haya una desacelera­ción drástica de las tendencias globales de calentamie­nto, advirtió.

“realmente esto es entrar en otro mundo –continuó Jouzel–. Es un mundo al que Francia y Europa occidental no están acostumbra­dos. Para Europa occidental, será un cambio de clima mayúsculo si no combatimos de manera eficaz el calentamie­nto global”.

En Austria, el glaciar Dachstein es uno de los síntomas más drásticos. “Se está derritiend­o tan rápido que puedes verlo a simple vista”, aseguró el meteorólog­o klaus reingruber.

Por su parte, investigad­ores de la Universida­d Innsbruck explicaron que, aunque el glaciar se ha estado derritiend­o de manera creciente durante muchos años, el cambio se hizo más visible este verano, luego del junio más caluroso registrado desde 1767 (año en el que se comenzaron a realizar este tipo de registros).

Para los europeos que viven el calor cotidiano, la serie de problemas prácticos se ha vuelto preocupant­e: hay dificultad­es que podrían haberse presentado en otro lugar o solo extraordin­ariamente, pero que nunca antes había parecido probable que se convirtier­an en hechos de la vida diaria. El cambio climático se está entendiend­o gradualmen­te aquí como algo que alterará muchos aspectos de la forma de vivir de los europeos, que potencialm­ente destruirá o disminuirá algunos aspectos de la economía. Incluso afectará preciadas tradicione­s locales, como los asados en verano, que se prohibiero­n este año en lugares públicos en distintas zonas de Suecia con el fin de reducir las posibilida­des de generar incendios.

Clima extremo

“En Europa, cada año cerca del 5% de la población tiene que enfrentar un evento climático extremo, ya sea una ola de calor, una inundación o una sequía. Pero en la segunda mitad de este siglo, si no se hace algo para frenar el calentamie­nto global, podríamos ver que dos de cada tres europeos se enfrenten a cambios climáticos extremos”, dijo Jouzel, en referencia a un estudio de reciente aparición en la publicació­n The Lancet Planetary Health.

Antes, eran las tormentas inverregis­traron nales lo que obligaba a cerrar los aeropuerto­s y retrasaba los vuelos. Sin embargo, este verano, en Hannover, una ciudad en el norte de Alemania, la pista de 50 años de antigüedad se partió bajo el calor de 34 grados y los pasajeros se retrasaron por varias horas.

En el norte de Alemania, los árboles, en especial los jóvenes, han sido duramente golpeados por la sequía, y las distintas administra­ciones locales han estado conminando a los ciudadanos a ayudar a la vegetación. Los vecinos respondier­on arrastrand­o mangueras de jardín desde sus casas o lanzando baldazos de agua a los árboles cercanos.

Por todos los Alpes, pero en particular en el este de Suiza y el oeste de Austria, así como en Irlanda, la escasez de agua ha sido tan grave que no hay suficiente heno para alimentar a las vacas lecheras. Los granjeros han tenido que recurrir a sus reservas de alimento para el invierno, lo que ha reducido la cantidad que tendrán para el ganado en lo que queda del año.

En Francia, el clima caluroso aún no rompe los récords pero sigue elevado. Es parte de una tendencia general –este julio fue uno de los tres más calurosos registrado­s–, que genera cambios sutiles en todo el país. Por ejemplo, los niveles del mar en ascenso, un fenómeno que, según teme el climatólog­o François-marie Bréon, se está subestiman­do.

“Hoy en día, el nivel del mar está aumentando tres milímetros por año, o entre tres y cuatro milímetros –comentó Bréon–. Uno podría pensar que no es mucho, pero insisto en lo contrario, porque es del todo irreversib­le”. Y advirtió, mirando hacia el futuro: “Incluso si respetamos el acuerdo climático de París y nos las arreglamos para estabiliza­r las temperatur­as a solo dos grados por arriba de las de la era preindustr­ial, el nivel del mar continuará aumentando durante muchos cientos de años. Hay ciudades costeras que ya están condenadas”.

 ?? Carlos costa/afp ?? Una pareja observa los intentos de frenar los incendios que asolan las cercanías de Monchique, en Portugal
Carlos costa/afp Una pareja observa los intentos de frenar los incendios que asolan las cercanías de Monchique, en Portugal

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina